Llamado a la Fidelidad

Texto: 2 Timoteo 1:1-­18
“Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.  Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros”. 2 Timoteo 1:13, 14

El cristiano sin avergonzarse estará firme en Cristo, se deleitará en su salvación y buscará oportunidades para compartir el evangelio con otros.

Muchas cosas cambiaron entre la escritura de Primera y Segunda Timoteo. Segunda Timoteo es la última de las epístolas de Pablo. Cuando él la escribió era prisionero en Roma, y su ejecución era inminente. Por una u otra razón la mayoría de sus amigos lo habían abandonado. Sólo Lucas seguía con él. Físicamente atravesaba un tiempo difícil, pero espiritualmente el sol está saliendo en el horizonte. Pablo vio la tierra alejándose y el cielo acercándose rápidamente. Como cualquier cristiano verdadero, él no estaba tan preocupado por sí mismo, como por Timoteo y por la obra del Señor.
Pablo instó a Timoteo y a todos los que leyeran estas palabras que siguieran siendo fieles al Señor. Así como vemos el amor disminuyendo y el pecado abundando, el llamado a la fidelidad resuena claro y fuerte. Los tiempos difíciles llaman a una fe renovada. Tal vez Timoteo tomaría algunos de las labores que Pablo dejaría atrás, pero en cualquier caso, él necesitaría volver al centro de su fe.
A menudo el pueblo de Dios se involucra en asuntos secundarios. Nosotros estamos ocupados aquí y allá en esto y en aquello, y los valores importantes de nuestra fe sufren por causa de eso. Esta lección nos devuelve a las cosas que real-mente son importantes. El enfrentar la muerte de forma inminente nos da una clara imagen de los asuntos importantes de la vida. Pablo estaba enfrentando su muerte mientras escribía estas palabras, y nosotros deberíamos prestarle una atención cercana a todo lo que dice aquí.

UNA MIRADA MÁS CERCANA

I. La oración de Pablo por Timoteo
2 Timoteo 1:3­5

3. Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día;
4. deseando verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de gozo;
5. trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.

Aunque Pablo mismo tenía muchas necesidades de oración, no se olvidaba de otros cuando oraba. Observe que su oración comenzaba con acción de gracias. Él estaba en la recta final pero no se quejaba por eso ni denegaba la situación que estaba atravesando. En su lugar, sus pensamientos se volvieron a Timoteo, a quien él consideraba como a su propio hijo en la carne: y constantemente oraba por su muchacho.
Observe que Pablo oraba con una conciencia pura. Primero había buscado el perdón de sus propios pecados y luego daba un giro para referirse a las necesidades de Timoteo y de otros. Este siempre debe ser el punto para comenzar a orar. Si confesamos nuestros pecados, Dios nos perdonará nuestros pecados, y una vez que la viga esté fuera de nuestro propio ojo, podremos ver con más claridad cómo hacernos cargo de las necesidades de otros.
Uno de los mejores antídotos para la depresión y la desesperación es orar por otros. Esto nos suena misterioso porque quisiéramos orar por nosotros mismos, y ciertamente debemos hacerlo; pero cuando vemos más allá de nuestras propias necesidades y pensamos en las necesidades de otros, especial-mente en sus necesidades espirituales, encontraremos alivio a nuestras propias cargas. Inténtelo y verá.
Qué aliento debe haber sido para Timoteo saber que el apóstol Pablo estaba orando específicamente por él. Por otra parte, antes de morir Pablo quería ver a Timoteo una vez más. Pablo estaba consciente del dolor de cabeza que sentía Timoteo, pero también sabía que reunirse les daría un gran gozo.
Pablo optó por recordar lo mejor. Cuando recordamos, siempre tenemos una opción. Pablo pudo haber recordado su trato injusto en manos de los romanos. Pudo haber pensado demasiado en sus amigos ya fallecidos. Pero en lugar de eso, optó por recordar la fe que había encontrado en la familia de Timoteo. Él recordó la fe no fingida que había encontrado en Loida y Eunice. Pablo fue criado como hebreo y sabía que estas damas habían entendido apropiadamente el Antiguo Testamento y habían encontrado la gracia salvadora al volverse a Jesús. También él había sido persuadido de que esa fe había pasado de Loida a Eunice y luego a Timoteo.

II. El regalo de Dios a Timoteo
2 Timoteo 1:6­8

6. Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.
7. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
8. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios.

Pablo recordó la fe de Loida, de Eunice y de Timoteo, y amonestó a Timoteo a que él mismo recordará cosas. Él quería que Timoteo hiciera lo mismo, que Timoteo pensara en el regalo de Dios que le había sido dado. Bastante a menudo nuestra atención gira alrededor de nuestra situación actual y los problemas que nos rodean. Al momento de escribir esto, un viento de enfermedad soplaba para los cristianos a través del imperio romano. Nero era emperador y las iglesias estaban enfrentando una época de persecución intensa. No cabe duda que muchos vieron esos malos días acercándose y cayeron a la orilla del camino en vez de sufrir por sus creencias.
Para evitar que Timoteo se debilitara, Pablo le pidió que simplemente recordara su llamado. Las bendiciones pasadas siempre son una gran certeza de la presencia de Dios en nuestras vidas ahora mismo. Todo hijo de Dios personalmente ha presenciado el poder salvador y protector del Espíritu Santo, y de vez en cuando nosotros necesitamos recordar justo lo que Dios puede hacer por nosotros.
Dios no quiere que tengamos temor. Un hijo de Dios no debe tener temor en ningún sentido al enfrentar problemas terrenales. Jesús enseñó que no debemos temerles a quienes nos hagan daño físicamente, sino a las amenazas de nuestro bienestar espiritual (Mt. 10:28). Aquí Pablo afirmó esta enseñanza. El espíritu de un hijo de Dios debe reflejar poder, amor y una mente sana, no el temor desesperanzado de un cobarde.
Los hijos de Dios tienen el poder para hacer cualquier cosa que Dios los guíe hacer. Literalmente, no hay mayor poder obrando en la tierra que hoy día. Nosotros tenemos la capacidad de amar a los que no se dan a querer, así como lo hizo Jesús; y tenemos la capacidad de estar cuerdos en medio de un mundo loco. Nosotros no hacemos esto buscando en el mundo que nos rodea, sino buscando a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe. Cuando mantenemos nuestros ojos en Jesús, guardamos nuestros corazones y nuestras mentes en el lugar preciso.
Este entendimiento hará que jamás nos avergoncemos del evangelio o de nuestros hermanos y hermanas, sin importar cuáles sean las circunstancias que surjan. Jesús puso un gran énfasis en esto en Marcos 8:38. Ahí enseñó que si nos avergonzamos de Él, Él se avergonzará de nosotros en el juicio. Puede que los tiempos sean oscuros y el castigo físico venga después, pero los hijos de Dios siempre deben, bajo toda circunstancia, estar dispuestos a defender a Jesús y a sus hermanos en Cristo.
Una de las demostraciones más grandes del poder de Dios es la disposición de aquellos que no están directamente involucrados en un conflicto, de involucrarse aunque les cueste un mundo. Timoteo pagaría un precio por estar firme con Pablo, pero Pabló lo instó a ser copartícipe de su sufrimiento.

III. Jesús obrando en nuestras vidas
2 Timoteo 1:9­11

9. Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no con­forme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los sig­los,
10. pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio,
11. del cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles.

La razón por la cual Pablo pidió esto es la obra de redención que había comenzado en el corazón de todos los que habían aceptado a Jesús como su Salvador personal. Estos versículos hacen eco en Efesios 2:810. Dios tiene un plan y un propósito para toda vida humana. Nosotros no somos accidentes de la naturaleza o criaturas del capricho y el misterio. Estamos aquí por una razón y Dios tiene un plan para nuestras vidas. Darnos cuenta de esto será una ayuda positiva al enfrentar cualquier situación difícil.
Mientras usted enfrenta dificultades en cualquier nivel, comprenda que esto es parte del plan de Dios para su vida, y que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien (Ro. 8:28). Este plan es literalmente eterno. Antes que Dios hiciera los cielos y la tierra, Él tenía un plan para las criaturas que nacerían a imagen y semejanza suya. Puede que nosotros no entendamos ese plan, pero no tenemos que hacerlo. Todo lo que tenemos que hacer es confiar en nuestro Padre y obedecer su Palabra. Luego podemos tomar nuestro lugar en sus planes eternos. En cualquier situación, el mejor lugar y el más seguro es en medio de la voluntad de Dios.
El meollo del asunto está en el versículo 10. El plan de Dios se demuestra en la vida y el ministerio de Jesucristo. Él había abolido la muerte y traído vida e inmortalidad por medio del evangelio. Este es el punto central de la fe. Nuestra fe no reposa sobre suposiciones ciegas. Dios nos pide que confiemos en Él, pero nos da una causa amplia para hacerlo. Jesús fue una persona real. En realidad vivió y en realidad murió. Hay una gran evidencia, incluyendo los relatos que dio Pablo como testigo presencial de que Jesús se había levantado de la muerte. La autenticidad de la resurrección cambia todo. La vida es diferente, la muerte se desvanece en insignificancia, y la eternidad guarda promesa y placer porque Jesús vive.
Dios no sólo tiene un plan; nosotros somos parte de ese plan. Pablo lo era. Él era un apóstol y un maestro de los gentiles.
Pablo fue único, pero usted también. Dios tiene un ministerio y un mensaje para usted así como lo tuvo para Pablo y Timoteo.

IV. Sufrimiento y lealtad
2 Timoteo 1:12­14

12. Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüen­zo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.
13. Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.
14. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros.

En contra del tiempo de cierre de las ediciones de la eternidad y de su propia muerte inminente, Pablo reafirmó su propia fe y testimonio. Éstas fueron palabras alentadoras de un hombre cuya fe jamás decayó.
Pablo perdió la mayor parte de su vista. Perdió a la mayoría de sus amigos. De seguro, si tenía dinero no era mucho. Murió como un prisionero condenado, pero vivió una vida de gran victoria que aún es testimonio de su fe personal. Veinte siglos después que muriera su nombre sigue vivo. Nero era el emperador romano que había ejecutado a Pablo. Es interesante observar que veinte siglos más tarde nosotros todavía les ponemos Pablo a nuestros hijos, pero a nuestros perros les ponemos Nero. ¿Quién en su sano juicio le gustaría ser como Nero, el emperador romano?
La fe de Pablo fue la diferencia. Él creyó y sabía a quién, no a qué, había creído. Estaba completamente seguro que creía la verdad y que Jesús puede guardar su Palabra su mandamiento. Pablo sabía que él no podía perder nada que de otro modo hubiera podido conservar. Él sabía que lo que había ganado no era comparable con nada aquí en la tierra. Así que amonestó a Timoteo a que retuviera fuerte lo que recibiera. A retener la forma de las sanas palabras que le habían enseñado. Sea consciente de la presencia del Espíritu Santo y siempre repose en el hecho que personalmente usted es el templo del Espíritu Santo. Si usted es salvo, Dios está en usted, y eso hace toda la diferencia del mundo.

UNA PALABRA FINAL

Si jamás se ha desanimado, sólo espere un poco. Las pruebas y las tribulaciones no son difíciles de encontrar. De hecho, llegan a la vida de todos. Quienes no conocen al Señor pueden fácilmente ser aplastados por ellas. Los hombres, mujeres y niños todos los días toman sus vidas en total desesperanza en cuanto a su condición actual o su futuro inmediato. También, hay miles que viven vidas de sufrimiento silencioso interno proveniente de una falta de esperanza y un futuro incierto. Esto no tiene porqué ser así.
Jesús no vino para darnos un futuro negro y sombrío. Él vino para darnos vida y vida en abundancia. Nuestras circunstancias pueden ser sombrías y nuestro futuro aquí en la tierra breve, pero tenemos la certeza de un hogar en el cielo cuando muramos y nada puede oscurecer esa perspectiva.
Si nos centramos en las tormentas que nos rodean, estaremos deprimidos, pero si vemos a Jesús, quien comenzó nuestra fe y estará ahí cuando muramos, no sólo tendremos un futuro distinto sino una perspectiva diferente. Nuestra perspectiva a menudo determina los resultados de cualquier situación, y hay muy pocas cosas más importantes en el manejo de cualquier angustia que una actitud positiva. Pablo la tuvo cuando estaba enfrentando la muerte segura y nosotros también podemos tenerla.

PARA DISCUSIÓN 

1. ¿Cuáles personas contribuyeron al crecimiento espiritual temprano del joven Timoteo?
2. ¿Cuál fue la contribución primordial de la madre y la abuela de Timoteo?
3. ¿Cuán importante es que el evangelio sea presentado con seguridad y sin temor? ¿De qué manera dificultan el temor y la timidez la presentación del evangelio?
4. Basado en su conocimiento de a quien había él creído, ¿de qué estaba Pablo seguro que Dios podía hacer? ¿Tiene usted esa clase de certeza?

Preparado por D. Robinson; COMITÉ BAUTISTA ESCUELA DOMINICAL de A.B.A.

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