La Señal De La Vara De Almendro

EL LLAMADO DE JEREMIAS
Texto: Jeremías 1:1-19; 2 Reyes 24:1-5
“Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande.” Jeremías 1:7

UN VISTAZO PRELIMINAR

Hoy comenzamos un estudio del libro de Jeremías. Jeremías no es el libro de profecía más largo, ni tampoco Jeremías es el profeta más difícil de entender. Él está entre los más heroicos de todos los profetas. Este joven comenzó su ministerio en los días de Josías, rey de Judá, y por cuarenta años predicó en Judá tratando de despertar a la nación a lo que estaba a punto de sucederle con el fin que se arrepintiera. Todo para salvar a la nación del juicio de Dios. En todos esos cuarenta años, él nunca vio ninguna señal de aliento. No cambió el curso precipitado de su nación hacia la destrucción. No vio ninguna señal que reflejara que sus palabras hubieran tenido algún impacto; sin embargo, fue fiel a su tarea. A través de angustia personal, luchas, dolores de cabeza, dificultades y peligros, hizo lo que Dios lo había enviado a hacer. Dejó un tremendo historial sobre la grandeza de Dios, el poder de Dios sobre las naciones, su control de la historia y la esperanza que surge de las tinieblas del pecado.
Este libro se ubica en un tiempo de declinación moral en Israel. Revela lo que hay detrás del colapso de una nación. Las fuerzas que destruyen las naciones hoy son las mismas fuerzas que dieron como resultado la caída de la nación de Israel. Estudiando el libro de Jeremías podemos aprender un montón sobre lo que está sucediendo en el mundo. Podemos aprender cómo comportarnos en tiempos de crisis nacional y personal. ¿Qué debería hacer un creyente cuando las cosas se desploman alrededor de su hogar, su comunidad, su nación y del mundo en el cual vive? Las respuestas se encuentran en esta profecía. De esta profecía también oímos un gran mensaje de esperanza en un momento de desesperación y oscuridad, y vemos cómo Dios siembra la semilla de una nueva vida en medio de la muerte y la destrucción. Éste es un gran libro y nosotros cosecharemos grandes bendiciones conforme lo estudiamos juntos.

UNA MIRADA MÁS CERCANA

I. El llamado de Jeremías
Jeremías 1:5, 6

5. Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.
6. Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño.

Comenzamos con una afirmación de la gran verdad dada en Efesios 2:10. Dios tiene un plan para su vida. Dios había estado preparando a Jeremías aún antes que Jeremías naciera. Jeremías era hijo de un sacerdote, Hilcías. Se crió dentro y en los alrededores del templo de Jerusalén, y estaba bien familiarizado con la vida espiritual de su nación. Jeremías pudo haber sido un sacerdote como su padre, pero Dios tenía un plan distinto para este joven.
De igual manera, Dios tiene un plan para su vida y para la mía. Todos somos únicos. Jamás habrá otra persona exactamente igual a usted. Usted es obra de Dios y Él tiene un plan para su vida, así como tenía un plan para la vida de Jeremías. Dios tiene una meta hacia la cual está trabajando en cada una de nuestras vidas.
No es eso interesante, cuando los hombres enfrentan una crisis, buscamos una organización o un programa que nos ayude. Cuando Dios ve un problema, Él llama a una persona a servirle, y luego se aclara la solución al problema.
Jeremías ocupó un lugar único en la historia de Israel, e hizo una maravillosa labor emitiendo el llamado que Dios le dio. Al principio estaba renuente. Dijo que no podía ser un portavoz de Dios porque no tenía un entendimiento adecuado. Era como un niño tratando de resolver un rompecabezas complicado y difícil. Probablemente Jeremías tenía unos treinta años cuando fue llamado como profeta. Muchos considerarían ésta como una edad inmadura, pero esta declaración muestra la sensibilidad y el entendimiento de este joven. Él fue llamado a ponerse en pie ante reyes y no se sentía apto para esta tarea. Si alguna vez se ha usted sentido así, no está sólo. Jeremías, Isaías, Moisés, Gedeón y muchos otros expresaron las mismas dudas.

II. La comisión de Jeremías
Jeremías 1:7-10

7. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande.
8. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.
9. Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca.
10. Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derrib­ar, para edificar y para plantar.

La respuesta de Dios a Jeremías fue la misma respuesta a cualquiera en esta situación. Dios prometió guiar su camino y darle un mensaje que llevar. Dios le prometió aún estar ahí cuando Jeremías tuviera miedo, y que sencillamente estaría con él sin importar cuáles circunstancias difíciles pudieran venir. Dios prometió estar donde Jeremías lo necesitara, en cualquier situación en la que pudiera encontrarse. Que aliento más maravilloso para cualquiera.
Este es el mismo pacto que Dios hace con nosotros. Él siempre está con nosotros, aún hasta el fin del mundo. Nunca debemos decirle a Dios que no podemos servirle o que no podemos seguirle donde Él nos guíe. Él está ahí para nosotros en cualquier momento de necesidad. Literalmente, nosotros podemos hacer todo en Cristo que nos fortalece.
Como con Isaías, Dios tocó la boca de Jeremías. Las palabras de Jeremías vinieron a ser una clave en su poder espiritual. El fuego divino que comenzó en su corazón se mantuvo dentro de él durante todos los días de su ministerio. Dios prometió poner a Jeremías sobre naciones y reinos. Éstas no son sólo meras pal­abras de poesía; son promesas literales. Mucho tiempo después que las naciones de los días de Jeremías han venido y se han ido, el mensaje de esta profecía todavía es viable. Es tan cierta hoy como cuando fue dada hace mucho tiempo.
Las predicciones y los planes de los reyes y las princesas se han desvanecido en las cenizas, pero las profecías de Jeremías todavía están quemándose intensamente dando luz a todo los que las leen y las entienden.
Cuando seguimos al Señor, simplemente no nos puede ir mal. Cuando nos negamos a seguir al Señor, jamás nos podrá ir bien. Seguir al Señor no es un paso a ciegas y en ignorancia hacia la oscuridad. Dios le tenía a Jeremías una tarea específica que hacer. Claramente Dios estableció la tarea delante de Jeremías, y le dio la cantidad precisa de poder y la sabiduría necesaria para hacer este trabajo. De esta manera es que todavía trabaja Dios hoy día.

III. Una vara de almendro y una olla que hierve
Jeremías 1:11-16

11. La palabra de Jehová vino a mí, diciendo: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Veo una vara de almendro.
12. Y me dijo Jehová: Bien has visto; porque yo apresuro mi pal­abra para ponerla por obra.
13. Vino a mí la palabra de Jehová por segunda vez, diciendo: ¿Qué ves tú? Y dije: Veo una olla que hierve; y su faz está hacia el norte.
14. Me dijo Jehová: Del norte se soltará el mal sobre todos los moradores de esta tierra.
15. Porque he aquí que yo convoco a todas las familias de los reinos del norte, dice Jehová; y vendrán, y pondrá cada uno su cam­pamento a la entrada de las puertas de Jerusalén, y junto a todos sus muros en derredor, y contra todas las ciudades de Judá.
16. Y a causa de toda su maldad, proferiré mis juicios contra los que me dejaron, e incensaron a dioses extraños, y la obra de sus manos adoraron.

Dios ahora le mostró a Jeremías dos objetos comunes, y sacó una lección espiritual de ellos. Este patrón se repetiría a través del libro. El primer objeto era una vara hecha de árbol de almendro. En Israel este árbol era llamado “vigilante” por ser el primero en florecer en la primavera.
En hebreo hay un tipo de juego de palabras aquí. Jeremías vio un “vigilante” y Dios está cuidando su Palabra para estar seguro que se cumpla. Este es un mensaje de esperanza y sanidad. Dios jamás dejará de alcanzar los propósitos que ha establecido en su Palabra. Esto no depende de aquellos que proclaman esa Palabra; depende de Dios.
Cuando predicamos fielmente y enseñamos la Palabra de Dios, nunca tenemos que preocuparnos por el resultado de nue­stro trabajo. Éste es el mensaje alentador que Dios le dio a Jeremías al principio de su ministerio. Puede que los hombres reciban la Palabra de Dios, o no, pero Dios está a cargo. Él está cuidando al mundo para estar seguro que al final sus siervos sean recompensados por lo que hagan.
Luego Dios le mostró a Jeremías una olla hirviendo. Esto era algo común de ver en Israel. La olla estaba hirviendo, y el vapor que salía de ella soplaba hacia el norte.
Dios le dijo a Jeremías que él traería una olla hirviendo de naciones del norte contra la ciudad de Jerusalén y las ciudades de Judá. Este es un cuadro de juicio. La historia revela algo importante aquí. En esta época, Egipto era la nación más poderosa; no obstante, Dios ignoró a Egipto e hizo que Jeremías volviera su atención hacia el norte. En ese momento no había nación alguna al norte que amenazara Judá; no obstante, ésta es la palabra de Jehová, y al final, los babilonios de hecho llegaron del norte y tomaron Jerusalén.
De seguido, se da la razón para el juicio. Este principio tiene tanta aplicación hoy día como la tuvo en aquel tiempo. Las naciones que abandonen a Dios y se vuelvan a adorar a dioses hechos por hombres y a las obras de sus propias manos, al final enfrentarán el juicio de Dios.

IV. El aliento de Jeremías
Jeremías 1:17-19

17. Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y háblales todo cuanto te mande, no temas delante de ellos, para que no te haga yo quebrantar delante de ellos.
18. Porque he aquí que yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes, y el pueblo de la tierra.
19. Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte.

Jeremías enfrentó una tarea desalentadora. Todas las naciones del mundo, incluyendo la suya propia, habían abandonado a Dios y él tenía que profetizar contra ellas; pero Dios estaba con él. Jeremías no debía desanimarse porque Dios podía detener cualquier amenaza contra él. Dios había hecho a este hombre como una ciudad bien defendida, como una columna de hierro o un muro de bronce.
El poder de la princesa de Judá sería traída contra él, pero él no fallaría ni caería entretanto Dios estuviera con él. Dios no le prometió una vida fácil. Él enfrentaría muchos conflictos y pruebas. Los líderes de su tierra lucharían contra él, pero no ganarían. La razón era sencilla y poderosa. Dios estaba con Jeremías y Dios lo libraría.
Todos necesitan aliento de vez en cuando. El aliento está ahí para nosotros como lo estuvo para Jeremías y está en el mismo lugar. Está en la Palabra de Dios. Cuando estamos seguros de nuestro llamado y estamos haciendo lo que Dios nos guía a hacer, tenemos el poder del cielo que nos ayuda. ¡Qué gran aliento es este poder en cualquier momento de tribulación!

UNA PALABRA FINAL

Jeremías aprendió al menos cuatro cosas de su encuentro ini­cial con Dios. Primero, aprendió la soberanía de Dios; o sea, que Dios tiene control sobre las naciones de la tierra. Los hombres todavía imaginan que controlan las cosas que suceden en la tierra, pero Dios obra tras las escenas. Al final es su voluntad la que se hará.
Jeremías aprendió acerca del implacable juicio de Dios. Si las naciones persisten en alejarse de Él, Dios las juzgará. Dios no mostrará misericordia a aquellos que le rechacen, aún su propio pueblo, Israel, sufriría al abandonar a Dios y servir ídolos. Esa gran lección aún se aplica a las naciones del mundo hoy día.
Jeremías aprendió sobre la fidelidad de Dios para cumplir su Palabra sin importar lo que los hombres dijeran o hicieran. Jeremías no se estaba sirviendo a sí mismo y no estaba sirvien­do a Judá; él estaba sirviendo a Dios. Dios es fiel a su Palabra y Dios cuida de sus siervos. Como un padre ama a sus hijos, Dios ama a los que le sirven. Él suplirá sus necesidades y los protegerá de todo peligro. Cuando termine con ellos en la tierra, los llamará al hogar en gloria.
Finalmente, él aprendió que sufriría. Su vida y su ministerio no serían fáciles, pero sería posible debido a la ternura y la provisión de Dios.

PARA DISCUSIÓN

1. ¿Por qué cree usted que Dios le dijo a Jeremías que el pueblo rechazaría su mensaje?
2. Dios se aseguró que Jeremías supiera acerca de su llamado divino. ¿Por qué era importante que Jeremías conociera el llamado de Dios que estaba en su vida?
3. ¿Cómo reciben los siervos de Dios el aliento en estos días?
4. ¿Nos debería desanimar cuando las personas rechazan nuestro mensaje? ¿Debemos tomar el rechazo de forma personal?

Preparado por D. Robinson; COMITÉ BAUTISTA ESCUELA DOMINICAL de A.B.A.

3 Replies to “La Señal De La Vara De Almendro”

  1. Me gusto mucho su explicacion a si tambien me gustaria que dieran su explicacion del libro de los demas profetas en especial el libro de ezequiel amen gloria Dios hermanos el espiritu de Dios y de nuestro senior jesucristo este con ustedes y les de entendimiento en todo

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