La Señal De La Cisterna Rota

LA SUPLICA DE DIOS

Texto: Jeremías 2:1-37; 2 Reyes 24:6-10
“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.” Jeremías 2:13

Debemos darnos cuenta del valor de seguir y servir a Dios por completo.

UN VISTAZO PRELIMINAR

Jeremías podría ser llamado el profeta predicador. El libro de Jeremías es una serie de sermones que Jeremías predicó a los líderes de Judá. Cada uno de ellos está lleno de ilustraciones que lanzan retos tomados de la vida cotidiana y aplicada a la condición espiritual de la nación de Israel.
Una de las tareas de cualquier predicador es tomar una situación o un objeto ordinario de todos los días y dar una aplicación espiritual del mismo. Jesús hizo esto a la perfección en su uso de parábolas. Todos los mensajes de Jeremías se centraban alrededor de cuatros temas. Él predicó sobre la rebeldía de los hijos de Israel, la necesidad de un arrepentimiento verdadero, la fuente de la justicia verdadera y el juicio final de Dios.
Éste fue el primer mensaje de Jeremías, y establece la nota para su ministerio. Hay muchas similitudes entre este mensaje y las situaciones del mundo hoy. Vemos hoy una constante tendencia de andar a la deriva, alejándose del Señor. Vemos cosas desintegrándose moral y espiritualmente a nuestro alrededor. Muchas personas, tal vez sin siquiera darse cuenta, están perdiendo el gozo de su salvación y están recayendo en el estilo de vida que tenían antes de convertirse.
Lo que realmente necesitamos en tal situación es una voz llamándonos de vuelta a nuestras raíces y a un tiempo y lugar de compañerismo real y amor sincero por el Señor. Lo trágico es que la rebeldía puede suceder gradualmente de tal manera que nadie siquiera sepa que algo está mal. Podemos estar en un estado de decadencia moral y pensar que todo está normal. Por esto necesitamos escuchar la voz de este profeta.

UNA MIRADA MÁS CERCANA

I. Cosas que no dejan beneficios
Jeremías 2:5-8

5. Así dijo Jehová: ¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad y se hicieron vanos?
6. Y no dijeron: ¿Dónde está Jehová, que nos hizo subir de la tierra de Egipto, que nos condujo por el desierto, por una tierra desierta y despoblada, por tierra seca y de sombra de muerte, por una tierra por la cual no pasó varón, ni allí habitó hombre?
7. Y os introduje en tierra de abundancia, para que comieseis su fruto y su bien; pero entrasteis y contaminasteis mi tierra, e hicisteis abominable mi heredad.
8. Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Jehová? y los que tenían la ley no me conocieron; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en nombre de Baal, y anduvieron tras lo que no aprovecha.

Cuando Dios llamó a Israel como nación suya, Él entró a una relación de pacto con este pueblo. Él lo describió como un hombre y una mujer contrayendo matrimonio. En un matrimonio cada uno tiene tanto el derecho de esperar como una labor que ejecutar. Dios ha guardado su mandamiento para el pueblo de Israel por todos los siglos, pero la nación se comportó como una esposa infiel, se alejó de Dios y fue tras los dioses hechos por hombres.
Dios hizo preguntas que no estaban diseñadas para ser con-testadas directamente sino para que los hombres se detuvieran y pensaran. El primer reto era que el pueblo de Israel encontrara alguna manera en que Dios no hubiera guardado su pacto con su nación. Por supuesto, no pudieron contestarla. Dios nunca dejó de guardar la más mínima promesa.
Observe que el pecado a menudo es producto del olvido. Las personas que vivieron en los días de Jeremías no fueron los mismos que habían salido de Egipto. Habían ido y venido generaciones; no obstante, todos los hombres de Israel le debían su identidad nacional y la prosperidad a aquellos que habían ido delante de ellos. El acto final del egoísmo es ver su propia generación como si fuera la única que hubiera existido jamás. El pueblo de Judá había olvidado su heredad, y cuando lo hizo, Satanás encontró un lugar en el pensamiento de ellos.
Dios había bendecido abundantemente a esta nación por siglos; no obstante, sólo estaban interesados en lo que Dios había hecho por ellos últimamente. ¿Le suena esto familiar? La gente aún está corta de vista y es tan egoísta que en un momento de tentación, casi de inmediato se olvida de las bendiciones pasadas.
Jeremías mencionó cuatro grupos que habían fallado con su responsabilidad de advertirle al pueblo y llamarlo de vuelta a Dios. Estos fueron los sacerdotes, los abogados, los pastores y los profetas que profetizaron por Baal (Jer. 2:8) Cada uno de estos grupos falló por no haber reconocido la presencia de Dios en sus vidas. Aún aquellos que debieron haber estado pendientes de Dios habían venido a ser tan insensibles que ignoraron la presencia de Dios. Al hacerlo, de seguro decaerían.
Lamentablemente, a menudo las bendiciones llevan a la deserción. Cuando los hijos de Israel estuvieron en necesidad diaria de maná, siguieron a Dios con sumo cuidado. Cuando estuvieron luchando por una tierra en los días de Josué, diaria-mente dependieron de la fuerza de Dios. Pero, cuando finalmente llegaron a la tierra, pronto se olvidaron de Dios y se fueron tras los dioses de los pueblos circundantes. Esto no fue provechoso para esta nación, y no lo es para ninguna. Jamás debemos olvidar de dónde venimos, ni el poder de Dios que nos ha traído hasta aquí.

II. Cisternas rotas
Jeremías 2:9-13

9. Por tanto, contenderé aún con vosotros, dijo Jehová, y con los hijos de vuestros hijos pleitearé.
10. Porque pasad a las costas de Quitim y mirad; y enviad a Cedar, y considerad cuidadosamente, y ved si se ha hecho cosa semejante a esta.
11. ¿Acaso alguna nación ha cambiado sus dioses, aunque ellos no son dioses? Sin embargo, mi pueblo ha trocado su gloria por lo que no aprovecha.
12. Espantaos, cielos, sobre esto, y horrorizaos; desolaos en gran manera, dijo Jehová.
13. Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.

Jeremías retó a los israelitas a comparar a su nación con otras naciones. El cargo era buscar de este a oeste, para que consideraran con diligencia si lo que estaban haciendo había sucedido anteriormente. Por supuesto, se darían cuenta que ninguna otra nación se había comportado de esta manera.
Es extraño observar que aún los idólatras raramente abandonan a sus ídolos, aún cuando esos ídolos hayan demostrado ser falsos. Cuando el ídolo Dagón fue destruido en presencia del Arca del Pacto, los filisteos no abandonaron a este dios falso (1
S. 5:1-7). Incluso después que Naamán había sido curado de lepra, todavía fue a un templo falso y se inclinó ante un dios falso (2 R. 5:15-19). Aún después que el ejército asirio había sido destruido por mano de Dios, los líderes del país no abandonaron a sus dioses falsos (Is. 37:36-38).
Pero Israel había abandonado al único Dios verdadero a cambio de dioses hechos por hombres los cuales habían demostrado ser inefectivos y falsos. Habían renunciado a la ayuda verdadera y a la gloria de Dios por satisfacer sus propios deseos carnales. Al hacerlo, lo único que les quedaba por creer era una mentira. Si usted no cree la verdad, ¿qué cree?
En ilustraciones vívidas Jeremías enumeró dos pecados de Israel. El agua era un producto valioso y a menudo escaso en Israel. Un lugar que tuviera agua era una bendición para todos los que vivían ahí. Jeremías comparó a Israel con un hombre que abandonaría su cisterna de agua bien hecha y adecuadamente suplida, por hacerse una cisterna rota de lodo e ir ahí para sacar agua. El punto es que esto no tenía sentido para ninguna persona racional.
El mismo punto es que cuando alguna nación abandona a Dios, el sustituto jamás es tan bueno como el real. Ningún dios hecho por hombres tiene algún poder más allá que aquellos que el hombre que lo hizo. Pero hay un Dios real y Él puede suplir cualquier cosa que necesitemos. Jeremías conocía a Dios. Él era llamado por Dios y sabía que Dios podía ayudar a su nación. Su mensaje era el de ayudar a otros a detenerse y pensar en lo que estaban haciendo, y que luego se arrepintieran y se volvieran al Dios quien realmente podía salvar a esta nación.
Las naciones, así como los individuos, están sujetos a la ira y al actuar de Dios. Ningún individuo puede ignorar la Palabra de Dios con impunidad; tampoco puede hacerlo una nación. Al final, habrá un ajuste de cuentas, y los dioses sustitutos de la humanidad serán como las cisternas rotas. No servirán para suplir lo que realmente se necesita. Todo el tiempo había habido una fuente de agua viva en una cisterna que jamás se rompería, la cual estaba ahí para tomarla. Nosotros tenemos que tener el sentido de reconocer la diferencia y de buscar la fuente ver-dadera de la vida eterna.

III. Algo malo y amargo
Jeremías 2:19-22

19.Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán; sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los ejércitos.
20. Porque desde muy atrás rompiste tu yugo y tus ataduras, y dijiste: No serviré. Con todo eso, sobre todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso te echabas como ramera.
21. Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella; ¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña?
22. Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor.

Todo pecado lleva consigo la semilla de su propio castigo. En un sentido real, Dios no estaba castigando a este pueblo. Ellos se estaban auto-castigando. Habían tomado la decisión de abandonar al Señor. En aquel tiempo, esta decisión no era un voto nacional o referéndum y tampoco lo es hoy día. Esta decisión es una decisión individual hecha en el corazón de cada persona. Conforme un hombre tras otro y una mujer tras otra se alejan de Dios y le dan la espalda, al final, la nación entera habrá hecho lo mismo.
Dios describió esto como malo y amargo. Lo malo promete dulzura pero siempre entrega amargura. Sencillamente pregúntele a cualquiera que ha persistido en pecar por un tiempo. Si es honesto, le dirá que desde el principio hubiera deseado no haber pecado jamás. El pecado nunca tiene un final feliz. Al final, nadie estará delante del Señor contento por abandonarlo y alejarse de la verdad.
Esta maldad y rebeldía no fue una falla de parte de Dios; fue el pueblo el que no guardó los compromisos que voluntariamente habían hecho en el pasado. Dios jamás obliga a nadie a decidir servirle. Él llama y Él guía. Nosotros tenemos que tomar la decisión de seguirle. Dios no nos obliga a servirle, pero una vez que nos comprometemos a hacerlo, Él espera que mantengamos nuestra palabra.
Dios había librado a los israelitas en el pasado, y el pueblo voluntariamente había prometido que le serviría. Habían prometido guardar su Palabra y no transgredir sus leyes; pero se habían olvidado de su promesa y habían fornicado con muchos amigos en todos los montes de la tierra.
Dios comparó a este pueblo con una vid o planta. La planta era sembrada para ser una noble vid, útil y fructífera, pero cuando crecía, era una hierba tóxica. Una vez ahí, su naturaleza no podía ser cambiada. Ninguna cantidad de agua y jabón quitaría la naturaleza mala de la vid desagradable.

UNA PALABRA FINAL

La verdad inherente en estos versículos es que tenemos que vivir con las decisiones que tomamos para bien o para mal. Cuando tomamos la decisión, no podemos volver a atrás y pre-tender que jamás la tomamos.
Los pecados del pueblo de Judá eran en gran medida lo que llamamos adulterio espiritual. Así como el adulterio físico, en apariencia se le es fiel a su compañero/a, pero en realidad se vive una vida de infidelidad. A primera vista, Israel era una nación piadosa. El templo estaba ahí. Ahí estaba el sacerdocio y ellos tenían los libros de la ley. Tenían un rey ungido y Dios a menudo intervenía para salvar a esta nación de sus innumerables enemigos. No obstante, también estaban los templos y los profetas de los dioses falsos. El pueblo sostenía que estos otros dioses eran iguales al Dios verdadero; y de muchas maneras el pueblo era más leal a estos ídolos que al único Dios verdadero.
El pecado empaña nuestras mentes de tal forma que pensemos que lo correcto es malo y que lo malo es correcto. En su mensaje, Jeremías llamó de vuelta a la verdad al pueblo de Israel. Ellos debían ver su pasado y su entorno presente para ver la mano de Dios obrando en su nación. Cuando lo hicieran, debían arrepentirse de sus pecados y volverse a la verdad que habían dejado hacía tiempo atrás. El camino de vuelta comienza cuando recordamos de dónde venimos. Sólo cuando evaluamos nuestra herencia y guardamos las promesas de nuestros padres en la fe podemos esperar tener la presencia continua del poder de Dios que nos ayudará en nuestros problemas futuros. Ninguna relación en nuestras vidas es más importante que nuestra relación con el único Dios vivo y verdadero. Todas las demás bendiciones en la vida y en la eternidad fluyen del conocimiento de Dios y del guardar su Palabra en nuestro corazón.

PARA DISCUSIÓN

1. ¿Cuál es una señal segura de que usted se ha olvidado de Dios?
2. ¿Por qué es tan importante que aquellos que manejan la Palabra conozcan al Autor?
3. Aunque la mayoría no adoramos ídolos reales, ¿qué cosas ponemos antes que a Dios?
4. ¿Le molesta a usted defraudar a Dios? ¿Qué debería hacer al respecto?

Preparado por D. Robinson; COMITÉ BAUTISTA ESCUELA DOMINICAL de A.B.A.

5 Replies to “La Señal De La Cisterna Rota”

  1. La razón y el juicio son las cualidades de su líder .
    Casi la totalidad de las cosas esenciales en el planeta están ya realizada por las personas que han seguido intentando cuando parecía haber ninguna esperanza .

  2. Excelente y oportuno estudio. Gracias a Dios por que prepara a sus mensajeros para llevar su mensaje, ¡a Dios sea la honra!

  3. he sido muy edificado con este bello pasaje de la palabra de Dios.el comentariobien trazado y agudo me ha tocado poderosamnete,que mi buen Dios siga usando su vida amado hermano

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