La señal de la ramera contaminada

EL PERDON DE DIOS
Texto: Jeremías 3:1—6:30

“Dicen: Si alguno dejare a su mujer, y yéndose ésta de él se juntare a otro hombre, ¿volverá a ella más? ¿No será tal tierra del todo amancillada? Tú, pues, has fornicado con muchos amigos; mas ¡vuélvete a mí! Dice Jehová.” Jeremías 3:1

Habiendo experimentado la profundidad del perdón de Dios, debemos hacer un esfuerzo renovado de ser más amoroso e indulgente con otros.

UN VISTAZO PRELIMINAR

Las palabras claves en esta lección son rebelde y regreso. Es interesante que ambas palabras sean una forma del mismo término hebreo. Ambos términos conllevan la idea que aquellos que han pecado pueden arrepentirse y volver a la senda de justicia.
Los versículos del texto de la lección de hoy son parte de un gran sermón que Jeremías dio en los días de Josías. Esta lección le aclara tres puntos importantes al pueblo de Judá.
Primero, Jeremías les demuestra la profundidad de sus pecados. Él les dijo que merecían ser abandonados; no obstante, él expuso la misericordia y la gracia de Dios quien les había extendido una invitación a regresar.
Segundo, él puso delante del pueblo de Judá los pecados de su nación hermana al norte, Israel. A menudo usamos el término Israel para referirnos a esta nación en cualquier periodo, pero después del año 947 a.C. aproximadamente, el término Israel denota las tribus del norte y el término Judá habla de las tribus al sur. La nación de Israel cayó en mano de los asirios en 722 a.C. y Jeremías usó su destrucción como ejemplo para Judá.
Finalmente, Jeremías dio un maravilloso mensaje de aliento, demostrando cómo Dios estaba listo para recibir y restaurar a este pueblo si se arrepentía.
Recuerde que Dios siempre busca lo mejor para nosotros en todas las situaciones. Dios no desea castigar a nadie (Ez. 33:11). Dios quería que la nación rebelde abandonara sus malos caminos y regresara a Él. Entonces les ofrecería bendición y protección contra sus enemigos. Él les hace la misma oferta a todos los que deambulan lejos de la senda de bendición.


UNA MIRADA MÁS CERCANA

I. Una esposa adúltera
Jeremías 3:1-5

1. Dicen: Si alguno dejare a su mujer, y yéndose ésta de él se juntare a otro hombre, ¿volverá a ella más? ¿No será tal tierra del todo amancillada? Tú, pues, has fornicado con muchos amigos; mas ¡vuélvete a mí! Dice Jehová.
2. Alza tus ojos a las alturas, y ve en qué lugar no te hayas prostituido. Junto a los caminos te sentabas para ellos como árabe en el desierto, y con tus fornicaciones y con tu maldad has contaminado la tierra.
3. Por esta causa las aguas han sido detenidas, y faltó la lluvia tardía; y has tenido frente de ramera, y no quisiste tener vergüenza.
4. A lo menos desde ahora, ¿no me llamarás a mí, Padre mío, guiador de mi juventud?
5. ¿Guardará su enojo para siempre? ¿Eternamente lo guardará? He aquí que has hablado y hecho cuantas maldades pudiste.

Jeremías comenzó con una pregunta retórica diseñada para hacer que quienes la leyeren, meditaran. Si la esposa de un hombre lo dejara y se casara con otro hombre, ¿iría ese hombre a ella y buscaría volvérsela a ganar? Observe que ella no volvió a él, la pregunta es ¿volvería él a ella? La respuesta posible sería un no rotundo.
El pueblo de Judá había actuado como una esposa adúltera. Había abandonado a Dios y se había ido tras dioses falsos. Dios comparó esto con una mujer que dejó a su marido y luego estuvo teniendo relaciones con muchos otros hombres. Lamentablemente, realmente algunas personas se comportan así físicamente hablando. Dios instó al pueblo a volver a Él.
Él les pidió que vieran alrededor y buscaran la verdad de su situación. Nosotros tenemos una capacidad asombrosa para razonar casi cualquier situación y justificarnos o explicarla de tal forma que nunca somos realmente culpables por nuestro comportamiento. Dios llamó al pueblo de Judá a la sobriedad, y le pidió que viera lo que estaba haciendo y dejara de hacerlo.
Judá había sido como una prostituta espiritual disponible para cualquier dios falso que se le pusiera en el camino. Con esta conducta todo el tiempo el pueblo había contaminado la tierra con idolatría, alegando que era el pueblo del único Dios vivo y verdadero.
Como resultado de esto, Dios había retenido su bendición de la tierra. Las lluvias no llegaron a bendecir la tierra y alimentar al pueblo; pero el pueblo de Judá no lo había visto como un castigo de parte de Dios. Su pecado era claro para todos los demás; no obstante, ellos se negaron a reconocer las profundidades de su conducta depravada. Sencillamente se negaron a estar avergonzados, aunque su conducta era vergonzosa. Esto suena como muchos que viven nuestros días.
Debido a que no vieron su pecado, no se arrepintieron. Dios les hizo el llamado a recordar la enseñanza que habían tenido como nación joven y que regresaran al camino de justicia. Aunque no se perdonaran entre ellos por la clase de conducta que se menciona aquí, Dios los perdonaría si se arrepentían y volvían a Él. En lugar de aprovechar las oportunidades que tenían para arrepentirse, siguieron en sus caminos malos y usaron cada oportunidad que tenían para hacer más mal.

II. La rebelde Israel
Jeremías 3:6-11

6. Me dijo Jehová en días del rey Josías: ¿Has visto lo que ha hecho la rebelde Israel? Ella se va sobre todo monte alto y debajo de todo árbol frondoso, y allí fornica.
7. Y dije: Después de hacer todo esto, se volverá a mí; pero no se volvió, y lo vio su hermana la rebelde Judá.
8. Ella vio que por haber fornicado la rebelde Israel, yo la había despedido y dado carta de repudio; pero no tuvo temor la rebelde Judá su hermana, sino que también fue ella y fornicó.
9. Y sucedió que por juzgar ella cosa liviana su fornicación, la tierra fue contaminada, y adulteró con la piedra y con el leño.
10. Con todo esto, su hermana la rebelde Judá no se volvió a mí de todo corazón, sino fingidamente, dice Jehová.
11. Y me dijo Jehová: Ha resultado justa la rebelde Israel en comparación con la desleal Judá.

Dios primero le lanzó a Judá el reto de auto-examinar su propio comportamiento. Luego la retó a que echara un vistazo alrededor para que viera lo que Él había hecho en las vidas de sus vecinos. La idolatría del norte había comenzado durante la fundación de la nación. Jeroboam había construido Siquem y levantado un templo falso y un sacerdocio falso al dividirse la nación (1 R. 12:25-33). A través de los años muchos otros ídolos habían sido adorados en Israel. Dios había enviado muchos profetas para hacerle una advertencia a esta nación, pero rechazaron los mensajeros y el mensaje que llevaban.
Dios no estaba solamente tratando de castigar al norte, sino extendiendo una invitación tras otra para que una vez más volvieran a ser su pueblo. La figura que se repite aquí es el término rebelde. El término nos visualiza a un animal terco que se negó a reconocer lo bueno que su maestro le proveía (Os. 4:16).
Se ha dicho con veracidad que un animal morderá la mano del que lo alimenta. A menudo los seres humanos tienden a hacer lo mismo. Cuando dejamos de ver que la bendición verdadera viene sólo de parte de Dios y nos volvemos a los dioses hechos por hombres, somos como el animal terco y rebelde.
Judá había sido testigo de las consecuencias de la idolatría de Israel. La nación había visto el avance asirio y la destrucción del norte. No obstante, la nación no entendió el punto, ni vio su pro-pio pecado, ni se volvió a Dios. Hubo un intento fingido de hacerlo, pero en la tierra de Judá nunca hubo un reavivamiento completo ni un regreso. De vez en cuando se levantaba un rey bueno y guiaba al pueblo de vuelta a su adoración verdadera; pero los ídolos jamás fueron destruidos de manera permanente, y el adulterio espiritual volvía a darse en una o dos generaciones.
Dios dio dos ilustraciones de estas naciones. Israel fue representado como una nación que se auto-justificaba. De alguna manera el norte sintió que tenían algún derecho imaginario de hacer lo que hacía. Judá fue representado como una nación desleal y fingiendo hacer lo correcto mientras en realidad practicaba el adulterio en todo momento.
La diferencia es que el pueblo de Israel, al norte, era idólatra. Adoraba ídolos y abandonó por completo al Dios verdadero. El pueblo de Judá intentó mantener una relación formal con Dios, mientras al mismo tiempo adoraba ídolos. Fingieron ser una esposa fiel mientras cometían adulterio con todas las religiones con las que se relacionaban.

III. El Dios misericordioso
Jeremías 3:12-17

12. Ve y clama estas palabras hacia el norte, y di: Vuélvete, oh rebelde Israel, dice Jehová; no haré caer mi ira sobre ti, porque misericordioso soy yo, dice Jehová, no guardaré para siempre el enojo.
13. Reconoce, pues, tu maldad, porque contra Jehová tu Dios has prevaricado, y fornicaste con los extraños debajo de todo árbol frondoso, y no oíste mi voz, dice Jehová.
14. Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo; y os tomaré uno de cada ciudad, y dos de cada familia, y os introduciré en Sion;
15. y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia.
16. Y acontecerá que cuando os multipliquéis y crezcáis en la tierra, en esos días, dice Jehová, no se dirá más: Arca del pacto de Jehová; ni vendrá al pensamiento, ni se acordarán de ella, ni la echarán de menos, ni se hará otra.
17. En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de Jehová, y todas las naciones vendrán a ella en el nombre de Jehová en Jerusalén; ni andarán más tras la dureza de su malvado corazón.

¿Por qué Dios sencillamente no destruyó a este pueblo y luego levantó otra nación que fuera su pueblo? La respuesta es que Dios guarda su palabra sin importar lo que los hombres hagan
o dejen de hacer. Dios es misericordioso y Dios es amor. Dios no envió a Jeremías para predicar un mensaje de penumbra y condena; lo envió para predicar arrepentimiento y perdón de pecados. Dios no quería enviar a Judá a la cautividad. Más bien quería que el pueblo rebelde reconociera su pecado y se volviera a Él.
El proceso se nos explica en detalle. El primer paso es reconocer que el pecado ha tenido lugar. Hasta que veamos que hemos pecado, no pediremos perdón. Satanás gana una victoria cuando la gente se niega a admitir que ha pecado. Quienes no creen que sean pecadores jamás buscarán perdón.
Una vez que admitimos que hemos pecado, tenemos que volvernos al camino de la bendición. Esto es el arrepentimiento. Arrepentirse significa más que admitir que usted está equivocado y que lamenta estar equivocado. Es afirmar que hay un camino correcto y comenzar a andar en él. El pueblo de Judá todavía tenía el templo y el sacerdocio. Podían usarlos y volver a la adoración correcta en cualquier momento que decidieran hacerlo.
Si lo hacían, Dios los bendeciría. Dios prometió enviarles hombres que les enseñarían lo correcto y los alimentarían de su Palabra. Él prometió multiplicarlos y agrandarlos.
A través de los siglos Dios vio hacia el momento en que los hombres no vendrían a Jerusalén porque el arca del pacto estuviera ahí, sino porque el Mesías estaba ahí. Este es el momento que está por venir cuando Jesús vuelva a gobernar el mundo, y desde esta antigua ciudad, la justicia y la moral irá tras todas las naciones. En ese gran día, la imaginación vil de los corazones de los hombres ya no gobernará más el mundo. La justicia de Dios cubrirá al mundo como las aguas cubren la mar.

UNA PALABRA FINAL

El adulterio jamás tiene un final feliz. La mejor manera para tratar con el pecado es negarse a cometerlo desde el principio. Es cierto que Dios perdona a los adúlteros, y como lo muestra esta lección, Dios está dispuesto a tomarnos de nuevo, aun cuando puede que no estemos dispuestos a perdonarnos entre nosotros.
Ésta no era una opción para el pueblo de Judá. Ellos habían pecado. Ahora tenían que tomar el paso de doble vía de reconocer que habían pecado y darse la vuelta al Señor. Ésta todavía es una necesidad en el mundo hoy.
Jesús dio una maravillosa ilustración de esta verdad en Lucas 15. Ahí leemos de un hijo que se fue a un país lejano y gastó su sustento viviendo una vida descontrolada. Su regreso y restauración se basan en estos mismos dos pasos. Él vino a sí mismo y admitió que había pecado contra su padre y contra el cielo. Entonces volvió a la casa de su padre. Cuando lo hizo, encontró a un padre amoroso esperándolo ansiosamente para recibirlo.
Cuando pecamos, necesitamos seguir los mismos dos pasos. Tenemos que dejar de justificar y razonar nuestros pecados. Tenemos que admitir con franqueza que somos pecadores, y luego necesitamos volver al lugar donde nos desviamos. Tenemos que ir al hogar, al Señor, y pedirle perdón. Cuando lo hacemos, Él abrirá el cielo y bendecirá nuestras almas. Éste es el mensaje de Jeremías.

PARA DISCUSIÓN

1. ¿De qué manera es que nuestra tierra, como la nación de Israel, está siendo contaminada con fornicaciones?
2. ¿Nos sorprende la templanza, la paciencia y el perdón de Dios con su pueblo? ¿Por qué o por qué no?
3. ¿Cuán importante es el arrepentimiento sincero? (Observe los comentarios en Jeremías 3:10).
4. ¿Por qué criticamos más los pecados de otros que los nuestros?

Preparado por D. Robinson; COMITÉ BAUTISTA ESCUELA DOMINICAL de A.B.A.

1 Reply to “La señal de la ramera contaminada”

  1. Lo que si se es que : no he visto a alguien que peque y se pueda escapar de la retribucion del mismo, por que nadie se puede burlar del Dios todopoderoso. Tarde o temprano se tiene que pagar las consecuencias de nuestros desvarios.
    Bendiciones, me gusto por que voy en mi lectura diaria a lo que dice este blog.

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