La Señal Del Profeta Soltero

EL JUICIO DE JUDA
Texto: Jeremías 16:1—17:27

Versículo Clave: «por tanto, he aqui les enseñare esta vez, les hare conocer mi mano y mi poder, y sabrán que mi nombre es Jehová.» Jeremías 16:21

Debemos reconocer que el camino de Dios siempre es el mejor y es la manera más correcta para vivir.

UN VISTAZO PRELIMINAR

Nosotros enseñamos más con lo que hacemos que con lo que decimos. Muchas personas preferirían ver un sermón antes que oír uno, y por eso Dios instruyó a Jeremías para que viniera a ser un tipo de mensaje viviente para el pueblo rebelde de Judá.
Esto no era singular. Dios también le dijo a Oseas que usara su vida personal como ejemplo de una verdad espiritual. Dios usó muchos medios disponibles para enseñarle la verdad al pueblo de Israel. Las medidas empleadas en esta lección son severas, y de muchas formas tuvieron un impacto en la vida personal de Jeremías; pero él profetizó en tiempos fatales y difíciles. El momento para el arrepentimiento se estaba acortando, y estos tiempos de tribulación hacían el llamado a medidas drásticas para declararle el mensaje de Dios al pueblo.
Recuerde que Dios sabe lo que está haciendo, y Él está bus-cando sólo lo mejor para sus siervos. Dios no estaba castigando
a Jeremías aquí. Más bien, estaba evitándole una gran angustia y frustración.
El pueblo de Judá estaba viendo a través del sol de la prosperidad relativa, pero Dios sabía que las nubes tempestuosas estaban en el horizonte. Así como Dios miró hacia delante a los momentos de prueba, sabiamente Él le evitó a Jeremías el dolor de cabeza que vendría sobre muchos en Judá. Al hacerlo, también proveyó una gran lección para todos los que vieron la vida personal de este profeta.
Conforme estudiamos estos versículos, debemos auto-examinarnos y ver cómo Dios nos está guiando a cada uno de nosotros, no sólo para compartirnos su mensaje, sino también para que seamos un ejemplo de ese mensaje a otros.

UNA MIRADA MÁS CERCANA

I. No tome esposa
Jeremías 16:1-4

1.Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
2. No tomarás para ti mujer, ni tendrás hijos ni hijas en este lugar.
3. Porque así ha dicho Jehová acerca de los hijos y de las hijas que nazcan en este lugar, de sus madres que los den a luz y de los padres que los engendren en esta tierra:
4. De dolorosas enfermedades morirán; no serán plañidos ni enterrados; serán como estiércol sobre la faz de la tierra; con espada y con hambre serán consumidos, y sus cuerpos servirán de comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra.

Aunque el pueblo no le prestara atención a lo que Jeremías predicara, podían observar lo que hacía y extraer una lección moral de la vida personal del profeta. Nosotros debemos tener en mente que Jeremías probablemente tenía una posición prominente en la vida social y política de la nación de Judá. Su padre había sido un sacerdote, y Jeremías era bien conocido alrededor del templo y del palacio del rey. Así como el pueblo ha de haber notado el cinto podrido de la lección anterior, también notarían el extraño comportamiento que demandó Dios de Jeremías.
De nuevo observe que estos fueron mandatos directos de parte de Dios. Éste no era un estilo de vida que Jeremías había escogido para si mismo. Tampoco era el diseño de algún predicador para ilustrar un punto. Dios específicamente le mandó a Jeremías que actuara de esta manera, y en obediencia, él siguió la palabra del Señor.
Nos queda a la imaginación cómo Jeremías se sintió con estas indicaciones. No importa, porque Dios nunca nos pide consejo ni consentimiento para sus mandatos. Cuando Él habla, Él espera que nosotros le obedezcamos.
Todos estos tres mandatos eran negativos, o sea, involucraban cosas que Jeremías debía dejar fuera de su vida. Todas estas tres omisiones eran actividades normales para los hombres jóvenes judíos de su época, y la ausencia de ellas en su vida serían evidentes para todos los que le rodeaban.
Primero, Dios le dijo a Jeremías que no se casara y que no fuera padre de ningún hijo. La mayoría de los hombres judíos de su día estaban casados para la edad de veinte, y la mayoría de gente se preguntaría qué de malo tenía este hombre que se comportaba de forma diferente. Además, en esa época los hijos eran un tipo de red de seguridad social. Los hijos de un hombre proveerían para él en su vejez, y un hombre o una mujer sin hijos enfrentarían un futuro gris cuando una enfermedad o la vejez les llegara. No obstante, Dios le dijo a Jeremías que se privara de estas actividades sociales bastante comunes.
Dios no estaba diciendo que hubiera algo malo con casarse ni con tener hijos. Ésta no fue una prohibición para el público en general; fue un mandato directo a un hombre específico en un momento específico. Así como Dios le indicó a Jonás que fuera a Nínive y le dijo a Noé que construyera el arca. Él le dijo a Jeremías que no se casara. Nosotros no debemos interpretar esto como un mandato aplicable a cualquiera, sólo a Jeremías.
De seguro Jeremías hubiera sido bendecido por la presencia de una familia. Una esposa amorosa e hijos que lo apoyaran hubiera sido un gran estímulo moral para su ministerio; pero Dios tenía una razón para negarle estas cosas. Dios sabía que el fin de Judá estaba a la vista, y Él sabía que el fin sería particularmente sangriento y desagradable.
Cuando los babilonios finalmente llegaron en el año 586 a.C., mataron miles de niños indefensos e inocentes. Muchos padres y madres vieron a sus familias ser asesinadas, sus cuerpos dejados al descubierto y ni pudieron hacer luto mientras los hombres eran llevados encadenados a Babilonia. Al negarle a Jeremías una esposa e hijos, Dios le evitaría también la angustia de los eventos futuros.
Dios sabe lo que está por delante y Dios sabe lo que es mejor. Quizá no entendamos los juicios de Dios, pero jamás debemos dudar que siempre son para nuestro bien. No podemos mejorar lo que hizo Jeremías cuando simplemente nos conformamos con el liderazgo y la revelación de Dios.

II. No entres en casa de luto
Jeremías 16:5-7

5. Porque así ha dicho Jehová: No entres en casa de luto, ni vayas a lamentar, ni los consueles; porque yo he quitado mi paz de este pueblo, dice Jehová, mi misericordia y mis piedades.
6. Morirán en esta tierra grandes y pequeños; no se enterrarán, ni los plañirán, ni se rasgarán ni se raerán los cabellos por ellos;
7. ni partirán pan por ellos en el luto para consolarlos de sus muertos; ni les darán a beber vaso de consolaciones por su padre o por su madre.

El segundo mandato era que Jeremías evadiera los funerales. Los funerales eran eventos especialmente importantes en Judá, y en aquel momento al igual que hoy día, eran parte de la vida diaria. Todos los hombres mueren, incluyendo los amigos y la familia de Jeremías. Pero a él se le dijo que no fuera a una casa de luto y que no se lamentara de aquellos que morían.
El proceso de luto está diseñado para dar paz y hacer cierre para aquellos que permanecen. Las distintas culturas de la tierra tienen muchas formas de hacer que esto pase. Sin embargo, Dios estaba dejando algo claro aquí: que un evento se aproximaba el cual se resistiría a los esfuerzos de los hombres por calmar la angustia de cada uno. La paz, la bondad y la misericordia serían recuerdos distantes cuando los babilonios llegaran a conquistar la tierra.
Dios predijo que en ese día no habría funerales ni sepulturas para los muertos. Los rituales normales que acompañaban la pérdida de un ser querido no serían posibles, y a Jeremías se le dijo que no asistiera a tales cosas en su vida. Aquellos que fueran llevados cautivos no se les permitiría hacer luto por sus seres queridos fallecidos. Ésta era la lección que Dios quería que el pueblo de Judá captara al dejar Jeremías de asistir a los funerales.
Así como hay cosas más importantes en la vida que las bodas, hay cosas más importantes que los funerales. Jesús enseñó esto cuando le dijo a uno que sería discípulo suyo, que no quería que fuera y sepultara a su padre para que dejara que los muertos enterraran a sus muertos. Al hombre se le instó a seguir a Jesús (Mt. 8:22). Lo que Jesús estaba dejando claro es que todos estamos restringidos por el tiempo. Nosotros debemos de tener prioridades en nuestra vida y tenemos que hacer las cosas que Dios nos pide que hagamos mientras tengamos la oportunidad de hacerlas.

III. No entres en casa de banquete
Jeremías 16:8, 9

8. Asimismo no entres en casa de banquete, para sentarte con ellos a comer o a beber.
9. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo haré cesar en este lugar, delante de vuestros ojos y en vuestros días, toda voz de gozo y toda voz de alegría, y toda voz de esposo y toda voz de esposa.

Finalmente, Dios le dijo a Jeremías que evitara ir a la casa de banquete. Evidentemente esto era una fiesta de bodas. Esta ocasión estaba entre las principales funciones sociales de Judá, y era poco usual que atendieran cientos de personas a una boda. Jesús honró con su asistencia la fiesta de bodas en Caná, y su madre María, estaba a cargo de servir en esa ocasión. La mayoría de las bodas son momentos felices llenos de comida y celebración.
A Jeremías se le mandó a evitar tales ocasiones. Una vez más, podemos especular que un momento ocasional de felicidad puede haber sido una carga para este profeta, pero Dios tenía una razón para decirle que se mantuviera alejado de tales ocasiones.
Los tiempos de felicidad pronto se desvanecerían en Judá. Los recuerdos felices se evaporarían de cara a la agresión de Babilonia. Las voces felices de las novias y los novios, las carca-jadas de los invitados y los momentos en que los problemas se dejaban de lado por un momento, sólo serían recuerdos en las mentes de aquellos que fueran llevados.
Entre lo que Jeremías estaba predicando y esta práctica hay un tipo de consistencia. Jeremías predicó la destrucción de la tierra. Entonces no podía ir y sentarse con sus amigos y fingir que estos días malos jamás llegarían. Sería malo que él se gozara de cara a sus propias profecías. Al evitar las fiestas, él estaba destacando el mensaje que Judá estaba condenada a menos que la nación se arrepintiera. La tribulación que vendría no sería ocasión para festejar.

IV. Proclame un mensaje de parte de Dios
Jeremías 16:10-13

10. Y acontecerá que cuando anuncies a este pueblo todas estas cosas, te dirán ellos: ¿Por qué anuncia Jehová contra nosotros todo este mal tan grande? ¿Qué maldad es la nuestra, o qué pecado es el nuestro, que hemos cometido contra Jehová nuestro Dios?
11. Entonces les dirás: Porque vuestros padres me dejaron, dice Jehová, y anduvieron en pos de dioses ajenos, y los sirvieron, y ante ellos se postraron, y me dejaron a mí y no guardaron mi ley;
12. y vosotros habéis hecho peor que vuestros padres; porque he aquí que vosotros camináis cada uno tras la imaginación de su malvado corazón, no oyéndome a mí.
13. Por tanto, yo os arrojaré de esta tierra a una tierra que ni vosotros ni vuestros padres habéis conocido, y allá serviréis a dios­es ajenos de día y de noche; porque no os mostraré clemencia.

Dios esperaba que el pueblo observara cómo se comportaba Jeremías, y que cuestionara a Jeremías sobre su estilo de vida. Cuando lo hicieron, Dios le dio a Jeremías un mensaje para proclamarles. El pueblo cuestionaría a Jeremías en cuanto al juicio venidero, y le preguntarían que mal habían hecho para merecerlo. Lamentablemente, aún los peores pecadores rara vez ven la profundidad de sus pecados.
Jeremías debía decirles que este mal había venido sobre Judá debido a que los padres de ellos habían sido idólatras y a que este pueblo había actuado peor que sus padres. Al menos se mencionan tres pecados. Ellos habían abandonado a Jehová; habían andado ido tras otros dioses y los habían servido; y no habían guardado la ley de Dios.
El pueblo había sustituido su propia imaginación por la revelación directa de Dios. Debido a esto, Dios ya no extendería más su protección ni su favor a esta nación.

UNA PALABRA FINAL

En todas las formas posibles los profetas habían proclamado la Palabra de Jehová y le habían advertido al pueblo acerca del día del juicio venidero; pero en lugar de escuchar la advertencia y hacer algo al respecto, el pueblo de Judá había matado a los mensajeros que Dios le había enviado.
Estos mandatos de parte de Dios mostrarían cuan seriamente tomó Jeremías este mensaje y su ministerio. Nosotros tenemos un derecho de esperar que los que predican practiquen lo que enseñan.
También es importante entender que estas prohibiciones no fueron diseñadas para hacer que Jeremías personalmente fuera justo o aún hacerlo aparecer justo delante de los demás. La negativa a casarse y la negativa de asistir a funerales y bodas no tenía nada que ver con la moralidad personal. Estas abstinencias en la vida de Jeremías fueron lecciones objetivas que Dios usó como ocasión para promulgar la verdad de que la nación de Judá estaba siendo advertida del peligro inminente.
A menudo nosotros tendemos a dividir nuestra fe en compartimentos. La ponemos como en una caja y la abrimos ocasionalmente los domingos, de vez en cuando. Consideramos el mundo físico como una vida real y vemos los asuntos espirituales como si no contaran mucho. Esta actitud no sólo es mala; es dañina. Una reunión con Jesús está directamente por delante en su futuro. En unos cuantos años estaremos en la eternidad. Jesús viene otra vez y viene pronto. Nosotros somos mortales. En setenta u ochenta años nuestras vidas se acabarán y estaremos en la eternidad. Busque la voluntad de Él hoy y ubíquese usted en el centro de esa voluntad. Lo que hagamos por el Señor será de gran relevancia, y todo lo demás estará eternamente perdido.

PARA DISCUSIÓN

1. ¿Le preocupa a usted el duro juicio de Dios sobre el pecado de Israel? ¿Por qué o por qué no?
2. ¿Qué podemos aprender del trato de Dios con la nación de Israel?
3. ¿Le temen a Dios los cristianos de la manera correcta hoy? ¿Por qué o por qué no?
4. ¿Es fácil o difícil vivir la verdadera vida cristiana? ¿Por qué?

Preparado por D. Robinson; COMITÉ BAUTISTA ESCUELA DOMINICAL de A.B.A.

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