Viviendo Por Cristo En Fe

Viviendo Por Cristo En Fe
Texto: 1 Pedro 4:12-19

Viviremos diariamente por fe, confiando en Cristo aún cuando las circunstancias sean duras o difíciles de entender.

Versículo clave: “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien”. 1 Pedro 4:19

UN VISTAZO PRELIMINAR

Pedro oyó el gran sermón que predicó Jesús documentado en Juan 15:17—16:4. En ese mensaje Jesús les enseñó a sus discípulos a esperar persecución de parte del mundo. Pero Jesús también les enseñó el hermoso principio dado en Juan 16:33: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Los cristianos debemos esperar aflicción al servir a Dios, pero tenemos que analizar con cuidado nuestras pruebas.
Hay pruebas que son simplemente parte de la vida. La vida en la tierra es breve y está llena de aflicciones (Job 14:1). Por ejemplo, a menos que estemos vivos cuando Jesús vuelva, moriremos. La muerte es una cita no un accidente ni un juicio
sobre un individuo. Hay muchos problemas y dificultades que sencillamente son parte de la vida bajo el sol.
También podemos sufrir debido a nuestra conducta personal. Cuando pecamos, podemos esperar sufrir por nuestra mala conducta. Todo pecado dará como resultado
algún tipo de sufrimiento, y cuando nuestras aflicciones son literalmente compradas y canceladas por nuestra propia conducta, no le echemos la culpa a nuestra fe en Cristo. Pero hay dificultades que los cristianos saben que jamás encontrarían si no fueran creyentes en Jesús. Este tipo de pruebas es el tema de la lección de hoy.
En ninguna parte nuestra fe es más visible que cuando somos perseguidos por ella. Así como una luz pequeña es visible cuando se pone contra un trasfondo oscuro, así nuestra fe brilla de manera resplandeciente contra el oscuro trasfondo de la persecución irracional. Cuando soportamos las pruebas, tenemos una gran oportunidad de demostrar que somos diferentes y que tenemos una fortaleza que el mundo no conoce.

UNA MIRADA MÁS CERCANA

I. La actitud de fe
1 Pedro 4:12, 13

12. Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese,
13. Sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.

Lo primero que necesitamos cuando llegan las pruebas es la actitud correcta. Nuestra actitud determina nuestras acciones y nuestra perspectiva. Éstas recorrerán un largo camino determinando el resultado de una situación. Lo primero que debemos saber es que la aflicción no es algo extraño ni único que probablemente nunca llegará. La mayoría de nosotros vemos los problemas sólo de esta manera. Esperamos vivir una vida relativamente libre de problemas. Se nos dice, casi toda nuestra juventud, que si nos comportamos bien y nos llevamos bien, evitaremos la mayoría de los problemas. De hecho, nuestros problemas llegan, la mayoría de nosotros de inmediato preguntamos, “¿Qué está mal aquí?”
La verdad es que nada está mal cuando tenemos problemas y nada está mal cuando soportamos pruebas intensas debido a nuestra fe en Jesús. Pedro usó el fuego como una ilustración del proceso de refinamiento que está diseñado para quitar la basura y deja el metal purificado. Puede que no aprendamos a darle la bienvenida a nuestras pruebas, pero debemos hacerlo para entenderlas por lo que son. La fe que no puede ser probada es una fe en la que no se puede confiar. Cuando tomamos los primeros pasos de la aflicción, preparamos nuestras almas para situaciones más severas. Nos será de ayuda si recordamos que nuestras aflicciones actuales están obrando por nosotros, no contra nosotros.
En 1 Corintios 4:17 se da un principio hermoso, y todo hijo de Dios debe conocerlo. Nuestras pruebas actuales están obrando por nosotros y producirán un peso aún más grande de gloria. De hecho, nosotros no podemos siquiera comparar nuestro sufrimiento aquí con la gloria que nos será revelada cuando Jesús vuelva (Ro. 8:18). Observe que este lindo versículo no declara que la gloria nos será revelada a nosotros sino en nosotros. Lo que el mundo finalmente verá es lo que Jesús ha hecho en los corazones de quienes Él ha redimido.
El entendimiento producirá alegría. Ésta no es una sugerencia que Dios nos da para considerarla; más bien es el resultado esperado de la tribulación. Cuando sufrimos por nuestra fe en Jesús, estamos sufriendo exactamente de la misma manera que Jesús sufrió. No se espera que nos alegremos porque estamos en aflicción. Un fuego de prueba es doloroso y la aflicción duele especialmente cuando somos perseguidos por las cosas que no hemos hecho. No nos alegramos porque estemos en aflicción; nos alegramos porque estamos siguiendo los pasos de nuestro Señor, y sabemos que cuando las pruebas se terminen, seremos recibidos en el cielo para estar con Él.

II. Las acciones de la fe
1 Pedro 4:14-16

14. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventura¬dos, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado.
15.Así que,ningunodevosotros padezca como homicida,oladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno;
16. Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello.

Una actitud correcta nos ayudará a entender nuestras pruebas, pero un hijo de Dios tiene más ayuda que una buena actitud. Observe una vez más que este es un reproche que sufrimos específicamente por el nombre de Cristo. Éste no es un sufrimiento causado en el hogar como resultado de nuestro propio pecado. Cuando sufrimos meramente por creer en el nombre de Jesús y por actuar en su nombre, no sólo tenemos una razón para estar felices, sino que tenemos acceso a los medios que nos hacen felices.
El Espíritu y la gloria de Dios descansan sobre aquellos que están sufriendo por causa de su nombre. Nos encontramos con muchas situaciones donde podríamos dudar de la presencia de nuestro Señor. A menudo los hijos de Dios se encuentran espiritualmente lejos del centro de la voluntad de Dios para sus vidas; pero al sentir el calor de la prueba de fuego de su fe, también obtienen acceso al ministerio que tiene el Espíritu Santo de ayudarnos en tiempos de tribulación.
Jesús enseñó esto cuando les dijo a sus discípulos que Él los estaba enviando como ovejas entre lobos (Mt. 10:16¬20). Esto parece una situación extraña, pero las ovejas estaban seguras entretanto estuvieran cerca del pastor, aunque estuvieran rodeadas de lobos. Jesús específicamente dijo que en momentos así no debemos pensar en cuanto al qué decir, sino que debemos confiar en el ministerio que tiene el Espíritu Santo de darnos las palabras que necesitamos. Esto nos da una perspectiva hacia el ministerio especial del Espíritu Santo para quienes estén sufriendo reproche.
La mayoría de nosotros podemos recordar momentos en que nos sentimos cerca de Dios y momentos en que sabíamos que su Espíritu nos estaba ayudando. En su mayoría esos son momentos de aflicción. Cuando las nubes de la dificultad esconden las soluciones normales de nuestros problemas, podemos mirar hacia arriba y ver el ministerio del Espíritu Santo con claridad. El dolor y el sufrimiento son grandes avenidas que nos acercan aún más a nuestro Señor. Cuando comprendemos esto, podemos ver la persecución y la prueba como una avenida que nos lleva directo al corazón de Dios, y por eso es que podemos estar felices aún estando en aflicción.
Pedro nos señala cuatro formas definitivas en las cuales no debemos sufrir. No debemos sufrir como homicidas ni ladrones. Si un cristiano quebranta la ley, debe esperar ser castigado y no tiene que pensar que tal castigo es un reproche por su fe.
Quienes sufren por matar o robar no están sufriendo por Jesús; están sufriendo por sus propios crímenes. El cristianismo añade una nueva responsabilidad y dimensión a las leyes morales, pero no las anula.
Después, no tenemos que sufrir como malhechores. Esto quiere decir que nosotros no debemos vivir una vida con una mala conducta general. El mal hecho puede ser grande o pequeño, pero ningún hijo de Dios debe estar involucrado en una vida sistemática de maldad. Hacer el mal puede parecernos insignificante, pero es importante para Dios. Entrometerse en lo ajeno metiéndonos en los asuntos de los demás puede incluso estar disfrazado como ayuda, pero Dios lo prohíbe. Hay consecuencias desagradables para cada uno de estos cuatro tipos de comportamiento y ninguno de ellos es el tipo de sufrimiento que nos dará el ministerio especial del Espíritu Santo.
Mientras que nosotros debemos avergonzarnos de nuestra mala conducta, ningún hijo de Dios debe avergonzarse por sufrir como cristiano. El siervo no es mayor que su amo, y nosotros sabemos que Jesús sufrió injustamente por los pecados de otros. Debemos ver como un privilegio el sufrir de la misma forma.

III. La expectativa de la fe
1 Pedro 4:17-19

17. Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?
18. Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?
19. De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.

Ahora llegamos a la última palabra de Pedro en cuanto al sufrimiento en esta carta. Aquí su enfoque gira del suministro que Dios les da a sus santos hacia las oportunidades que nuestro sufrimiento siempre permite. En cualquier momento y en cualquier situación donde el pueblo de Dios esté soportando pruebas, hay una gran oportunidad para testificarles a quienes están perdidos. Dios está mucho más interesado en el cumplimiento del tiempo que en el tiempo mismo, y en tiempos de sufrimiento tenemos una puerta abierta para demostrarle al mundo un sermón que puede que jamás haya oído.
El juicio mencionado aquí probablemente es una referencia a las aflicciones que Pedro ha estado mencionando por todo este pasaje. Pero hay una enseñanza importante que se suma. Los problemas que traen juicios a las vidas de los cristianos también tendrán un efecto sobre quienes estén perdidos. Como Jesús enseñó, llueve sobre los justos así como sobre los injustos. Como lo hemos aprendido siempre, la aflicción no hace acepción de personas; le llega a todos sobre la tierra. Quienes conocen a Jesús a menudo pasan momentos difíciles cuando tratan con las pruebas, pero ¿cómo podrán manejar tales momentos de prueba quienes no lo conocen? La respuesta sencilla es que no pueden.
Si siendo hijo de Dios es difícil enfrentar pérdida y aflicción, imagine como sería si no fuera salvo. Cuando una persona perdida pierde a un ser querido, la pérdida es eterna. Cuando una persona perdida está enferma de muerte, el infierno está apareciendo en el horizonte. Cuando un hombre perdido es puesto a prueba, es culpable y lo sabe. Así de difícil como es para un hijo de Dios sufrir, ese sufrimiento se aumenta para la persona que no está espiritualmente preparada.
Por eso es que debemos usar estas oportunidades y testificar a quienes el Señor pone en nuestras vidas, aún en nuestras pruebas.
La enseñanza de que los justos apenas son salvos no sugiere que Dios sea débil y que es incapaz de salvarnos. Sugiere que un grupo de circunstancias frágiles e indefinidas rodean la salvación de un alma preciosa. Una mala palabra aquí o un gesto descuidado allá y un momento de convicción puede terminar con rapidez. Nosotros debemos tomar con seriedad nuestra obligación como testigos, y siempre debemos recordar que un mundo perdido está mirándonos cuando estamos en tribulación. La única esperanza de ellos es que pueden ver a Jesús en nosotros. Habrá muchos que jamás tendrán otra oportunidad de verlo a Él del todo.

UNA PALABRA FINAL

La gran conclusión genial para este pasaje es informativa e instructiva. Cuando sufrimos y sabemos que nuestro sufrimiento es acorde a la voluntad de Dios para nuestras vidas, tenemos una instrucción específica y un recurso específico.
Observe una vez más la idea liberadora que Dios tiene un plan para las vidas de cada uno de sus hijos. No estamos viviendo un gran accidente donde nos golpeamos despiadadamente de evento en evento sin un plan o propósito. Dios tiene una voluntad para cada uno de sus hijos y esa voluntad puede involucrar sufrimiento en muchos niveles. Cuando lo hace, Dios también tiene una forma de proveer para sus ovejas heridas.
Nuestra primera respuesta debe ser entregarle el bienestar de nuestras almas a Jesús. Ya le hemos entregado nuestras almas cuando nos convertimos, pero es fácil ser salvos y luego insistir en preocuparnos por mantenernos salvos. La seguridad depende de Dios. Ninguno de nosotros tiene bajo su cargo mantenerse salvo, o mantenerse alejado de problemas. Simplemente debemos seguir a Dios. Cuando lo hacemos, puede que pasemos por valles oscuros y profundos, pero Él irá con nosotros, y conforme nos guía, nos irá proveyendo. Déjele el cuidado a Jesús.
Debemos comprender que servimos al Creador del universo. Hay una maravillosa seguridad y una paz al simplemente saber el primer versículo de la Biblia: “En el principio creo Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1:1). Ese es el Creador que servimos. Es su plan para nuestras vidas el que estamos viviendo. Es su poder el que nos ayudará en nuestras aflicciones, y es su Hijo quien nos hará más que vencedores. Saber eso le ayudará a usted a quedarse cuerdo cuando el mundo que le rodea se está volviendo loco.

PARA DISCUSIÓN

1. La Biblia consistentemente enseña que los cristianos deben sufrir por su fe. ¿Por qué la mayoría ven “extraño” cuando son llamados a sufrir por la causa de la justicia?
2. ¿Cuándo fue la última vez que sufrió por causa de la justicia? ¿Cómo reaccionó? ¿Qué pensó?
3. Alguien dijo. “Ser advertido anticipadamente es estar armado anticipadamente”, y eso es cierto en cuanto a las pruebas. ¿Cómo ayuda cuando usted comprende que esas pruebas deben esperarse conforme vive la vida cristiana?
4. Comente la diferencia entre sufrir por sus pecados y sufrir por Cristo.

 Preparado por D. Robinson; COMITÉ BAUTISTA ESCUELA DOMINICAL de A.B.A.

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