¿Por Qué Señor? (Salmo 13)

¿POR QUE SEÑOR?
SALMO 13
 
1. Ansiedad.
2. Intercesión.
3. Confesión.


Salmo 13
«¿POR QUE, SEÑOR?»

¿No es verdad que muchas veces cuando nos suceden algunas cosas, decimos: ¿Por qué, Señor? ¿Por qué a mí? También es verdad que muchas veces entendemos lo que nos sucede, pero cuando nos sucede una y otra vez, entonces nos preguntamos: ¿Por qué, Señor?.

Pensamos que este es el estado mental de David. El dice: «¿Hasta cuándo, Jehová?…» ¿Hasta cuándo puedo soportar la situación difícil de mi vida? ¿Por qué, Señor? es entonces el pensamiento general de este Salmo.

Ahora bien, mirando de una manera detenida a estos versículos que tenemos frente a nosotros, podemos encontrar tres líneas de pensamiento en ellos: En la primera una expresión que refleja ansiedad. En la segunda, una expresión que refleja intercesión o plegaria. Y en la tercera, una expresión que refleja confesión. Vamos a mirar cada uno de estos pensamientos, lo que nos tienen que decir, analizarlos y poder notar en ellos la manera específica en que Dios quiere enseñarnos algo muy práctico y demostrarnos el porqué de «¿Por qué, Señor?».

Veamos el primer pensamiento en este Salmo que nos habla de esa ansiedad o de esa inquietud que existe en nosotros cuando no sabemos esperar. Es una expresión que refleja ansiedad con respecto a tres cosas: En primer lugar, David tiene ansiedad porque ha perdido, al parecer, la presencia de Dios. En el Vr. 1 encontramos estas palabras: «…¿Hasta cuando, Jehová esconderás tu rostro de mí?» La palabra «esconderás», es la palabra clave en este versículo. David se siente en un estado mental deprimente porque ha perdido la comunión con Dios y entonces no puede ver reflejada en su espíritu, esa comunión común que existe con el Padre de los cielos. Entonces dice: «¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?» David piensa que Dios se está escondiendo, en lugar de hacerlo él.

En segundo lugar, vemos también que esta expresión de ansiedad queda reflejada en el Vr. 1, pues aparentemente Dios no quiere mirar, no desea atender los asuntos de David y por eso él se siente muy triste. Dice así: «…¿Me olvidarás para siempre?…» David ve primero que ha perdido, aparentemente, la presencia y la comunión con Dios; y segundo, tiene mucho miedo en el sentido de que Dios lo haya olvidado. Por consiguiente se siente solo a merced de las circunstancias.

En tercer lugar, esta expresión que refleja ansiedad se debe a la tardanza que Dios toma en responder a sus necesidades. Fijémonos en el Vr. 2: «¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? ¿hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?» La frase «hasta cuándo» refleja una expresión interior de ansiedad por el tiempo transcurrido, es decir, una expresión que marca tiempo. Realmente cuando oramos, podemos ver marcada en forma firme y delineada la ansiedad y la inquietud de nuestra vida; y esto es lo que David está sufriendo. ¿Por qué, Señor?

La primer respuesta a esta pregunta se refleja a través de cada paso en este Salmo, pregunta que podríamos ampliar en «¿Por qué tardas Señor en responderme? ¿Dónde estás Señor que no te veo? ¿Por qué te escondes de mi presencia?» Preguntas que nos reflejan una actitud de ansiedad, una actitud en la cual David desea un encuentro con Dios, pero en ese encuentro, en ese deseo profundo de enfrentar a Dios, él desea por todos los medios encontrar paz con Dios. Esa es la respuesta que David desea recibir: ¡Paz con Dios!

Muchas veces nos hemos encontrado en situación parecida de ansiedad y de angustia ¿verdad? Un asunto en nuestra vida se dilata y se dilata, y parece que no tiene solución; entonces comenzamos a inquietarnos, comenzamos a pensar que algo anda mal y queremos tener pronta respuesta a nuestro problema.

Vamos a compartir en forma práctica tres ejemplos en el Nuevo Testamento de personas que esperaron para poder ser atendidos por Dios. En el Evangelio de Juan Cap. 5: 5-6 encontramos el primer caso: «Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?» Imaginémonos, un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Treinta y ocho años esperando ser curado; treinta y ocho años que quizas le habían hecho perder la esperanza ¿verdad? Y Jesús se allega y le dice: «¿Quieres ser sanado?» ¡Qué hermosa enseñanza! ¿Por qué, Señor? «Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?….» La verdad es que, el que espera, desespera» dice un dicho popular y realmente es cierto. Un hombre que esperó treinta y ocho años el encuentro con Jesús. ¿Cuántos años hemos esperado para encontrarnos con Jesús? ¿Podríamos pensarlo? Dieciocho años pasaron en mi vida hasta que yo encontré a Jesús como mi Salvador personal. ¿Cuántos han pasado en la vida de mis amigos? ¿Están todavía ustedes esperando a Jesús para que los sane?

Vamos a compartir otro ejemplo. En el Evangelio de Lucas Cap. 13:11 dice: «…y había allí una mujer que durante dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar». Aquí vemos otro ejemplo, una mujer que estuvo dieciocho años enferma. Dice el Vr. 12 que: «Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad». ¡Dieciocho años esperando! ¿Nos damos cuenta lo que realmente la Biblia quiere enseñarnos cuando nosotros nos preguntamos: ¿Por qué, Señor, por qué? En realidad no tenemos derecho ciertamente para decirlo, cuando Jesús está tan cerca de nosotros. ¿Por qué no vamos a él y le contamos nuestra ansiedad, lo que sentimos, nuestro estado de ánimo, todo? Entonces si vamos a poder encontrar aquella solución que esperamos a nuestra vida. ¿Por qué, Señor? No debe estar en nuestros labios. Debemos comprender y entender lo que Dios quiere hacer realmente con nosotros.

De manera que la primera parte de este Salmo en los Vrs. 1 y 2 nos enseña, que aquí en el espíritu de David, hay una expresión de ansiedad. Ansiedad porque no sabe cuánto tiempo ha de vivir bajo las circunstancias en la que se encuentra. En las manos de Dios eso quiere decir que el factor tiempo no está a nuestro cuidado. Somos responsables por el tiempo que vivimos pero no podemos controlarlo y debemos vivir cada minuto de nuestra vida «…añadiendo sabiduría a nuestros días». Recordemos esto.

El segundo punto a considerar de este Salmo es una expresión que refleja intercesión. Vamos a mirar por qué intercede David. En la primera parte del Vr. 3, vemos que David pide que Dios le cambie la condición en la cual está viviendo: «Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío, alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte». David quiere una respuesta y ahora está intercediendo a Dios y lo primero que le pide es que cambie su condición.

El otro aspecto de su intercesión es comprensión. Dice: «Para que no diga mi enemigo: Lo vencí. Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara. Mas yo en tu misericordia he confiado…» (Vrs. 4-5a). Vemos que David en el Vr. 3 no solo pide que Dios responda a su necesidad de tal manera que sea cambiada su situación, sino que pide por comprensión: «Alumbra mis ojos…» Esta es una expresión hebrea comunmente muy usada en la palabra de Dios. Por ejemplo, en el Nuevo Testamento en la Segunda Epístola a los Corintios Cap. 4: 5-6 leemos: «Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo». Cuando David ora entonces en este Salmo, dice: «Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; alumbra mis ojos…» David desea entendimiento.

En Efesios Cap. 1:18-19 encontramos estas otras palabras que nos han de ayudar a comprender la palabra «alumbrar». Pablo orando por la iglesia de Efeso, pide lo siguiente: «…alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza…» Vemos entonces en estos versículos, la explicación de la palabra «alumbrar» del Vr. 3 de este Salmo. David intercede por sí mismo, para poder entender las circunstancias en que él se encuentra. De ahí notamos entonces que esta segunda parte del Salmo, en la cual vemos una expresión que refleja intercesión, que David intercede por sí mismo, para poder entender las circunstancias en que él se encuentra. De ahí notamos entonces que esta segunda parte del Salmo, en la cual vemos una expresión que refleja intercesión, que David intercede por dos cosas necesarias en su vida: Primero, para que Dios actúe y cambie sus circunstancias; y segundo, pide entendimiento para comprender las razones y el futuro de su vida para proceder de acuerdo. De ahí aprendemos una lección práctica de esta expresión de intercesión: Es mejor estar orando en el vientre de una ballena, que durmiendo en la bodega de un barco. (Jonás Cap. 1-2). Pensemos en esto: Todo lo que nos obliga a orar, es bueno para nuestra vida. Toda circunstancia que nos obliga a doblar nuestras rodillas y nos fuerza a orar, es buena para nuestra vida.

Ahora miremos la tercera parte o el tercer pensamiento que este Salmo nos trae: Una expresión que refleja confesión. David hace confesión de dos cosas: 1) En la primera parte del Vr. 5 notamos que David confiesa su fe. «Mas yo en tu misericordia he confiado…» He confiado en tu misericordia, es decir, David no pide a Dios sobre la base de lo que él es, rey o pastor; no pide a Dios sobre la base de lo que él ha hecho por Dios o de lo que él puede hacer a Dios; no pide a Dios sobre la base de lo que puede prometerle a Dios si El lo bendice; él simplemente se allega a Dios, sobre la base de Su misericordia. Por eso dice: «He confiado en tu misericordia».

2) También encontramos en el Vr. 5, que David hace confesión de su esperanza. Dice: «…Mi corazón se alegrará en tu salvación…» Alegrarse es gozarse, pero ¿cómo se va a gozar David si estaba como hemos visto en la primera expresión de sus pensamientos en una agonía, en una ansiedad de espíritu remarcable, es decir, muy intensa, acentuada; cómo puede ser que David haya cambiado notablemente? Es porque ahora él ha puesto su esperanza, no en las circunstancias, no en su propia habilidad, sino en Dios que lo puede proteger, cuidar y llevar de la mano en momentos de peligro. Por eso dice: «Mi corazón se elegrará en tu salvación».
 
¿Qué es lo práctico que aprendemos en este tercer pensamiento que David expone en este salmo, de esta expresión que refleja confesión? Simplemente esto: Esta confesión de David revela dos cosas: La experiencia con Dios y la perseverancia de Dios en nuestra vida.

Vemos entonces que este Salmo tiene una respuesta para aquellos que como David preguntamos: «¿Hasta cuándo, Jehová haz de tratarnos así? ¿Hasta cuándo, Jehová hemos de vivir bajo estas circunstancias?» Dios tiene una respuesta a esa pregunta. Cuando Dios nos fuerza a orar, demos gracias por las circunstancias que nos llevaron a ello. ¿No es cierto que cuando todas las cosas van bien y cuando tenemos abundancia de todo y cuando todo va sobre rieles, nos olvidamos de orar? Recordemos los diez leprosos que fueron curados y uno solo regresó y dio gracias a Jesús (Lucas 17: 11-19). Entonces Dios tiene que aplicar su disciplina sobre nuestra vida para hacernos recordar que somos criaturas suyas y que debemos tener una oración intercesora a él por nuestras circunstancias y ser también personas que sabemos agradecer a Dios por lo que él ha hecho en nuestra vida.

En conclusión, David fue movido a orar a través de las circunstancias. ¿Y qué ocurre con nosotros cuando vemos que Dios tarda en responder a nuestros problemas? ¡Cómo oramos! Al menos así debiera ser en cada familia; el esposo, la esposa, los hijos, todos orando y Dios se complace al ver un hogar en oración. Entonces aprendemos que el tiempo no es nada para el Señor. El usa el tiempo para acercarnos más a él.

¿Tenemos un espíritu de confesión como lo tuvo David? Confesión en una fe maravillosa, en la misericordia de Dios, no en lo que podamos hacer, no fe en que podamos salir del paso por nuestros propios medios, sino fe en que Dios tiene misericordia de nosotros y confesión de la esperanza que existe en nosotros, no en nuestras posibilidades, no en nuestras habilidades, no en lo que poseemos, sino en lo que Dios es.
 
Terminemos nuestro estudio con un versículo que cada día debe ser más claro en nuestra mente: «…Cristo, la esperanza de gloria» (Colosenses 1:27). Cuando lleguemos al punto de preguntarnos: ¿Por qué, Señor? Recordemos: «Cristo en nosotros, la esperanza de gloria». Dios nos bendiga. .

(Programa Radial con Gabriel Otero)

4 Replies to “¿Por Qué Señor? (Salmo 13)”

  1. hermanos agradesco a DIOS POR ESTE TEMA es de mucha bendicion la verdad quisiera saber era lo q david estaba pasando o cual es el problema ayi ya q se sentia abandonado solo gracias

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