La Guerra De Los Siglos. Parte 3 (John MacArthur)

LA GUERRA DE LOS SIGLOS –
TERCERA PARTE: GUERRA EN LA TIERRA

Apocalipsis 12:13-17

Uno de los estigmas más sombríos en la historia de la humanidad ha sido el persistente fantasma del antisemitismo. A través de los siglos los judíos han sufrido más odio y persecución que cualquier otro pueblo. Buena parte de este sufrimiento fue un castigo de parte de, Dios para alejar a la nación de su pecado e incredulidad y hacer que se volviera a Él. Dios repetidamente advirtió a Israel de las consecuencias de la desobediencia (cp. Dt. 28:15-68) y los castigó cuando no obedecieron (cp. 2 R. 17:7-23). Dentro del paradigma del propósito soberano de Dios para su pueblo, Israel también ha sufrido constante y severamente a manos de Satanás, actuando como instrumento de Dios. Sin embargo, a diferencia de Dios, el propósito de Satanás en hacer que el pueblo judío sufra no es correctivo, sino destructivo. Él no trata de conducirlos al arrepentimiento y a la salvación, sino a la muerte y a la destrucción.
Israel enfrentó amenazas constantes de sus vecinos durante los períodos de los jueces y los reyes. Más tarde, primero el reino del norte de Israel (722 a.C.) y después el reino del sur de Judá (586 a.C.) fueron conquistados por sus enemigos.

Como resultado, el pueblo judío perdió su independencia y se convirtió en súbdito de poderes extranjeros, entre ellos Asiria, Babilonia, Medopersia, Grecia y Roma. En la época posbíblica la historia ha sido trágicamente igual. La historia del pueblo judío por los últimos dos mil años es una triste letanía de prejuicio, persecución y asesinatos en masa. La primera persecución generalizada del pueblo judío en Europa tuvo lugar durante la Primera Cruzada (1095-99). En su ruta a través de Europa hacia Palestina, multitudes de incitadores cruzados destruyeron las casas y los poblados de los judíos y masacraron a sus habitantes. Cuando tomaron Jerusalén en 1099, los cruzados reunieron a la población judía de Jerusalén en una sinagoga y le prendieron fuego. La mayoría de los judíos perecieron y los sobrevivientes fueron vendidos como esclavos. El rey Eduardo I desterró a todos los judíos de Inglaterra en 1290, dando así a Inglaterra el dudoso honor de ser el primer país en expulsar a su población judía. No se les permitió regresar hasta la época de Oliver Cromwell, casi tres siglos y medio después. Francia actuó de igual manera en 1306, España en 1492, irónicamente, el año del viaje de Colón para descubrir el Nuevo Mundo. Durante toda la Edad Media, a los judíos se les culpó de varios desastres naturales -el más notable: la peste bubónica (1348-50)- y fueron salvajemente perseguidos.

El siglo XIX vio un estallido de antisemitismo en Rusia, donde a los judíos se les culpó del asesinato del zar Alejandro 11 (1881). En los próximos asesinatos en masa de las cuatro décadas siguientes, fueron muertos alevosamente decenas de millares de judíos, y otros cientos de millares expulsados de sus casas. Casi tres millones más fueron asesinados durante el reinado de Stalin, parte de las decenas de millones de personas masacradas por aquel famoso dictador. 1894 vio el escandaloso caso Dreyfus en Francia, en el que un judío oficial del ejército, el capitán Alfi ed Dreyfus, fue acusado de traición. Solo después de doce años de disturbios públicos por el caso se exoneró a Dreyfus.

Pero la hora más sombría en la larga historia del antisemitismo no había llegado todavía. A principios de los años treinta, el partido Nazi llegó al poder en Alemania y sus demenciales teorías raciales se convirtieron en política. A diferencia de otros que habían perseguido al pueblo judío, los nazis y su maniático líder, Adolfo Hitler, no solo persiguieron a los judíos, sino que trataron de eliminarlos. En el exterminio en masa que sobrevino cuando los nazis trataron de poner en práctica su «solución final» al «problema judío», seis millones de judíos -más de la mitad de la población judía de Europa- fueron asesinados.
A pesar de la salvaje persecución de todos esos siglos, el pueblo judío sigue sobreviviendo. John Phillips escribió:

De manera significativa el momento crucial llegó en la vida de Moisés cuando vio, en el desierto, aquella misteriosa zarza, que ardía y resplandecía pero, a pesar del crepitar del fuego, no se consumía. Esa zarza simboliza claramente a Israel, que no se consume a pesar del odio incesante de sus enemigos, ya que Dios está en medio de ella. Israel no puede ser absorbido por las naciones, no puede ser exterminado por las naciones. Es una zarza ardiente en el desierto. (Fxploring Revelation, [Explorando- el Apocalipsis] edición revisada [Chicago: Moody, 1987; reimpreso, Neptune, N .J.: Loizeaux, 1991], 156)

Es la ardiente esperanza del pueblo judío que los horrores del exterminio en masa efectuado por los nazis nunca más se repitan. Sin embargo, trágicamente se repetirán. La Biblia advierte que hay un tiempo de sufrimiento en el futuro para Israel, que será peor que cualquier cosa que la nación haya soportado en el pasado. Jeremías llama a ese tiempo «tiempo de angustia para Jacob» (Jer. 30:7). Jesús lo describió como una «gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá» (Mt. 24:21).
La tribulación será el peor de los tiempos para Israel por dos razones. Durante ese período de siete años Dios derramará su ira final sobre el mundo incrédulo (que incluye a los rebeldes no arrepentidos de Israel). Al mismo tiempo, Satanás hará su intento final y desesperado para evitar c l prometido reino del Señor Jesucristo sobre el trono de Israel y de esa forma invalidar la salvación y el reino prometido a Israel. Él atacará con gran furia al pueblo judío, tratando de destruir tanto a los judíos que ya han puesto su fe en Cristo como a los que aun pudieran ponerla. El diablo hará también todo lo que esté a su alcance pare estorbar el ministerio de los ciento cuarenta y cuatro mil evangelistas judíos (7:4) y los dos testigos (11:3-14).

Pero los esfuerzos de Satanás no tendrán éxito. Sus más grandes temores llegarán cuando los judíos «mirarán a [Aquel], a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él corno quien se aflige por el primogénito» (Zac. 12:10). El remanente creyente de Israel será salvo (Ro. 11:25-29), y se establecerá su prometido reino (cp. Os. 2:14-23).
El profeta Daniel vislumbró este tiempo trágico y triunfante para Israel:

En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces;(B) pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad. Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará. Y yo Daniel miré, y he aquí otros dos que estaban en pie, el uno a este lado del río, y el otro al otro lado del río. Y dijo uno al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo será el fin de estas maravillas? Y oí al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, el cual alzó su diestra y su siniestra al cielo, y juró por el que vive por los siglos, que será por tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo. Y cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas. Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? El respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán. Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días. (Dn. 12:1-11).

Daniel, como Jeremías y Jesús, vio esencialmente el mismo escenario que Juan revela en Apocalipsis 12: un tiempo futuro de angustia, persecución y matanza sin paralelo para Israel. Dos tercios de los judíos vivos en aquel tiempo serán asesinados al usar Dios a Satanás para purificar a la nación de todos los rebeldes (Zac. 13:5-q; cp. Ez. 20:38). Pero el elegido remanente de creyentes, entrarán en el reino del Mesías, junto con los santos resucitados del Antiguo Testamento, que en aquel tiempo «serán despertados… para vida eterna» (Dn. 12:2).

La acometida de Satanás contra los judíos durante la tribulación comenzará con la llegada al poder del anticristo. Durante los primeros tres años y medio de la tribulación, Satanás trabajará para extender el poder del anticristo. Una vez que se convierta en el gobernador del mundo, Satanás lo usará para sus malvados propósitos. De modo que el anticristo se las dará de protector de los judíos durante la primera parte de la tribulación. El pacto mencionado en Daniel 9:27 es un pacto de protección con el anticristo, que él quebrantará a mediados de ese período de siete años. En ese momento, el anticristo se convertirá en el perseguidor de Israel en la última parte de la tribulación. Revelará su verdadera naturaleza cuando quebrante el pacto y ponga la abominación desoladora (Dn. 11:31; 12:11; Mt. 24:15-16; 2 Ts. 2:3-4) a los tres años y medio de la tribulación. En aquel tiempo, la persecución del pueblo de Dios por parte del anticristo, que se ha desarrollado durante toda la primera parte de la tribulación (vea el análisis de 6:9-11 en Apocalipsis 1-11, Comentario MacArthur del Nuevo Testamento [Grand Rapids: Editorial Portavoz, 2005]), se centrará en Israel y se intensificará.

Este pasaje describe tres ataques que realizarán las fuerzas de Satanás contra Israel durante la tribulación.

PRIMER ATAQUE

Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. (12:13-14)

Ahora se da la razón por la huida de Israel, que se mencionó por primera vez en 12:6. Después de su derrota frente a Miguel y los santos ángeles, el dragón (Satanás) había sido arrojado a la tierra. Frustrado y enfurecido por su expulsión del cielo y desesperado, «sabiendo que tiene poco tiempo» (12:12) salió a oponerse a los planes de Dios antes de ser encarcelado en el abismo (20:1-3), el diablo furiosamente persiguió a la mujer (Israel; cp. 12:1), que había dado a luz (12:2) al hijo varón (Cristo; cp. 12:5). El verbo griego traducido persiguió (diōcō) significa «andar tras de», o «cazar». Se emplea en el Nuevo Testamento para referirse a perseguir con hostil determinación (cp. Mt. 23:34; Hch. 26:11). Aquí describe el hostil acoso y persecución de Satanás a los judíos en su huida al desierto (12:6; cp. 13:4-7).

La huida de los judíos ante las fuerzas de Satanás no debe tomar por sorpresa a cualquiera que conozca el discurso de nuestro Señor en el Monte de los Olivos. En ese sermón acerca de los postreros tiempos, Jesús advirtió al pueblo judío de la situación difícil que afrontará:

Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra, huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el, principio del -mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; finas por causa, de los escogidos, aquellos días serán acortados (Mi. 24:15-22).

La única respuesta apropiada ante un peligro tan inminente será huir inmediatamente; no habrá tiempo ni siquiera para regresar a casa a recoger las pertenencias. Las mujeres encintas y las que tienen niñitos pequeños serán más vulnerables, ya que será difícil para ellas huir- con rapidez. Tan severo será el peligro que Dios intervendrá y «por causa de los escogidos, [tanto judíos como gentiles] aquellos días serán acortados» (Mt. 24:22). De no ser por esa intervención, aun los elegidos perecerían.

La situación de Israel cuando se desate la tormenta de la persecución del anticristo sobre ellos, durante la tribulación, será aterradora y trágica. Los judíos estarán desesperadamente necesitados de cualquier ayuda que puedan recibir y, en la providencia de Dios, habrá algunos que los ayudarán:

Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en, su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones, y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el, Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque time hambre, y me disteis de comer; luye sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos , forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel,, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis (Mt. 25:31-40).

En el tiempo de peligro y huida de los judíos, recibirán ayuda de personas gentiles. Esos gentiles mostrarán la autenticidad de su fe en Cristo por su disposición a ayudar a los judíos perseguidos, aun a riesgo de su propia vida.

No solo Dios usará providencial mente a los creyentes gentiles para ayudar al pueblo judío, sino que también intervendrá directamente en su favor. Juan vio en su visión las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. Esto es lenguaje figurado que simbólicamente describe la huida de Israel del ataque de Satanás. La impresionante metáfora de las dos alas de la gran águila se toma de Éxodo 19:4: «Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí». Dios llevará a Israel a ron lugar seguro, al igual que libró a la nación de la esclavitud en Egipto.

Las alas en las Escrituras simbolizan fortaleza (p.ej., Is. 40:31) y velocidad (p.ej., 2 S. 22:11; Sal. 18:10; 104:3). Sin embargo, por lo general, alas se refiere a protección. En Deuteronomio 32:9-11 Moisés se regocijó: Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob la heredad que le tocó. Le halló en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea, sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas.

Los salmos emplean reiteradas veces la metáfora de alas para describir la protección de Dios de su pueblo:

Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme bajo la sombra de tus alas (Sal. 17:8).

¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia!
Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas (Sal. 36:7).

Y en la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos (Sal. 57:1).

Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre;
estaré seguro bajo la cubierta de tus alas (Sal. 61:4).

Porque has sido mi socorro,
y así en la sombra de tus alas me regocijaré (Sal. 63:7).

Con sus plumas te cubrirá,
y debajo de sus alas estarás seguro (Sal. 91:4).

Águila traduce aetos, que puede también referirse al buitre (cp. Mt. 24:28; Lc. 17:37). Esas grandes aves con enormes alas sirven como un símbolo apropiado de la protección y del refugio de Dios para Israel. Desde luego que esta no es una alusión a una verdadera águila con alas literales; más bien, es lenguaje pintoresco describiendo la milagrosa ayuda de Dios para la mujer… para que volase velozmente al desierto, a su lugar de refugio y seguridad.

La ubicación del lugar a donde huirán los judíos no se revela. Algunos han sugerido una fortaleza como la ciudad de Petra, esculpida en los rocosos acantilados de Edom entre el Mar Muerto y el Golfo de Akaba. Con acceso solo a través de un estrecho desfiladero, Petra era fácil de defender en los tiempos antiguos. El término desierto no muestra la ubicación exacta del lugar de refugio para Israel, ya que ese término es el que por lo general se emplea para describir la región deshabitada al este de Jerusalén (cp. Mt. 3:1; Mr. 1:4; Jn. 11:54). La advertencia de Jesús de huir a las montañas (Mt. 24:15-16) sugiere que el lugar de refugio no estará en la planicie costera al oeste de Jerusalén, o el relativamente llano Neguev (región desértica) al sur. Lo Ynás probable es que estará en una región montañosa al este de Jerusalén. Daniel 11:41 presenta más evidencia para ese punto de vista: «[El anticristo] entrará a la tierra gloriosa, y muchas provincias caerán; más éstas escaparán de su mano: Edom y Moab, y la mayoría de los hijos de Amón». Quizá Dios guarde a Edom, Moab y Amón, países antiguos al este de Israel, para dar refugio a su pueblo.

En su lugar de seguridad y refugio, la nación de Israel será sobrenaturalmente sustentada (alimentada) por Dios. Aislados del sistema del mundo, e imposibilitados de toda forma de comprar y vender (cp. 13:17), los judíos necesitarán ayuda del exterior para sobrevivir. Dios les suplirá comida de manera sobrenatural, corno lo hizo al suplir a sus antepasados de maná y codornices en el desierto (Ex. 16:12ss.), y a Elías con comida en el arroyo de Querit (1 R. 17:1¬6). No es increíble que, en fin tiempo de juicios milagrosos y devastadores, Dios milagrosamente proporcione alimento para su pueblo.

El tiempo que Israel estará oculto bajo la provisión de Dios se define como un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. Esa frase, tomada de Daniel 7:25 y 12:7, se refiere a la segunda parte de la tribulación (el período de tres años y medio que Jesús llamó la gran tribulación; Mt. 24:21). Es el mismo período definido en 12:6 corno «mil doscientos sesenta días» (cp. 11:3) y en 13:5 como «cuarenta y dos meses» (cp. 11:2). Este período, iniciado por el establecimiento de la abominación desoladora (Dn. 11:31; 12:11; Mt. 24:15; 2 Es. 2:3-4), señalará la carrera abierta y visiblemente malvada del anticristo. Durante ese tiempo Dios protegerá a Israel de delante de la serpiente. Aunque Satanás pudiera saber dónde están escondidos los judíos, no podrá llegar a ellos por la protección divina. Frustrado por esa derrota de su primer ataque sobre el pueblo judío, el diablo lanzará un segundo ataque.

SEGUNDO ATAQUE

Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. Pero la tierra ayudó a la mujer; pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca. (12:15-16)

Fracasado en su intento inicial de masacrar al pueblo judío, e incapaz de atacarlo directamente en su lugar de escondite, Satanás recurrirá a tácticas de largo alcance. Como la serpiente no es una serpiente real sino una representación simbólica de Satanás, es probable que el agua que arrojó de su boca… corno un río sea simbólica también. Una vez más la metáfora viene del Antiguo Testamento, donde las inundaciones simbolizaban problemas en general (cp. 2 S. 22:17; Job 27:20; Sal. 18:16; 32:6; 69:1-2, 13-14; 124:2-5; 144:7) y a un ejército invasor que destruía (cp. Jer. 46:8; 47:2; Dn. 11:26). Las fuerzas de ataque de Satanás se moverán rápidamente hacia el lugar de escondite de los judíos como una gran inundación. El diablo tratará de que Israel sea arrastrada por el río; que este la inunde, consuma y destruya.

Pero de la misma forma en que protegió a Israel de la acometida inicial, así también Dios derrotará a Satanás en este segundo ataque. De una manera espectacular, la tierra ayudó a la mujer; ella abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca. La metáfora recuerda la descripción de Moisés de la destrucción por parte de Dios del ejército de Faraón en Éxodo 15:12: «Extendiste tu diestra, La tierra los tragó». Otro paralelo en el Antiguo Testamento es la dramática historia de Coré, Datán, y Abiram, en la que Dios aplastó su rebelión contra Moisés de forma espectacular:

Y dijo Moisés: En esto conoceréis que Jehová me ha enviado para que hiciese todas estas cosas, y que no las hice de mi propia voluntad. Si como mueren todos los hombres murieren éstos, o si ellos al, ser visitados siguen la suerte de todos los hombres, Jehová no me envió. Más si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová.

Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos. Abrió la tierra set boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes. Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación (Nm. 16:28-33).

Pudiera ser que uno de los frecuentes terremotos durante la tribulación (cp. 6:12; 8:5; 11:13, 19; 16:18; Mt. 24:7) haga que la tierra se divida y trague a las fuerzas de Satanás. Cualquier cosa que represente este lenguaje simbólico, marca la destrucción del ejército atacante y el fin del segundo ataque de Satanás.

TERCER ATAQUE

Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. (12:17)

Para entonces, completamente frustrado y lleno de ira por su incapacidad para destruir a la mujer (Israel), el dragón (Satanás) dirigirá su furia hacia nuevos objetivos. Algunos han identificado el resto de la descendencia de ella con quienes Satanás liará guerra como los ciento cuarenta y cuatro mil (cp. 7:2-8; 14:1-5); otros ven en ellos a los creyentes gentiles de la tribulación (cp. 7:9-14), que son hijos de Abraham por la fe (Gá. 3:7). Parece mejor considerarla como una frase global que se refiere a todos los que invocan el nombre de Jesucristo.

Se describen con más amplitud como los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. Er7tolas (mandamientos) es una palabra muy empleada en los escritos de Juan para referirse a los mandamientos del Nuevo Testamento (p.ej., 14:12; Jn. 14:15, 21; 15:10, 12; 1 Jn. 2:3-4; 3:22-24; 5:2¬3). El testimonio de Jesucristo no es testimonio acerca de Él, sino el testimonio que Él dio, las verdades que enseñó, que están reveladas en el Nuevo Testamento. Esos creyentes perseguidos presentarán evidencia adicional de que su salvación es verdadera por su obediencia a la verdad bíblica.

Como sus primeros dos ataques dirigirlos contra Israel, el tercer ataque de Satanás contra el pueblo de Dios fracasará. Cuando se toque la séptima trompeta, «grandes voces en el cielo» anunciarán: «Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos» (11:15). Todos los esfuerzos de Satanás para evitar que se establezca el reino de Cristo están condenados a ruina. El Señor Jesucristo triunfará; Él reinará en la tierra, y los santos que sobrevivieron a la tribulación, tanto judíos como gentiles, entrarán en su reino terrenal.

Para el muy sufrido pueblo de Israel, la hora más sombría está aún por llegar. Pero será seguida de un glorioso amanecer. El remanente elegido de Israel, después de sobrevivir a la más salvaje persecución en la larga historia de la nación, será salvo y disfrutará de las bendiciones del reino milenario, «y luego todo Israel será salvo, como está escrito» (Ro. 11:26).


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