Jesús: Celoso de la Casa de Dios

SERIE: ¿QUIEN ES JESUS?

Él es celoso de la casa de Dios
Texto: Juan 2:1-25

Versículo clave:
“Y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado”.
Juan 2:16

Jesús estaba celosamente defendiendo la casa de su Padre. Nosotros debemos obedecer por completo los mandatos de Cristo y no distraernos o ser desviados de la verdadera obra de sus iglesias.

UN VISTAZO PRELIMINAR

Juan nos relató el bautismo de Jesús y luego nos contó acerca de Jesús reuniendo a los discípulos en Galilea. Juan nos dio un relato del primer milagro que Jesús ejecutó cuando volvió el agua en vino en las bodas de Caná.
Los milagros serían una gran parte del ministerio de Jesús. Algunos los verían como una confirmación de su palabra y confiarían en Él como su Salvador. Otros afirmarían que sus milagros eran hechos por el poder de Satanás. Los milagros que Jesús realizó fueron testimonio de su poder, autoridad y naturaleza. Nadie podía haber hecho lo que Jesús hizo si no hubiera sido Dios. Pero estos milagros también fueron usados para revelar la condición del corazón de los hombres. Aquellos abiertos y honestos vieron los milagros como una oportunidad para creer; pero quienes tenían el corazón engañoso encontraron formas de darles explicaciones humanísticas y naturales
Después de su primer milagro, Jesús viajó a Jerusalén para celebrar la Pascua. Ésta era una de los feriados judíos, o fiestas, que era obligatorio bajo la ley de Moisés. Todo hombre judío tenía como requisito celebrarlas. Según Deuteronomio 16:16, estas fiestas eran la Fiesta de la Pascua, la Fiesta de Pentecostés y la Fiesta de los Tabernáculos. Debido a que Jesús guardó la ley en todo sentido, Él celebraba estas fiestas todo el año; así que Él y sus discípulos viajaron a Jerusalén para la Fiesta de los Panes sin levadura, o la Pascua.
El ministerio de Jesús estaba apenas comenzando, y en este contexto es que tuvieron lugar los eventos de la lección de hoy.

UNA MIRADA MÁS CERCANA

I. Jesús limpia el templo
Juan 2:13-17

13. Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén,
14. y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.
15. Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas;
16. y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.
17. Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume.

Jesús llegó a Jerusalén para celebrar la Pascua. Juan relata que Él celebró esta fiesta cuatro veces después de su bautismo. La última vez fue como un preludio para su crucifixión, muerte y resurrección. Como veremos, Jesús tenía esto en mente mientras comenzaba su ministerio.
Cuando Jesús llegó a Jerusalén, fue al templo. Evidentemente no anunció su presencia en Jerusalén. Fue al templo como cualquier otro adorador haría, pero lo que hizo cuando entró fue dramático y revelador. En el templo Jesús encontró hombres haciendo dos cosas que jamás fueron intención de Dios. Ambas actividades involucraban hacer una ganancia monetaria de la adoración a Dios. Estaban vendiendo
bueyes, ovejas y palomas para usarlas en los sacrificios, y estaban cambiando dinero. Estaban cambiando dinero extranjero por la moneda judía para que la gente pudiera comprar animales para usarlos en los sacrificios. Como todos los cambistas, estaban obteniendo ganancias con el cambio. Tanto en aquel tiempo como hoy día, este es un negocio lucrativo.
No cabe duda que esto se había iniciado como conveniencia para los muchos viajeros que llegaban a Jerusalén para la Pascua, pero violaba tanto el espíritu como la letra de la ley. Un animal que usted compra en el mercado difícilmente es igual a uno que usted cría en su propia granja. El espíritu verdadero del sacrificio era el de dar un animal que usted hubiera visto nacer. Era suyo y usted se lo daba a Dios como parte de su adoración a Él. Ese tipo de sacrificio verdadero está muy lejos del hecho de simplemente comprar un animal que vio casualmente y que jamás volvería a ver. De esta manera la adoración se trataba sólo de dinero. Si usted tenía el dinero, era todo lo que necesitaba. Usted podía cambiar su dinero, comprar su animal para el sacrificio y seguir su camino sin invertir mucho tiempo y sin ninguna molestia. En absoluto, la adoración en el templo no fue diseñada para esto.
La adoración del templo se había convertido sólo en negocios llevados a cabo en el nombre de Dios, y Jesús reaccionó adecuadamente ante esta circunstancia. Hizo un azote de cuerdas y comenzó a sacar a los animales y a los cambistas del templo. Volcó las mesas de dinero y los mercaderes desconsiderados salieron huyendo. No se enfrentaron. Ellos sabían que lo que estaban haciendo estaba mal y que Jesús estaba en lo correcto sobre la casa de Dios.
Jesús no fue demasiado violento en esta acción. Él no liberó las palomas; más bien, sólo les dijo a quienes las vendían que se las llevaran. Los bueyes, las ovejas y las palomas no fueron heridos, y podían recobrarse y volver a sus dueños correctos. El dinero fue esparcido en el suelo pero podía ser recogido más adelante. Jesús no estaba contra el comercio; pero sí estaba en contra de usar la adoración como excusa para hacer dinero.
La casa de Dios no debe ser usada como una casa de mercancía. El uso adecuado del templo era el de la oración y la adoración a Dios. En unos cuantos años el velo del templo se rasgaría indicando que Dios debía ser adorado en los corazones de
los hombres y no en los edificios hechos de piedra. Sin embargo, la lección de que la adoración debe ser pura y pacífica sigue siendo la misma. Las actividades llevadas a cabo únicamente por el beneficio de la ganancia, no tenían lugar en la adoración a Dios.
Cuando los discípulos vieron las obras de Dios, recordaron la Palabra de Dios. La cita es del Salmo 69:9. Este salmo se cita varias veces en el Nuevo Testamento y claramente se refiere al Mesías.

II. Los judíos piden una señal
Juan 2:18-22

18. Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?
19. Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
20. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?

21. Mas él hablaba del templo de su cuerpo.
22. Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.
Cuando los cambistas fueron echados y los animales dispersados, sucedió algo interesante. Los judíos presentes observaron lo que hizo Jesús y supieron que Jesús estaba actuando como un hombre enviado por Dios. Puede que se hubieran opuesto a sus acciones, pero ellos sabían que él estaba en lo correcto y no le pidieron que explicara lo que había hecho. Más bien le pidieron una señal o algún milagro que indicara que tenía autoridad de parte de Dios para hacer lo que hizo. Jesús no llevó a cabo un milagro por exigencia de ellos. Si hubieran estado presentes cuando Jesús fue bautizado, hubieran visto al Espíritu de Dios descendiendo sobre Él y hubieran recibido toda la señal necesaria. Si ellos hubieran tenido conocimiento y fe en la Palabra de Dios, hubieran sabido quién era Jesús. Ellos no hicieron una pregunta honesta; mas bien estaban demandando que Jesús se mostrará a sí mismo.
Él respondió dándoles la única señal que necesitaban, la señal del profeta Jonás. Jesús más adelante enseñó que una
generación mala y adúltera estaba buscando una señal, y que la señal de Jonás es la única señal dada. La fe está asegurada aquí. Si creemos que Jesús murió, fue sepultado y resucitó, no necesitaremos ninguna otra señal para convencernos. Si no creemos en su muerte, sepultura y resurrección, no creeríamos aún si alguien volviera de la muerte para testificarnos (Lc. 16:31).
Los judíos no creyeron, y por eso pensaron que Jesús estaba hablando acerca de la construcción física del templo. Ellos dijeron que había tomado cuarenta y seis años para construir el templo y que Jesús estaba diciendo que podía construirlo en tres días. Considere esto por un momento. La obra en este magnífico edificio se inició por Herodes el Grande y en realidad se tomaron muchos años para construirlo. De hecho aún estaba en construcción cuando Jesús estuvo ahí. Éste era el tercer templo destruido cuando los romanos invadieron Jerusalén en el año 63 a.C. Este templo sería destruido en el año 70 d.C. cuando Jerusalén fue destruida y los judíos dispersados.
Una vez más vemos que las obras de Dios confirman la Palabra de Dios. Los discípulos oyeron estas palabras y las archivaron en sus corazones. En el momento no entendieron todo lo que Jesús estaba diciendo, pero más adelante, después de la resurrección, ellos conocieron y creyeron lo que Él estaba enseñando. Ésta debería ser una lección para nosotros. Guarde en su corazón las Escrituras que usted no entiende. Se aclararán en el futuro. El futuro, conforme se va desenvolviendo, nos demostrará la verdad precisa de toda la palabra hablada por Dios.,

III. Los muchos creyentes
Juan 2:23-25

23. Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía.
24. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos,
25. y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.

Jesús evidentemente se quedó en Jerusalén por algún tiempo e hizo muchos milagros mientras estuvo ahí. Estos milagros no se nos relatan, pero la reacción de algunas de las personas
en Jerusalén sí. Muchos creyeron en su nombre cuando vieron los milagros que hizo. En aquel tiempo como ahora nosotros no sabemos a ciencia cierta lo que sucede en los corazones de aquellos que profesan la fe en Jesús. Algunos son sinceros y verdaderos y otros fingen tener una fe que no poseen.
El versículo 24 sugiere que algunas de estas profesiones no fueron sinceras. Ellos creyeron en Jesús, pero Jesús no creyó en ellos. Las palabras creyeron en el versículo 23 y fiaba en el versículo 24, son las mismas en el griego. Es una cosa estar abrumado por la visión de un milagro y otra cosa tener una experiencia de fe de cambio de vida en Jesús. La fe fugaz, llamativa e irregular jamás perdura. Jesús estaba dispuesto a hacer un compromiso con todos los que realmente creyeran en Él, pero la fe debe llegar primero.
La salvación no es un accesorio agradable para una vida que por lo demás sería buena. La salvación es un cambio básico, fundamental y permanente en nuestras almas de tal manera que jamás seamos los mismos otra vez. Este cambio no había tenido lugar en muchos de estos corazones y Jesús lo sabía.
Jesús nos conoce tal cual somos, no como fingimos ser. De hecho, nunca podemos fingir con Dios. Jesús sabía lo que estaba en los corazones de los hombres. Él sabía que Natanael era un hombre sin astucia en su corazón y sabía que algunas de estas personas habían creído en los milagros pero no habían cambiado realmente sus corazones. Hay aquellos que querían las obras de Dios en sus vidas, pero se les trababa la lengua ante la Palabra de Dios y por eso jamás conocerían la vida proveniente de Dios.
Jesús no sólo conoce nuestros nombres y nuestras caras, él conoce nuestros corazones. ¿Le ha dado usted verdaderamente su vida a Jesús? Si no, usted necesita confiar en Él y tener esa experiencia de cambio de vida ahora mismo. Literalmente, nada sobre la tierra es más importante que la salvación de su alma.

UNA PALABRA FINAL

Mientras Jesús estuvo en la tierra, hubo algunas cosas importantes para Él. Jesús no tenía hacia el pecado la actitud de “vivir y dejar vivir”. Cuando Él vio el engaño y el trastorno
causado por los que amaban el dinero más que a Dios, entró y sacó a estos hombres malos del templo. Evidentemente, pronto volvieron porque lo encontraron haciendo esto una vez más en su ministerio. El comentario de Jesús sobre la reconstrucción del templo se les quedó clavada a los judíos incrédulos y usaron esto como insulto cuando Él estaba en la cruz (Mt. 27:40).
Hay tres grandes lecciones aquí. Primero, Jesús no nos dejará sin cambio alguno, ni tampoco al mundo. Él insistirá en que la conducta errada sea detenida y que la conducta correcta sea iniciada. Comprar y vender había estado dándose en el templo por un largo periodo, pero era malo y debía de detenerse.
Segundo, aprendemos la insensatez de pedir una señal antes de creer. Así como los discípulos de Jesús, perdemos las señales aún cuando nos sean dadas. Ellos no entendieron la señal de Jonás hasta después que Jesús hubo resucitado. La fe verdadera jamás pedirá una señal.
Finalmente, vemos el mensaje de Juan el Bautista afirmado. Los frutos dignos de arrepentimiento son parte necesaria para nuestra experiencia de salvación. Así como era necesario un cambio en el templo, se necesita un cambio en los corazones de los hombres y cuando sucede el cambio verdadero en nuestros corazones, habrá una evidencia concreta y visible del cambio en nuestras vidas.
No cabe duda que los discípulos vieron a Jesús de manera distinta conforme se alejaban de este evento. Aprendieron que el Señor era todo misericordioso y también era un Dios de justicia.

PARA DISCUSION

1. ¿De qué manera convierten las personas la casa de Dios en “casa de mercado” hoy día?
2. ¿Qué puede hacerse para ayudar a las personas a centrarse en el verdadero ministerio y propósito de las iglesias del Señor?
3. ¿Pareciera que algunos de los que vieron sus milagros y creyeron (Jn 2:23) tenían una fe superficial? ¿Por qué o por qué no?
4. ¿Por qué cree que Jesús no se impresionó con su popularidad entre las multitudes? ¿Qué podemos aprender de su actitud?

 

Devocionales Diarios

D —Comportándose en la casa de Dios, 1 Timoteo 3:15.
L — El primer milagro de Jesús, Juan 2:1-12.
M — La casa de oración, Lucas 19:45, 46.
M — El evangelio completo, 1 Corintios 15:1-4.
J — Entonces se acordaron, Lucas 24:5-9.
V — Dios mira el interior, 1 Samuel 16:7.
S — La inexorable presencia, Salmos 139:1-12.


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