Bienaventurados Los Muertos (John MacArthur)

Bienaventurados los muertos
Apocalipsis 14:12-13

La Biblia tiene mucho que decir acerca de la felicidad. La conocida palabra neotestamentaria makarios («bienaventurados») se refiere a gozo espiritual, dicha, realización y satisfacción. Describe un gozo íntimo que es el cumplimiento de todo anhelo, una paz y un gozo serenos, intangibles e inaccesibles. El Antiguo y el Nuevo Testamento revelan mucho acerca de tal bienaventuranza:

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo (le malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha .sentado; sino que en la ley de Jehová está, su delicia, y en su ley medita de día y de noche (Sal. 1:1-2).

Bienaventurados todos los que en [el Hijo de Dios] confían (Sal. 2:12).

Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa, de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño
(Sal. 32:1-2; cp. Ro. 4:7-8).

Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza,
y no mira a los soberbios, ni, a los que se desvían tras la mentira
(Sal. 40:4).

Bienaventurado el, que piensa, en el pobre; en el día malo lo librará Jehová (Sal. 41: 1).

Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, para que habite en tus atrios (Sal. (5:4).

Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente te alabarán (Sal. 84:4).

Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas (Sal. 84:5).

Dichosos los que guardan juicio,
los que hacen justicia, en todo tiempo
(Sal. 106:3).

Bienaventurado el, hombre que, teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita, en gran manera (Sal. 112:1).

Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan (Sal. 119:2).

Ahora, pues, hijos, oídme, [sabiduría] y bienaventurados los que guardan mis caminos (Pr. 8:32).

Bienaventurado el hombre que me escucha [sabiduría], velando a mis puertas cada día, aguardando a los postes de mis puertas (Pr. 8:34).

Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros
(Mt. 5:3-12).

Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron (Jn. 20:29).

Bienaventurado el varón que soporta la tentación; Porque cuando haya resis¬tido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman (Stg. 1:12).

Mas también si alguna cosa, padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois… Si sois vituperados por el, nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros (1 P. 3:14; 4:14).

Pero la declaración más asombrosa de bienaventuranza en toda la Biblia se encuentra en el versículo 13. Asombrosamente, esta segunda de siete bienaventuranzas en Apocalipsis (cp. 1:3; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7, 14) pronuncia bendición sobre los muertos. Tal pensamiento es incomprensible para la mayoría de las personas, que consideran la muerte corno algo que ha de evitarse. «Bienaventurados los vivos» sería una consigna mucho más apropiada para la mayoría de las personas.
La pregunta obvia que se desprende del texto es «¿Por qué son bienaventurados esos muertos?» La respuesta que se presenta es doble: Los muertos de que se habla aquí son bienaventurados por cómo vivieron y por cómo murieron.

CÓMO VIVIERON

Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. (14:12)

La frase la paciencia de los santos presenta una de las doctrinas irás importantes y más consoladoras en las Escrituras. Expresa la verdad de que todos aquellos a quienes Dios ha escogido, llamado y justificado nunca perderán su fe, sino que perseverarán en ella hasta la muerte. Esa realidad da seguridad, esperanza y gozo a todo verdadero creyente en Jesucristo y pone fin al temor y a la duda. También revela que las muertes de los creyentes son benditas porque la muerte los conduce a las glorias del cielo.
Algunos se refieren a esto como la doctrina de la seguridad eterna; otros la llaman la enseñanza de «una vez salvo, siempre salvo». Aunque estas definiciones son acertadas, no expresan esta verdad tan claramente como la frase bíblica la paciencia de los santos. Esa oración subraya la realidad de que Dios guarda a sus santos sosteniendo su fe hasta el mismo final, sin que importe lo que ocurra. La verdadera fe salvadora en su propia naturaleza es eterna y no se puede perder ni destruir.

La perseverancia de la fe salvadora nunca se ha visto más clara y poderosamente que en este pasaje. Ningún grupo de creyentes ha experimentado jamás o experimentará ataques más fuertes a su fe que los santos de la tribulación. Este gran grupo de creyentes (7:9, 13-14) incluirá gentiles (7:9) y judíos (12:17). Serán salvos gracias a los ministerios de los dos testigos (11:3-13) y de los ciento cuarenta y cuatro mil (7:1-8; 14:1-5). Los creyentes de la tribulación sufrirán la más intensa persecución en la historia humana. En Mateo 24:21 Jesús describió este período copio un tiempo de «gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá». Tan terribles serán las condiciones que «si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados» (Mt. 24:22). Dios establecerá un límite en la tribulación para que los elegidos no sufran más de lo que pueden soportar (cp. 1 Co. 10:13). No hay evidencia más fuerte sobre la perseverancia de la fe salvadora que la realidad de que los creyentes sometidos a la mayor prueba en toda la historia, mantendrán su fe salvadora hasta el fin.

El alentador mensaje de los versículos 12 y 13 forman una breve tregua en la revelación del juicio de Dios contra los incrédulos. Los versículos 9-11 describieron un terrible cuadro de la condenación de los no arrepentidos adoradores del anticristo. La narración del juicio de Dios se reanuda en el versículo 14 y continúa por el resto del capítulo. En medio de toda esa masacre, con desastres sin precedentes que tienen lugar en todo lo que los rodea, los santos de la tribulación seguirán siendo fieles y leales a Cristo. Ni siquiera la posibilidad del martirio los persuadirá para que abandonen su fe. Su perseverante lealtad a Jesucristo forma el punto luminoso en las tinieblas de la tribulación. También responde a la pregunta del mundo incrédulo: «el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?» (6:17). Los creyentes de la tribulación seguirán firmes hasta el fin.

La doctrina bíblica de la paciencia de los santos radica sobre sólidas e incon-movibles columnas. La primera prueba de la veracidad de esa doctrina es que la promesa de Dios lo estableció. En el Salmo 37:23-34, David expresó la verdad de gire Dios guarda a los suyos:

Por Jehová son ordenados los usos del hombre, y él, aprueba su camino.
Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano.
Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue iban. En todo tiempo tiene misericordia, y presta; y su descendencia es para bendición. Apártate del, mal, y haz el bien, y vivirás para siempre.
Porque Jehová, ama la rectitud, y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados; mas la descendencia de los impíos será destruida. Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella. La boca del justo habla sabiduría, y su lengua habla justicia.

La ley de su Dios está, en su, corazón; por tanto, sus pies no resbalarán. Acecha, el impío al justo, y procura matarlo.
Jehová no lo dejará en sus manos, ni lo condenará cuando le juzgaren. Espera en, Jehová, y guarda su camino, y él, te exaltará para heredar la tierra; cuando sean destruidos los pecadores, lo verás.

Isaías también celebró esta gran verdad:

Ahora, así dice, Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel,.
No temas, porque yo te redimí; le puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán.
Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama, arderá, en ti.
Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvado; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti.
Porque a mis ojos fuiste de gran estima,, fuiste honorable, y yo te, amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. No temas, porque yo estoy contigo; del, oriente traeré tu generación, y del, occidente te recogeré. Diré al, norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria, mía los he creado, los, formé y los hice
(Is. 43:1-7).

Israel será salvo en Jehová con salvación eterna;
no os avergonzaréis ni os afrentaréis; por todos los siglos
 (Is. 45:171).

Pero Sion dijo: Me dejó Jehová, y el Señor se olvidó de mí,
¿Se olvidará la mujer (le lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti.
He aquí que en las palmas (le las manos te tengo escupida; delante de mí están. siempre tus muros
(Is. 49.:14-16).

Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo de la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá (Is. 51: 6).

Dios también promete en el Nuevo Testamento que la salvación es eterna:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él, cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Jn. 3:16).

El que cree en el Hijo tiene vida eterna (Jn. 3:36).

«De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha, pasado de muerte a vida (Jn.5:24).

Y esta, es la promesa que él nos hizo, la vida eterna (1 Jn. 2:25).

Una segunda verdad sobre la que se fundamenta la doctrina de la paciencia de los santos es que el propósito de Dios lo asegura. Jesús dijo:

Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad,, sino la voluntad del, que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en, el, día postrero. Y esta, es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél, que ve al, Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en, el día postrero (Jn. 6:37-40).

La promesa de Dios radica en su plan o su propósito soberano; aquí se declara explícitamente que su voluntad es que ninguno de los que Él dio a su Hijo se pierda. En Juan 6:44 Jesús destacó esa verdad, observando que «Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero». Todos los que aceptan la fe salvadora en Jesucristo participarán de la «resurrección de vida» (Jn. 5:29); ninguno se perderá. Romanos 8:28-30 también enseña que no hay rupturas en el proceso de salvación:

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su, propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, Para, que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.

Todos aquellos a quienes Dios conoció de antemano están predestinados, son llamados, justificados y glorificados. Desde su inicio en la eternidad pasada hasta su conclusión en la eternidad futura, el proceso de salvación no tiene interrupciones; no hay posibilidad de que alguien deserte a lo largo del camino. «[Estoy] persuadido de esto», escribió Pablo, «que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el (lía de Jesucristo» (Fil. 1:6; cp. 1 Co. 1:7¬9). En Romanos 11:29 añadió: «irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios». Dios cumplirá lo que se propone.

Una tercera prueba de la doctrina de la paciencia de los santos es que el poder de Dios la garantiza. El poden- de Dios que convierte a los creyentes en nuevas criaturas (2 Co. 5:17) los sostendrá, de modo que no pueden perderse nunca. En Juan 10:27-29 Jesús declaró enfáticamente que el poder de Dios guarda con seguridad a los creyentes: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de 1ni mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre». Ni Satanás, ni todos las tuerzas del infierno pueden arrebatarle a Dios un creyente, «porque mayor es el que está en vosotros, que el que este en el mundo» (1 Jn. 4:4). Pablo escribió a los tesalonicenses: «Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal» (2 Ts. 3:3). El autor de Hebreos escribió: «por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos» (He. 7:25). La epístola de Judas termina con la bendición, «a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría» (Jud. 24). A más de su promesa y su propósito, Dios tiene el poder de guardar con seguridad a los creyentes.

Los santos también perseverarán porque la salvación es totalmente por la gracia de Dios (Ef. 2:8-9). Como no hemos hecho nada para ganarla, así tampoco podemos hacer nada para retenerla. Al concluir su primera epístola a los tesalonicenses, Pablo pronunció la bendición siguiente sobre ellos: «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1 Ts. 5:23). Luego el apóstol explicó cómo se llevaría a cabo la custodia de los tesalonicenses: «Fiel es el que os llama, el cual también lo hará» (v. 24).

Afirmar que la fe salvadora puede morir, o puede perderse, contradice la promesa, el propósito, el poder y la gracia de Dios. Los creyentes han «[renacido] para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para [ellos], que [son] guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero» (1 P. 1:3-5). Dios garantiza que los creyentes perseverarán.

Sin embargo, las repetidas exhortaciones bíblicas a la paciencia ponen en claro que los creyentes tienen una responsabilidad en el perseverar. «Seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre», advirtió Jesús, «más el que persevere hasta el fin, éste será salvo» (Mt. 10:22). En Mateo 24:13 Él repite: «El que persevere hasta el fin, éste será salvo». Al llegar a Antioquía, Bernabé «exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor» (Hch. 11:23). Más adelante, Pablo y Bernabé pasaron un tiempo en Listra, Iconio, y Antioquía «confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios» (Hch. 14:22). Pablo escribió a los romanos: «[Dios] pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia» (Ro. 2:6-8). Colosenses 1:21-23 revela claramente la parte de Dios en la salvación y la responsabilidad del hombre en perseverar. Los cristianos son redimidos, aunque «[eran] en otro tiempo extraños y enemigos en [su] mente, haciendo malas obras» porque Dios «ahora [los] ha reconciliado en [el] cuerpo de carne [de Cristo], por medio de la muerte, para [presentarlos] santos y sin mancha e irreprensibles delante de él». Pero esto no quita la responsabilidad de los creyentes a «[permanecer] fundados y firmes en la fe, y sin [moverse] de la esperanza del evangelio que [han] oído». Con el mismo tono el autor de Hebreos escribió: «Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal qué retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio» (H e. 3:14). El apóstol Juan describió a los cristianos como vencedores (2:7, 11, 17, 26-28; 3:5, 12, 21; 1 Jn. 5:4-5).

Los creyentes perseveran por fe (1 P. 1:5; 1 Jn. 5:4-5), temor (Jer. 32:40), amor (Ef. 6:24), obediencia (Jn. 8:31), y al alejarse del pecado (2 Co. 7:1; cp. Ro. 6:12-14). Dios concede todos estos medios y luego exhorta a los creyentes a manifestarlos en su vida. La doctrina de la perseverancia no debe interpretarse mal enseñando que los creyentes serán eternamente salvos sin importar lo que creen o cómo vivan. Lo que sí enseña es que, como se observó antes, los verdaderos creyentes continuarán en la fe. A la justificación seguirá la santificación que conduce a la glorificación.
Esto hace surgir la pregunta sobre los que una vez profesaron la fe en Cristo, pero luego se apartaron. La Biblia enseña que tales personas nunca fueron salvas. Al explicar la parábola del sembrador a sus discípulos, Jesús dijo del terreno pedregoso: «Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan» (Mr. 4:16-17). Jesús advirtió en Juan 15:6: «El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden». El autor de Hebreos observó que «es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio» (He. 6:4-6). En Hebreos 10:20 preguntó retóricamente: «¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?» «Salieron de nosotros», declaró el apóstol Juan, «pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido ele nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros» (1 in. 2:19).

Una escena de El progreso del peregrino de Juan Bunyan ilustra el hecho de que los verdaderos cristianos perseveran en las pruebas, mientras que los falsos creyentes se apartan de la fe:

Cuando apenas Cristiano se había acercado a la orilla del valle de Sombra-de-muerte, se encontró con dos hombres que volvían a toda
prisa; eran hijos de los que trajeron malos informes de la buena tierra (Nm. 13:32), con quienes Cristiano trabó la siguiente conversación:

Cristiano- ¿Adónde van?
Hombre- Atrás, atrás; y si estimas en algo tu vida y tu paz, te
aconsejamos que hagas lo mismo. Cristiano- Pues ¿por qué? ¿Qué ocurre?
Hombre- ¿Qué? Nos dirigíamos por este mismo camino que tú llevas; habíamos avanzado ya hasta donde nos atrevimos; pero apenas hemos podido volver, porque si hubiéramos dado unos cuantos pasos más no estaríamos ahora aquí para darte esta noticia.
Cristiano- Pero ¿qué han encontrado?
Hombre- Casi estábamos ya en el valle de Sombra-de-muerte, cuando extendimos la vista delante de nosotros y descubrimos el peligro antes de llegar (Sal. 107:10).
Cristiano- Pero ¿qué han visto?
Hombre- ¡Ah! Hemos visto el valle mismo, que es tan oscuro como la noche. Hemos visto allí los fantasmas y dragones del abismo; hemos oído también en ese valle continuos aullidos y gritos como de personas sumidas en miseria indecible, que allí sufren agobiadas bajo el peso de aflicciones y cadenas. Sobre ese valle también se extienden las horrendas nubes de la confusión; la muerte también cierne sus alas constantemente sobre él. En una palabra: allí todo es horrible y todo está en espantoso desorden (Job 10:22).
Cristiano- Lo que me dicen no me muestra sino que este es el camino que debo seguir hacia el deseado puerto (Sal. 44:18). Hombre- Nosotros no queremos seguir éste.
Y con eso se separaron, y Cristiano siguió su camino; pero siempre con la espada en la mano por temor de ser atacado.

La paciencia de los santos de la tribulación será evidente porque guardan los mandamientos de Dios. Que la genuina fe salvadora traerá como resultado tal obediencia es la clara enseñanza de la Biblia. En Juan 8:31 Jesús dijo: «Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos». En Juan 14:21 Jesús definió a quienes de veras lo aman como aquellos que le obedecen: «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me asna, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él». En Juan 15:14 añadió: «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando». En Lucas 6:46 Jesús preguntó: «¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?» El apóstol Juan escribió: «Este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos» (1 Jn. 5:3).

Una segunda forma en que los santos de la tribulación mostrarán paciencia
será mediante la fe de Jesús. Seguirán siendo leales incluso bajo el tiránico reinado del anticristo. Ni siquiera la amenaza de muerte (13:15) hará que abandonen su fe en el Señor Jesucristo. Al igual que los héroes de la fe mencionados en Hebreos 11, mantendrán su testimonio hasta el fin, aun cuando ese fin sea un martirio horripilante.

¿Por qué son bienaventurados esos muertos fieles? Porque llevaron una vida pura, noble, con propósito, obediente, fructífera, gozosa y ejemplar. Vivieron una vida plena de fe y obediencia a Dios. Aunque no hubiera cielo, esa seguiría siendo la mejor manera de vivir. Pero hay un cielo después de esta vida para el pueblo de Dios; por lo tanto, la muerte de los santos de la tribulación también será eternamente bienaventurada.

CÓMO MURIERON

Caí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen. (14:13)

Después de haber vivido con paciencia, los santos de la tribulación morirán con promesa. Esta es la sexta vez en Apocalipsis que Juan oyó una voz… desde el cielo (cp. 10:4, 8; 11:12; 12:10; 14:2); él escuchará esta voz tres veces más (18:4; 19:5; 21:3). La voz (probablemente la de Dios, no de un ángel) le ordenó a Juan que escribiera. Doce veces en Apocalipsis a Juan se le dice que escriba (cp. 1:11, 19; 2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14; 19:9; 21:5); el apóstol tenía la orden divida de registrar sus visiones.

La voz celestial ordenó a Juan que escribiera Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Entre ellos están los mártires como Antipas (2:13), los que Juan vio debajo del altar celestial (6:9-11), y la «gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas… los que han salido de la. gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero» (Ap. 7:9, 14). Estos mártires son bienaventurados no solo porque vivieron en plena obediencia), confianza, sino también porque: mueren en el Señor. Ellos experimentarán en la muerte la plena recompensa, ya que «estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos» (Sal. 116:15). Con Pablo, ellos podrán gritar triunfalmente: «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?» (1 Co. 15:55).

La voz le informó a Juan que no solo serán bienaventurados quienes ya habían muerto, sino también los que mueran de aquí en adelante. Los creyentes martirizados desde ese momento hasta el final de la tribulación no tendrán nada que temer. También su muerte será bienaventurada.
Se cita directamente al Espíritu Santo en Apocalipsis solamente aquí y en 22:17. Su enfático Sí (la. partícula griega mii indica una afirmación fuerte) muestra que Él está de acuerdo con la voz celestial que afirmó que los muertos son bienaventurados. Como su sustentador y consolador, quien los ama y se duele con su dolor, el Espíritu Santo anhela ver tal sufrimiento llegar a su fin. Él añade dos razones más para la bienaventuranza de los mártires de la tribulación.

En primer lugar, el Espíritu los declara bienaventurados porque descansarán de sus trabajos. Kopos describes una faena dura, difícil, agotadora. También puede referirse a molestia, disgusto, o problema. Sin duda los santos de la tribulación sufrirán toda la gama de estos significados de la palabra. Se llenará de tristeza al ver a los que aman -hijos, padres, cónyuges y amigos- sufrir el tormento y la muerte. Sus vidas serán una dura, difícil y peligrosa lucha por la supervivencia. Al no tener la marca de la bestia, se les excluirá de la sociedad, no podrán comprar ni vender, y vivirán como fugitivos que huyen. La muerte, al dar- descanso de todas las dificultades y tristezas de su vida, llegará corno un bienvenido alivio. En marcado contraste están los malditos, quienes no conocerán ni un momento de descanso durante toda la eternidad (14:11).
El Espíritu Santo también dice que los mártires de la tribulación serán bienaventurados porque sus obras con ellos siguen. Erga (obras) se refiere a su servicio al Señor. Cuando esos creyentes vayan al cielo, los registros de su diligente labor siguen junto con ellos. La Biblia enseña que Dios recompensará a los creyentes en el cielo por su servicio terrenal a Él. Hebreos 6:10 dice: «Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra), el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún». A1 enfrentar una inminente ejecución, Pablo declaró triunfalmente: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida» (2 Ti. 4:7-8). Primera a los Corintios 3:12¬14 describe la prueba de Dios de las obras de los creyentes. El «oro, [la] plata [y las] piedras preciosas» (v. 12) se conservarán, mientras que la «madera, [el] heno [y la] hojarasca» (v. 12) se destruirán. Lo que queda formará el fundamento para la recompensa de los creyentes (vv. 13-14).

Los muertos que hayan vivido en obediencia y confianza serán bienaventurados con descanso y recompensa después que mueran. Los que viven ahora por placeres lujuriosos están muertos, aunque estén vivos (1 Ti. 5:6). Estando «muertos en [sus] delitos y pecados» (Ef. 2:1), ellos enfrentan el horror de la condenación a castigo eterno en el infierno. La solemne verdad es que las decisiones que toman las personas en esta vida, trazarán irreversiblemente el curso de su destino eterno. Una eternidad sin Cristo de tormento sin alivio, o el bienaventurado descanso y la recompensa celestial: esta es la decisión que tiene que tomar cada persona.


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