La Ultima Siega De La Tierra (John MacArthur)

La última siega de la tierra
Apocalipsis 14:14-20

La primera venida de Cristo fue de humillación, un tiempo en que Él, «siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz« (Fil. 2:6-8).

Jesucristo vino la primera vez como siervo; Él volverá como el Rey soberano. En su primera venida, vino con humildad; en su Segunda Venida, vendrá con majestad y esplendor. La primera vez que vino a la tierra, «el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lc. 19:10); cuando Él vuelva, será para «[juzgar] a los vivos y a los muertos» (2 Ti. 4:1). Jesucristo vino la primera vez corno el sembrador; vendrá otra vez como el segador.

El juicio final de Dios en la tierra es cl tema de 14:6-11. Los versículos 12 y 1,3 forman una breve tregua, presentando la alentadora y prometedora verdad de la paciencia de los santos. Luego (le este breve descanso para alentar a los fieles, el tema de la ira divina se reanuda en los versículos 14-20. El juicio presentado en esos versículos tendrá lugar en el peor momento de la historia humana, la gran tribulación (Mt. 24:21-22). Después de años de soportar el gobierno opresor del anticristo, los ataques demoniacos y los aterradores y devastadores juicios de Dios, a las personas les será difícil creer que las cosas están por mejorar. Parecerá como si la vida no pudiera ser peor, pero así será. El catastrófico juicio del «Día del Señor» está a punto de caer sobre Satanás, sus huestes de demonios, el anticristo y todas las personas malvadas y sin arrepentirse del mundo. Se describe ese juicio en este pasaje como la última siega de la tierra. En un holocausto sin precedentes, toda la furia del Señor Jesucristo se desatará en juicio devastador.

El tema del juicio venidero es sin duda no exclusivo de Apocalipsis. Aun antes que el Mesías predicara las buenas nuevas del evangelio, sus precursores proclamaron las malas noticias del juicio. En Mateo 3:7 Juan el Bautista dijo: «¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?» Durante su ministerio terrenal, Jesús advirtió varias veces del futuro día del juicio (p.ej., Mt. 10:15; 11:22, 24; 12:36, 41-42; Jn. 5:28-29). Pablo escribió: «Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad… Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras» (Ro. 1:18; 2:5-6). En 2 Tesalonicenses 1:6-9 el apóstol añadió: «Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder». El escritor de Hebreos advirtió: «Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios» (14e. 10:26-27). También Pedro escribió del juicio venidero, advirtiendo que «sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio… los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos» (2 P. 2:9; 3:7).

El Antiguo Testamento también se refiere al divino juicio escatológico del inundo. En Isaías leemos:

Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad, –
Y haré que cese la. arrogancia de los soberbios, v abatiré la altivez de los, fuertes.
Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre. Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar; en la indignación de Jehová de los ejércitos
, (Is. 13:11-13).

El juicio venidero se menciona también en Isaías 24:21-23:

Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al, ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra. Y serán amontonados como se amontona a los encarcelados en mazmorra, y en prisión quedarán encerrados, y serán castigados después de muchos días. La luna se avergonzará, y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso.

Dos pasajes del Antiguo Testamento presentan notables paralelos con Apocalipsis 14. Isaías 63:1-6 registra un fascinante monólogo del Mesías al venir a ejecutar el sangriento juicio final sobre el mundo incrédulo:

¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿éste hermoso en su vestido, que marcha en la grandeza de su poder?
Yo, el que hablo en justicia, grande para, salvar. ¿Por qué es rojo tu vestido,
y tus ropas como del que, ha pisado en lagar? He pisado yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor;y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas.
Porque el día de la venganza está en mi corazón, y el, año de mis redimidos ha llegado.
Miré, y no había quien ayudara, y me maravillé que no hubiera quien, sustentase; y me salvó mi brazo, y me sostuvo mi ira.
Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los Pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será, destruido.

Juan vio uno sentado semejante al Hijo del Hombre, el Señor Jesucristo, que viene a establecer su reino en cumplimiento de la profecía de Daniel. La brillante nube blanca simboliza su gloria y majestad (cp. 1:7; Mt. 17:5; 24:30; 26:64; Hch. 1:9). Él está listo para tomar el dominio del que profetizó Daniel; el segador está sentado mientras espera el momento apropiado para ponerse de pie y comenzar la siega. A esa siega (los siete juicios de las copas) la seguirá la venida de Cristo para establecer su reino.

La descripción de Cristo como semejante al Hijo del Hombre también viene de la profecía de Daniel (Dn. 7:13). Fue el título predilecto del Señor para referirse a sí mismo durante su encarnación (p.ej., Mt. 8:20; 9:6; 24:27, 30; Mr. 2:10, 28; 8:31; 9:9; Lc. 6:22; 7:34; 9:22; 12:8J n. 5:27; 6:27, 62; 8:28), cuando «se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, [y fue] hecho semejante a los hombres… y [estuvo] en la condición de hombre» (Fil. 2:7-8). No hay dudas de que el semejante al Hijo del Hombre es el Señor Jesucristo. Esta es la última vez que las Escrituras se refieren a É1 con ese título, y presenta un marcado contraste con la primera vez que el Nuevo Testamento lo llama Hijo del Hombre. En aquella oportunidad Él no tenía ni siquiera un lugar donde recostar su cabeza (Mt. 8:20); ahora está a punto de tomar posesión de toda la tierra.
Se describe al segador como que tenía en la cabeza una corona de oro. Esa corona no es la diadema que usa un rey (cp. 19:12), sino el stephanos usado por los vencedores en la guerra o en los eventos deportivos; es la corona de triunfo (cp. 2:10; 1 Co. 9:25; 1 Ts. 2:19; 2 Ti. 4:8; Stg. 1:12; 1 P. 5:4). Describe al Hijo del Hombre no en su identidad como gobernante soberano, sino como el triunfante conquistador victorioso sobre todos sus enemigos (cp. Mt. 24:30).

También el segador tenía en la mano una hoz aguda. Una hoz era larga, curvada y afilada hoja de acero atada a un mango largo de madera. Se usaban las hoces para cosechar el grano; al sostenerse con ambas manos y pasarse rápidamente de un lado a otro, sus afiladas hojas cortaban los tallos a nivel de tierra. La descripción es del Señor Jesucristo segando a sus enemigos como un segador cortando el grano.

LA MADUREZ

Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura. (14:15)

Otro ángel, el cuarto mencionado en este capítulo (cp. vv. 6, 8, 9), aparece en la escena. Los primeros tres ángeles proclamaron que venía el juicio; el cuarto trae la orden de ejecutarlo. Este ángel salió del templo celestial (cp. v. 17), de delante del trono de Dios. Con gran voz comunicando la urgencia, el poder y la autoridad que Dios le confirió, el ángel clamó al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura. Él entrega el mensaje de Dios el Padre al Hijo del Hombre, que ya es el tiempo para que comience el juicio. La ira de Dios ha alcanzado su límite, y su ira se derrama. Se terminó el tiempo de la gracia, y no habrá más demora para la cosecha de juicio. El Hijo puede ahora ejercer el derecho de juzgar que el Padre le confirió (Jn. 5:22, 27; Hch. 10:42; 17:31) porque la tierra está madura para el juicio. En realidad, la frase verbal traducida está madura significa «seca», «marchita», «demasiado madura» o «podrida». El grano (la tierra) descrito aquí ha pasado el punto de ser útil y solo sirve para recogerlo y «[quemarlo] en el fuego» (Mt. 13:40).

LA SIEGA

Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada. (14:16)

He aquí una de las más trágicas y solemnes declaraciones en toda la Biblia. Sencilla¬mente, y sin adornos, registra la ejecución del juicio divino. Los alarmantes detalles de ese juicio se revelan en el capítulo 16: úlceras malignas y pestilentes sobre los adoradores del anticristo (v. 2), la muerte de toda vida en los océanos del mundo (v. 3), la conversión de los ríos del mundo y las fuentes de las aguas en sangre (v. 4), la intensificación del calor del sol hasta quemar a las personas (v. 8), dolorosas tinieblas sobre todo el reino del anticristo (v. 10), la desecación del río Éufrates en preparación para una gran invasión por los reyes del este (v. 12), y el más poderoso y destructivo terremoto de la historia (v. 18). Estos siete violentos juicios de las copas marcan la primera fase de la última siega de la tierra.

LA COSECHA DE LA UVA

Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda. Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras. Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios. (14:17-20)

A la visión de la cosecha del grano le sigue la de la cosecha de la uva, que no habla de los juicios de las copas sino del juicio que tiene lugar en la batalla de Armagedón. El juicio de la cosecha es más espectacular por la imagen del lagar. Como la visión de la cosecha del grano, la de la uva puede describirse mediante tres elementos: el segador, la madurez y la siega.

EL SEGADOR

Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda. (14:17)

En esta visión el segador no es el Hijo del Hombre, como en la cosecha del grano, sino un ángel, el quinto mencionado en el capítulo 14. Al igual que el cuarto ángel (v. 15), salió… del templo que está en el cielo. Al igual que Cristo en la visión anterior, tenía también una hoz aguda. Los ángeles han desempeñado una función importante en Apocalipsis hasta este punto, convocando a los cuatro jinetes, haciendo sonar las siete trompetas y derrotando a Satanás y a sus huestes de demonios. Además, los ángeles derramarán los siete juicios de las copas en el capítulo 16, anunciarán la batalla de Armagedón (19:17), y atarán a Satanás (20:1-3). Entonces no es sorprendente que se describa en esta visión a un ángel como el segador. El Hijo del Hombre estará asistido por santos ángeles en su juicio final (cp. Mt. 13:39, 49; 2 Ts. 1:7).

LA MADUREZ

Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras. (14:18)

Mientras Juan observaba, apareció otro ángel, el sexto en la visión. Se le da el interesante nombre del que tenía poder sobre el fuego. Ese título está estrechamente relacionado con el hecho de que salió del altar. Este altar celestial se ha mencionado ya en 6:9-11: `

Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de, los que habían sido muertos por cansa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a, gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en, la tierra? Y se les dieron. vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.

Lo más probable es que sea emblemático del altar de oro para el incienso del Antiguo Testamento (Éx. 40:5), donde dos veces al día los sacerdotes quemaban incienso que se ofrecía en el lugar santo, representando las oraciones del pueblo, ya que a los mártires que están debajo de él se les ve orando y la oración está asociada con el incienso (5:8; Sal. 141:2; Lc. 1:10). Estos santos que murieron están orando para que Dios tome venganza de los que los atormentaron y envíe su ira..
Este altar también se describe en 8:3-5:

Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre, el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del, altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto.

Todas las mañanas y tardes los sacerdotes del Antiguo Testamento debían tomar carbones del altar de bronce (sobre el cual se ofrecían los sacrificios) y llevarlos al altar de incienso. Allí debían encender el incienso (Éx. 30:7-8; 2 Cr. 29:11), que ascendería hacia el cielo, simbolizando las oraciones del pueblo de Dios (5:8). En el momento en que esto ocurría el pueblo estaba afuera orando (Lc. 1:10).

El que el ángel tuviera poder sobre el fuego (está presente el artículo definido en el texto griego, que literalmente dice «el fuego») del altar indica que había estado ministrando en cl equivalente celestial al altar de incienso terrenal. A diferencia del ángel en el versículo 17, este ángel no sale del trono de Dios, sirio del altar asociado con las oraciones de los santos. Su aparición significa que había llegado el momento de responder a esas oraciones. Había llegado el momento para que Dios tomara fuego, asociado con la intercesión, y lo usara para la destrucción de sus enemigos y los enemigos de su pueblo.

Al salir del altar, llamó a gran voz con urgencia al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras. En respuesta a las oraciones de los santos, llega el tiempo para la cosecha de juicio. A los pecadores no arrepentidos se les describe como racimos de uvas, que deben ser cortados por la hoz aguda del segador de la tierra; es decir, de la existencia terrenal. La palabra maduras no es la misma palabra griega empleada en el versículo 15. Esa palabra se refiere a algo total¬mente maduro y en su momento culminante. Representa a las personas malva¬das y no regeneradas de la tierra como estallando ante el juicio de la maldad y listos para la cosecha de justicia.

LA SIEGA

Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios. (14:19-20)

Lo que ocurrió cuando el ángel arrojó su hoz en la tierra fue catastrófico. Todos los enemigos de Dios que sobrevivieron a los siete juicios de las copas se vendimiarán como racimos de la viña de la tierra y se echarán en el gran lagar de la ira de Dios. Un lagar estaba formado de dos recipientes de piedra conectados por un canal. Las uvas se pisoteaban en el recipiente superior, y se recogía el jugo en el inferior. La salpicadura de jugo al pisotearse las uvas describe gráficamente la salpicadura de la sangre de los que serán destruidos (cp. Is. 63:3; Lm . 1:15).
Será pisado el lagar fuera de la ciudad, mientras el Señor protege a Jerusalén de la carnicería de la batalla de Armagedón (cp. 11:2; Dn. 11:45; Zac. 14:1-4). Esa batalla tendrá ligar al norte de Israel en la llanura de Esdraelón cerca del monte Meguido (a unos cien kilómetros al norte de Jerusalén). Cubrirá en su furor todo Israel, hasta tan lejos al sur como Bosra en Edom (cp. Is. 63:1). Jerusalén será guardada para ser la capital del reino de Cristo.

La asombrosa y aterradora carnicería de la batalla de Armagedón se extenderá tanto que del lagar saldrá sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios. Habrá millones de personas que participarán en la batalla de Armagedón, ya que todas las naciones se reunirán para pelear contra el Señor Jesucristo. Sin embargo, es difícil imaginarse que podrán producir un flujo de sangre hasta los frenos de los caballos (unos cuatro pies de profundidad) por mil seiscientos estadios (lit. «1,600 stadia». Una mejor interpretación, sea que haya verdaderos caballos o no, considera eso una hipérbole que sugiere la matanza en la que la sangre salpicará hacia el aire profusamente a lo largo de toda la batalla. Cuando la matanza llegue a su punto culminante, la sangre pudiera correr en abundancia.
El Armagedón, como indica este pasaje, será realmente una carnicería y no una batalla. Cuando venga el Señor Jesucristo, el anticristo, el falso profeta y todas seis fuerzas humanas y demoniacas serán destruidos de inmediato. Apocalipsis 19:11-21 describe la escena en detalles:

Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel, y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos erara corr1o llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía, un nombre escrito que ninguno conocía sino él -mismo. Estaba vestido de una ropa, teñida en sangre; y -su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca, sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del, furor y de la, ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.
Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a, gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos a la gran. cena de Dios, para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes.
Y vi a la bestia, cc los reyes de la tierra y a sus ejércitos, -reunidos parea guerrear contra el que montaba el caballo, y contra, su ejército. Y la bestia, fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella, las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos, fueron lanzados vivos dentro de un lao de fuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la, espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos.

Al poner la escena en este capítulo junto con la del capítulo 19, aunque el ángel corta las uvas, es el Señor Jesucristo quien aplasta sus vidas.
La humanidad no regenerada enfrenta un aterrador futuro, copio indica esta increíble escena. Quienes se niegan a arrepentirse, aun después de repetidas advertencias, aprenderán de primera mano la verdad solemne de que «¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!» (He. 10:31). Harían bien con prestar atención a la exhortación del salmista:

Honrad al, Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino;
Pues .se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían
(Sal. 2:12).


3 Replies to “La Ultima Siega De La Tierra (John MacArthur)”

  1. Apreciables hermanos, reciban un afectuoso saludo, y les felicitamos por su pagina. Soy amante de estudiar el libro de Apocalipsis. Y me gustaria saber como es posible tener los estudios de Apocalipsis del Dr. Mac-arthur

  2. Reciban un cariñoso saludo.
    Les felicitamos por su pagina.
    Me gusta mucho estudiar sobre el libro de Apocalipsis. Continuamente estoy buscando interpretaciones congruentes. Y creo que el Dr. Mac-arthur es un escritor-comentarista muy apegado a la verdad. Me gustaria saber como puedo tener todos sus estudios de Apocalipsis. Gracias y que Dios les bendiga

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