Lectura: Salmo 31:1-8
. . . sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme.
–Salmo 31:2.
A finales de enero de 1956, durante los días tensos del boicot Montgomery, Martin Luther King Jr., líder de derechos civiles, no podía conciliar el sueño. Una llamada telefónica lo había aterrorizado. Entonces hizo esta oración: «Estoy aquí defendiendo aquello que creo es correcto. Pero tengo miedo. El pueblo me busca como líder, y si me presento delante de ellos sin fortaleza ni valor, ellos también vacilarán. He llegado al límite de mis fuerzas. . . no puedo enfrentarlo yo solo.»
Más tarde King escribió: «En ese momento experimenté la presencia de Dios como nunca antes la había sentido. Parecía como si pudiese escuchar una suave voz interior que me aseguraba: «Defiende la justicia, defiende la verdad; y Dios estará de tu parte para siempre.» Casi inmediatamente mis temores empezaron a desvanecerse. Desapareció mi incertidumbre. Estaba listo para enfrentar cualquier cosa.»
El resto es historia. King tenía sus defectos, pero nadie puede negar que era un hombre que quería ver a las gentes de todas las razas libre del daño que les causaba el prejuicio.
Si enfrentamos oposición cuando intentamos hacer lo que es correcto, nosotros también debemos clamar al Señor. Únicamente Él puede ser nuestra «roca fuerte y fortaleza» (Sal. 31:2). Dios es nuestra fuente confiable de firmeza y protección.
Cuando confiamos en el poder de Dios,
lo que experimentamos es paz, no pánico.
NPD/--DCE