Lectura: Mateo 27:62-28:15
Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.
–1 Co. 15:20.
No hay un elemento en la historia de Semana Santa que sea más perturbador para los incrédulos que el informe de que los seguidores de Jesús encontraron la tumba vacía aquel domingo en la mañana.
Algunos sencillamente lo niegan diciendo que las mujeres y otras personas se equivocaron de tumba. Otros piensan que Jesús no estaba verdaderamente muerto cuando fue enterrado, y que de alguna manera revivió y salió de la tumba, a pesar de que los soldados romanos lo habían declarado muerto (Jn. 19:33), que un testigo ocular vio que de su cuerpo herido salió agua y sangre (v. 34), y de que habían envuelto su cuerpo con tiras de lino que contenían unos 45 kilos de especias (v. 39).
En el primer siglo, hasta los enemigos de Cristo estuvieron de acuerdo en que Él había muerto y que la tumba estaba vacía. Sobornaron a los guardias para que dijesen que los discípulos robaron su cuerpo (Mt. 28:11-15).
Jesús se levantó de la tumba en un cuerpo real, y eso significa todo para nosotros. Cuando un amigo o ser querido cristiano muere, podemos tener la confianza de que le veremos de nuevo. El cuerpo puede que se convierta en polvo, pero Dios no lo olvidará. Será transformado en un cuerpo perfectamente diseñado para el cielo (1 Co. 15:35-50). Y eso no es ninguna ilusión. Es una expectativa basada en una sólida evidencia.
Gracias, Señor, por la tumba vacía de Cristo.
La tumba vacía es el fundamento de nuestra fe.
NPD/--HVL