Lectura: Romanos 12:9-18
En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor. —Romanos 12:11.
Cuando hemos hecho lo mejor que hemos podido para servir al Señor, un comentario imprudente o crítico puede arrebatarnos el gozo. Cuando eso suceda debemos centrarnos en lo que Dios piensa de nosotros.
Una directora de música de una iglesia, a quien llamaremos Juana, había dirigido su coro y orquesta en una cantata incitante pero difícil. Los ensayos no habían salido bien, especialmente los de la sección de cuerdas. Cuando la cantata terminó, uno de los violinistas le habló con irritación y enojo a Juana diciéndole: «¡Debimos haber ensayado más para este programa para poder hacerlo bien!»
Juana se sintió desolada. Después de todo, aquel era un esfuerzo voluntario para la audiencia de una iglesia. No se cobró admisión. Muchos de los músicos no eran expertos, pero estaban dispuestos a dar su talento al Señor. Lo habían hecho bien y la gente quedó edificada.
Mientras conducía a su casa, Juana oraba y las lágrimas le corrían por las mejillas. Entonces el Señor habló a su corazón recordándole que Él aceptaba sus esfuerzos. Eso le dio paz.
No permitas que una crítica injusta acerca de tu ministerio te deprima. Sigue sirviendo a Cristo fervientemente (Ro. 12:11). El Señor se agrada con el servicio hecho por un corazón dispuesto y un deseo de honrarle. Lo más importante es que Él lo acepta.
Lo que Dios sabe de nosotros es más importante
que lo que la gente piensa de nosotros.
NPD/--DCE