Por Amor A Mis Hermanos

Por Amor A Mis Hermanos

El líder islámico de Hezbolá arqueó las cejas e inspeccionó con incredulidad al holandés de pelo entrecano que tenía frente a sí. Es probable que el líder radical shiíta jamás había escuchado una oferta semejante, mucho menos recibido una de ella. Fue el momento en que el Hermano Andrés, conocido por todo el mundo como «el contrabandista de Dios», cruzó otra frontera cerrada ¡y entró en el corazón de un musulmán!


«Le ofrecí mi propia vida a cambio de uno de los rehenes en Beirut —dijo el Hermano Andrés desde Holanda en una entrevista telefónica con En Contacto. Se quedó tan sorprendido que dijo: ‘Andrés, ¿cómo puede hacer eso?’ Y yo respondí: ‘Con el Espíritu del Señor Jesús. Fue lo que Él hizo por mí. Murió en la cruz para que yo fuera libre. Ahora yo lo sigo y quiero hacer lo mismo».

Tal devoción ha sido la marca del ministerio del Hermano Andrés. Desde 1955 ha metido clandestinamente la Palabra de Dios a países cerrados al evangelio, primero a los que estaban bajo el yugo del comunismo y ahora a los países musulmanes. Gracias a él Dios inició Puertas Abiertas, el ministerio que cada año contrabandea más de dos millones de Biblias a países cerrados al evangelio.

Echando por tierra el concepto erróneo que la vida cristiana es tediosa, el Hermano Andrés ha pasado casi 45 años viviendo por fe, oración y adrenalina. En su último libro Por amor a mis hermanos, relata miles de casos que parecen toda una epopeya de espionaje e inspira al creyente más impasible. Es la secuela a El contrabandista de Dios, éxito de librería que vendió más de 10 millones de ejemplares y motivó al cuerpo de Cristo a aunarse a los esfuerzos de Puertas Abiertas en cantidades sin precedente.

El contrabandista de Dios también le cerró las puertas de los países comunistas. Al ser descubierto, ya no pudo regresar a Rusia sin arriesgarse. Aunque Puertas Abiertas continuó su ministerio del otro lado del velo rojo, el Hermano Andrés calladamente comenzó a enfocar su atención en los países islámicos. Ahora ha escogido cuidadosamente relatos de los mundos comunista e islámico para usarlos en su libro. No puede imprimir todo lo que sabe, pero no puede arriesgar perder el acceso que tiene a la famosa «ventana 10-40» (en latitud y longitud) que abarca a casi todo el mundo musulmán.

Logró tal acceso en momentos en que ese líder de Hezbolá lo contempló asombrado.

«No aceptó mi oferta —dice el Hermano Andrés— pero llegamos a ser buenos amigos y eso abrió el camino para que yo pudiera distribuir las Escrituras en grandes cantidades en las filas de Hezbolá, inclusive yendo a la línea de fuego con Israel, repartiendo las Escrituras y departiendo con esos jóvenes fanáticos y sus armas temibles. He visto que eso me da acceso, pero sucede lo mismo con otras organizaciones semejantes.

«Encuentro gran apertura al ir con ellos —dice—. Es un secreto que aprendí con los comunistas: si esperamos que se acerquen a nosotros, vendrán como revolucionarios. Si vamos a ellos, los desarmamos por el hecho de que nuestras únicas armas son la Palabra de Dios y el amor de Dios. Eso ahuyenta la hostilidad y entonces podemos hablarles del mensaje de Cristo».

La «ventana 10-40» es un bloque islámico que se extiende de Marruecos en África del Norte, a Indonesia Oriental. Incluye a todo el Medio Oriente. Dentro de esa ventana hay países que son los menos evangelizados y los más intolerantes al cristianismo.

«Lo que sucede es que hay un avivamiento entre ellos, con énfasis en su fundamentalismo y en ser más intolerantes, incendiando cientos de iglesias, matando a miles de cristianos y cerrando más y más fronteras a la obra misionera. Así que la iglesia sufre mucho en esos países».

A principios de 1999 el Hermano Andrés inauguró junto con un líder islámico de Paquistán una biblioteca de la paz en una aldea predominantemente cristiana que había sido destruida por musulmanes. También ayudó a abrir una librería bíblica en la franja de Gaza, en el corazón de Israel.

Con más frecuencia visita durante el año, con mucha discreción, países cerrados al evangelio ya que no cree en ofrecer ramas de oliva por satélite.

«Los terroristas no nacen, sino que se hacen. Así que si tenemos la imagen de los musulmanes como terroristas o gente dura y difícil de alcanzar, es debido a que en realidad no hemos hecho un esfuerzo suficiente —dice el Hermano Andrés—. He descubierto que son accesibles y creo firmemente que el que puede ser alcanzado podrá ser ganado. Debemos tender puentes y comenzar con un evangelismo de amistad. Debemos reconocer que nadie puede amar a mi Salvador si no puede amarme a mí primero. Como persona, hombre o mujer, debo ir a buscarlos, mirarles a los ojos, aun cuando porten una ametralladora, y decirles: ‘Dios te ama y yo también’. Esa es la única forma de quebrantar su resistencia y luego es probable que digan: ‘¿Por qué tardó usted tanto?’»

El islamismo no es una religión —insiste el Hermano Andrés— es una manera de vivir. Afecta la política, la economía, la adoración y la existencia de todo musulmán siete días a la semana; la mezquita lo llama a todo volumen a la oración cinco veces al día. El Islam es mucho más fanático, de mayor alcance y abarca más detalles que el cristianismo.

«Muchas cosas que hacen los cristianos no agradan al Espíritu Santo de lunes a sábado y, es probable que tampoco el domingo», dice, añadiendo que las naciones cristianas han separado la iglesia y la sociedad.

No obstante, los cristianos tienen a Cristo y la fuerza de su poder. No debemos predicar; simplemente debemos amar.

«Se trata de mostrar el amor y la vida de Cristo —dice el Hermano Andrés—. No estamos compitiendo sino que proclamamos el señorío de Jesucristo. Por eso no debemos destruir el islamismo cuando ellos aceptan a Cristo y todas sus invenciones se derrumban.

Busquemos tener conocimiento. Seamos comprensivos. Seamos compañeros de oración de Puertas Abiertas y docenas de otras misiones que conozco. Sepamos que hay mucha gente y que podemos alcanzarla. Necesitamos un ejército, pero jamás lo reuniremos si los acusamos o los condenamos o los juzgamos. Son personas por las cuales Cristo murió y eso debe quebrantar sus corazones. Nosotros debemos llorar al ver las tinieblas en las que ellos viven».

El Hermano Andrés dice que su ministerio ha cambiado radicalmente. Hace un cuarto de siglo él visitaba a creyentes aislados en países comunistas. Personalmente vio lo que clasifica de «la sensación más paralizadora que pueda tener persona alguna al pensar en que es él último que sobrevive». Una vez más está frente a rostros arrugados en las tierras dominadas por el Islam. Desea convertir a los musulmanes, sí, pero más que nada anhela adherirse al versículo que es lema de su vida, el de Apocalipsis 3:2, y afirmar las cosas que están para morir: sus hermanos.

«Esa es mi carga principal: darles a conocer que aquí estamos para ayudarlos, educarlos, apoyarlos no para salir de su país sino para fortalecerlos al aceptar el desafío y la amenaza de su sistema siniestro y hagan algo al respecto. Así transformaremos el mundo».
Antes de transformar el mundo los creyentes deben transformarse a sí mismos. El concepto de que la única forma de adoración está enclaustrada en el servicio del domingo debe ser reemplazado por el co ncepto global que el cuerpo de Cristo es diversificado y multiétnico: la convicción de que todo corazón tiene el mismo color.

«El mayor desafío para el cuerpo de Cristo es reconocer que el cuerpo mundial es un cuerpo de Cristo y luego cuidar el uno del otro —dice el Hermano Andrés—. Creo que pecamos al hacer un millón de veces más por nosotros mismos que por el resto del cuerpo de Cristo, lo cual pinta un cuadro desequilibrado de la iglesia. Esto quiere decir que la iglesia no puede funcionar, lo que a su vez quiere decir que el enemigo controla todo y esto, a su vez, que tenemos más guerras y revoluciones y, luego, la única solución que ofrecemos es lanzarles bombas».

El hermano Andrés pide a los cristianos que hagan por la iglesia lo que hacemos por nosotros mismos. Añade que en inglés hay más de 400 traducciones de la Biblia aunque en muchas culturas no hay ni una traducción.

«Debemos corregir ese detalle terrible, y dar con sacrificio, ir en medio de peligros y ministrar con fidelidad al Señor y al cuerpo de Cristo, y luego sirvamos a la humanidad —dice el Hermano Andrés—. Esa es la única forma en la que la iglesia puede desempeñar un papel positivo, ya que la iglesia debe ser la sal de la tierra».

«Viendo hacia atrás, es asombroso. Y muchos me han preguntado: ‘Andrés, ¿si hubieras sabido que todo esto sucedería, lo habrías hecho?’ Y yo respondo: ‘De ninguna manera; definitivamente no’. Pero Dios, por supuesto, con toda su gracia no nos dice todo el primer día; nos permite ir creciendo con eso.

El Hermano Andrés ha visto el colapso de gobiernos, filosofías, edificios y corazones. Ha caminado por estructuras bombardeadas y ha contribuido a reestructurar vidas bombardeadas. Ha visto a algunos luchar y a otros rendirse.

«Algunos a veces me preguntan: ‘¿Qué quiere en su lápida?’ y yo respondo: ‘Bueno, pongamos: Hizo lo que no podía, o algo por el estilo. Pero que la gloria sea para Dios porque no he sido yo. Con frecuencia he dicho que preferiría ser un limpiabotas en el cielo que un emperador en cualquier otra parte. Mire, sentémonos a los pies de Cristo y no nos lancemos en busca de la corona».

Tomado de En Contacto


1 Reply to “Por Amor A Mis Hermanos”

  1. Sentemonos a los pies de Cristo, y no nos lancemos en busca de la corona…QUE VIDA!!!!!!!…HOMBRES DE VALOR NECESITA DIOS!!!!!…(y mujeres)

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