Pasión Por Dios

El día de la fiesta de la pascua había llegado y todo Jerusalén se preparaba para celebrarla. Por la noche, todos comerían la pascua, la cual simbolizaba la liberación del pueblo de Israel por parte de Dios.

Aquella mañana Judas, que era el tesorero, salió de Betania para ir a comprar el cordero que sería sacrificado y cocido para la cena pascual. Pero primero le hizo una visita inesperada al sumo sacerdote. Ahí, en la presencia de Caifás, Judas se comprometió a entregarles a Cristo.

¿Estaba Judas consciente de lo que estaba haciendo? Eso nadie lo sabe. El apóstol Juan fue preciso al decir: «… Satanás entró en él» (S. Juan 13:27), y lo guió para que entregara al Señor. Desde el principio, los móviles de Judas fueron sus ambiciones políticas y sus propios intereses.

Cuando Judas volvió con el cordero, el Señor se llevó a Pedro y a Juan aparte y les explicó cómo y dónde preparar la pascua. Los dos salieron inmediatamente de Jerusalén sin decir a los demás lo que iban a hacer. Todo estaba preparado para que se desarrollara el drama de los siglos.

Horas después, Pedro y Juan esperaban ansiosos en lo que hora se conoce como el «aposento alto» la llegada de Cristo y los otros discípulos. Pero una vez que el Señor entró en el salón, todos se sintieron aliviados. Después, a la luz de las lámparas de aceite que alumbraban el aposento, Cristo comenzó a decirles lo que iba a suceder en las horas siguientes. Pero a pesar de la comunión tan íntima que reinaba, los discípulos no entendieron las palabras de Cristo.

Pedro trató de hacer que recapacitara e incluso le dijo que estaba dispuesto a defenderlo hasta la muerte. Aunque el Señor sabía que los sentimientos de sus discípulos eran sinceros, sin embargo, también sabía que tenían un enfoque humano. Ellos no habían perdido la esperanza de que Dios estableciera su reino visible en la tierra y pensaban que Cristo era el líder indicado para hacerlo.

El deseo vehemente de Cristo era hacer la voluntad del Padre. Él amaba a cada uno de los que estaban con él, pero había un amor mayor que consumía su corazón: hacer la voluntad de su Padre celestial.

La pasión perdida;

la pasión recuperada

La crucifixión de Cristo dejó a los discípulos con un gran sentimiento de soledad y desesperación. Jamás se imaginaron que algo así sucedería, pero sucedió. Sin duda, al pensar en el amor y el sacrificio de Cristo, venían a la memoria de ellos recuerdos amargos y gratos de esos últimos momentos que pasaron con Él.

Los judíos estaban seguros de que al morir Cristo sus enseñanzas morirían también con Él. Nadie iba a seguir a un difunto. Pero se equivocaron. Cristo se levantó de entre los muertos y con su resurrección nació la esperanza eterna que jamás podrá ser extinguida. Antes de la muerte de Cristo, la pasión de los discípulos tenía como base sus sentimientos: se levantaba y se aplacaba como el viento del mar de Galilea.

Pero después de la muerte de Cristo, en sus corazones comenzó a cobrar fuerza la determinación de dejar todas las cosas por amor al Señor. Dejaron de aferrarse a la noción que tenían de sí mismos antes de conocer a Cristo. Hicieron a un lado sus ideales políticos y metas personales que no tenían al Señor como centro, y en su lugar se despertó en ellos un deseo insaciable por conocer y hacer la voluntad de Dios.

¿Qué despierta la pasión de su corazón? ¿Es su anhelo de conocer a Dios algo tan profundo que cada día que pasa usted desea conocerlo más y más? ¿O no puede decidirse entre satisfacer los deseos de la carne o amar a Dios? Hay muchos en esa condición. Los discípulos tuvieron que tomar la decisión de que lo único que importaba era su amor hacia Cristo.

Si queremos tener verdadera pasión por Dios es necesario dedicarnos a las cosas que tienen valor eterno. Además, debemos tener el deseo de conocer el amor de Cristo más que cualquier otra cosa que este mundo pueda ofrecernos. El apóstol Pablo escribió: «Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo» (Filipenses 3:7-8). Refiriéndose a Pablo, Oswald Chambers dice: «Él estaba entregado por completo a esa causa y había sido separado por Dios con un propósito: para proclamar el evangelio de Cristo».

Entre las evidencias de que nuestra pasión por Dios va en aumento están:

• el deseo vehemente de conocerle más y más.

• el deseo de obedecerle sobre todas las cosas.

• la confesión del pecado en el momento en que nos sentimos redargüidos por el Espíritu Santo. Si tenemos pasión por Dios, nos dolerá cuando le desobedecemos porque sabemos que a Él le causa dolor.

• el anhelo de vivir para Cristo. Este anhelo es lo que nos mueve a amarle y adorarle.

• el deseo de hacer la voluntad de Dios para nuestras vidas, en lugar de precipitarnos a hacer lo que a nosotros nos parece bien o lógico.

• aceptar con agrado el propósito que Dios tiene para nuestras vidas. Esa aceptación puede incluir el tener que esperar a que Dios nos muestre su voluntad.

Después de la muerte y resurrección de Cristo, los discípulos tuvieron que esperar en Jerusalén hasta que el Espíritu de Dios viniera sobre ellos. Ese tiempo de espera fue una prueba muy severa para ellos. El Señor les había ordenado que esperaran, y muchas veces nosotros tendremos que hacer lo mismo. Pero hay algo que debemos tener presente: la espera siempre nos prepara para las grandes bendiciones que vendrán.

Nuestra verdadera pasión por Dios se hace manifiesta cuando tenemos que esperar. O nos mantenemos fieles a Él en nuestro corazón o nos precipitamos a hacer lo que bien nos parece. Los discípulos estuvieron esperando en el aposento alto, y el Señor vino a ellos.

A veces pensamos que la pasión por Dios es algo que aprendemos o logramos siguiendo cierto método de estudio. Pero la verdad es que no hay ninguna fórmula mágica que nos haga tener pasión por Dios. Y la razón está en que Dios mismo es quien nos la inculca, y lo hace poniendo en nuestros corazones el deseo de conocerle. Pero, por supuesto, nosotros debemos corresponder a ese deseo.

Entonces, ¿cómo puede usted cultivar la pasión por Dios? La oración es el primer paso. La verdadera devoción comienza en el corazón humilde que busca al Señor en oración. Dios halló a David un hombre conforme a su corazón (Hechos 13:22).

La práctica de la oración y la adoración por parte de David hicieron posible su gran pasión por Dios.

La verdadera comunión con el Señor se da cuando estamos en oración y adoración. Por medio de la oración le decimos al Señor lo que hay en nuestro corazón. Y es por medio de la oración que nos damos cuenta de que Él nos espera para satisfacer todas nuestras necesidades. El salmista escribió: «Como el siervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía» (Salmo 42:1).

Nunca tenga temor de acercarse a Dios en oración. No importa lo que usted haya hecho, Dios oirá su oración. Él le ama con el mismo amor que tiene hacia su Hijo. Su amor está fijo en usted. Él se ha comprometido a hacer todas las cosas nuevas en su vida.

El crecimiento espiritual comienza en la presencia de Dios. Si usted está siempre muy ocupado, pídale que le ayude a encontrar el tiempo y el lugar para estar a solas con Él. Quizá usted tenga solo unos momentos, pero Dios se valdrá de ellos para enseñarle grandes lecciones y principios de su Palabra.

Una pasión por Dios que va en aumento producirá una fe inconmovible. Aun en los momentos de tinieblas Dios está afirmando y purificando nuestra pasión por Él. Dios se vale de los fracasos y las desilusiones para hacernos conformes a su imagen y canalizar sus bendiciones por medio de nosotros.

Después de la crucifixión los discípulos no sabían qué hacer ni a dónde ir. Con lo único que contaban eran las palabras que Cristo les había dicho y con sueños que, aparentemente, se habían esfumado. Pero la resurrección estaba por ocurrir sólo dentro de dos días, ¡y entonces la faz de la tierra sería cubierta con gloria eterna! La pasión que nuestros corazones anhelan se encuentra en Jesucristo. Todo lo que deseamos conocer acerca del amor lo encontramos en los brazos de nuestro Salvador.

Si usted le busca, se dará cuenta de que la pasión de Dios es amarle y cuidar de usted por la eternidad.

• El deseo de servirle según su voluntad, no la nuestra.

• Estar dispuestos a servirle no sólo con nuestros talentos, sino con los dones espirituales que nos ha dado.

• Estar dispuestos a servirle según el poder que nos da, no según nuestras fuerzas. Quizá usted a veces no quiera hacer algo que el Señor le ha ordenado porque no se siente preparado para hacerlo. Pero es, precisamente, en esos momentos que Dios quiere que sigamos adelante porque su poder en nosotros es el que logra sus metas.

• La determinación de mantener el enfoque de nuestra vida fijo en el Señor, no en las circunstancias ni en el mundo. El Señor a veces nos llevará por caminos que a nosotros no se nos ocurriría escoger. Por eso es tan importante pedirle que nos haga sensibles a la voz del Espíritu Santo.

Otros versículos que le ayudarán a cultivar la pasión por Dios: 2 Corintios 11:22-28; Filipenses 3:3-12; Colosenses 1:28-29, y Salmo 84.

Tomado de En Contacto


1 Reply to “Pasión Por Dios”

  1. m gustaria pertenecer a su ministerio….. ustedes son de gran bendicion para mi vida y ministerio k desarrollo….. soy de Guatemala, mi tel es 51836180…..bendiciones Siervos!!!!!!!!!!

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