Palabras De Consejo (D. L. Moody)

«No quebrará la caña cascada» -Isaías 42:3; Mateo 12:20.

ES PELIGROSO para aquellos que están buscando la salvación apoyarse en la experiencia de otras personas. Muchos están esperando una repetición de la experiencia de su abuelo o de su abuela. Yo tenía un amigo que se convirtió en un campo; y él piensa que toda la ciudad debería ir a aquella campiña y ser convertida. Otro se convirtió debajo de un puente; y él piensa que si cualquiera que busca fuera allí, encontraría al Señor. Lo mejor para el ansioso es ir directamente a la Palabra de Dios. Si hay algunas personas en el mundo para quienes la Palabra debería ser muy preciosa es para aquellas que están buscando cómo ser salvadas.

Excusas ofrecidas

Por ejemplo un hombre puede decir: «No tengo fuerzas.» Que se dirija a Romanos 5:6.

«Porque Cristo, cuando aún éramos flacos, a su tiempo murió por los impíos.»

Es porque no tenemos fuerzas que necesitamos a Cristo. Él ha venido a dar fuerzas a los débiles.

Otro puede decir: «No puedo verle.» Cristo dice:

«Yo soy la Luz del mundo» (Juan 8:12).

Él vino, no sólo a dar luz, sino

«para abrir ojos de ciegos» (Isaías 42:7).

Otro puede decir: «no creo que un hombre pueda ser salvado de repente.» Un hombre con esa idea estaba una noche en el salón de consultas; y llevé su atención a Romanos 6:23.

«La paga del pecado es muerte: mas la dádiva [o regalo] de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.»

¿Cuánto tiempo lleva aceptar un regalo? Debe haber un momento cuando usted no lo tiene, y otro cuando lo tiene -un momento cuando es de otro, y a continuación cuando es de usted. No lleva seis meses obtener la vida eterna. Ésta sin embargo en algunos casos puede ser como la semilla de mostaza, muy pequeña al comienzo. Algunas personas son convertidas tan gradualmente que, como la luz de la mañana, es imposible decir cuando comenzó a amanecer; mientras, con otros, es como el resplandor de un meteorito y la verdad estalla en ellos repentinamente.

Yo no me atrevería a decir cuando me convertí; pero lo que es importante para mí es saber que realmente lo he sido.

Puede ser que un niño haya sido tan cuidadosamente entrenado que es imposible decir cuando comenzó el nuevo nacimiento; pero debe haber habido un momento cuando el cambio tomó lugar, y cuando llegó a ser participante de la naturaleza divina.

Conversiones instantáneas

Algunas personas no creen en la CONVERSIÓN REPENTINA. Pero desafiaré a cualquiera a que me muestre una conversión en el Nuevo Testamento que no fuera instantánea.

«Pasando Jesús de allí, vio a un hombre que estaba sentado al banco de los públicos tributos, el cual se llamaba Mateo; y dícele: Sígueme. Y se levantó, y le siguió.» (Mateo 9:9).

Nada podría ser más repentino que eso.

Zaqueo, el publicano, buscó ver a Jesús; y porque era pequeño de estatura trepó a un árbol. Cuando Jesús llegó al lugar miró hacia arriba y lo vio, y dijo:

«Zaqueo, date prisa, desciende» (Lucas 19:5).

Su conversión debe haber sucedido en algún lugar entre la rama y el suelo. Se nos dice que él recibió a Jesús gozosamente, y dijo:

«He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, lo vuelvo con el cuatro tanto.» (Lucas 19:8).

Muy pocos en estos días podrían decir eso en prueba de su conversión.

Toda la casa de Cornelio se convirtió repentinamente, porque cuando Pedro predicaba de Cristo a él y a los que le acompañaban, el Espíritu Santo vino sobre ellos, y fueron bautizados (Hechos 10).

En el día de Pentecostés tres mil recibieron gozosamente la Palabra. Ellos no sólo se convirtieron, sino que fueron bautizados el mismo día (Hechos 2).

Y cuando Felipe habló al eunuco, cuando seguían por su camino, el eunuco dijo a Felipe:

«He aquí agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?»

Nada impedía. Y Felipe dijo:

«Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro: y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, [el hombre de gran autoridad bajo Candace, la reina de los Etíopes]; y bautizóle… y se fue por su camino gozoso» (Hechos 8:36-39).

Usted encontrará por toda la Escritura que las conversiones fueron repentinas e instantáneas.

Un hombre ha tenido el hábito de robar dinero a su patrón. Supongamos que ha tomado $1000 en doce meses; ¿deberíamos decirle que tome $500 el año siguiente, y menos el año siguiente, y el siguiente, hasta que en cinco años la suma tomada sería de sólo $50? Así sería bajo el mismo principio de la conversión gradual.

Si una persona semejante fuera traída ante la corte y perdonada, porque no podía cambiar su modo de vida repentinamente, ese sería considerado un muy extraño procedimiento.

Cómo dejar de robar

Pero la Biblia dice:

«El que hurtaba, no hurte más» (Efesios 4:28).

Esto significa: «¡sólo dé media vuelta!» Supongamos que una persona tuviera el hábito de decir malas palabras cien veces por día: ¿no deberíamos aconsejarle que no dijera más de noventa palabrotas el día siguiente, y ochenta al siguiente; así con el transcurrir del tiempo se libraría de ese hábito?

Dios nos manda que no usemos malas palabras:

«Pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado; llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, los cuales son hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, no conviene que estas cosas sean así hechas» (Santiago 3:8-10).

Supongamos que otro hombre tuviera el hábito de emborracharse y golpear a su esposa dos veces por mes; si él hiciera esto solamente una vez por mes, y luego sólo una vez en seis meses, eso sería, con el mismo fundamento, tan razonable como la conversión gradual. Suponga que Ananías hubiera sido enviado a Pablo, cuando él estaba yendo a Damasco, [Hechos 9], respirando amenazas y muerte contra los discípulos, y haciéndolos prisioneros, para decirle que no matara tantos como pretendía; y que dejara que su enemistad se fuera extinguiendo de su corazón, gradualmente, pero no de repente. Supongamos que él hubiera dicho que no se dejaría de respirar amenazas y muerte, ni comenzaría a predicar de Cristo inmediatamente, porque los filósofos dirían que como el cambio fue tan repentino, éste no se mantendría; esta sería la misma clase de razonamiento usado por aquellos que no creen en la conversión instantánea.

Temerosos de que no se mantendrán

Entonces otra clase de personas dice que tienen temor de que no se mantendrán. Esta es una clase numerosa y muy esperanzadora. Me gusta ver a un hombre desconfiando de sí mismo. Es bueno hacer que esa persona mire a Dios, y que recuerde que no es él quien sujeta a Dios, sino que es Dios quien lo sujeta a él. Algunos quieren sujetarse a Cristo; pero la cosa es hacer que Cristo lo sujete a usted en respuesta a su oración. Que ellos lean el Salmo 121:

«Alzaré mis ojos a los montes, De donde vendrá mi socorro. Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero; Ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel. Jehová es tu guardador: Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, Ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal: Él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada, Desde ahora y para siempre.»

Algunos llaman a éste el salmo de los viajeros. Este es un bello salmo para aquellos de nosotros que somos peregrinos en este mundo; y con el que deberíamos estar bien familiarizados.

Dios puede hacer lo que ha hecho antes. Él sostuvo a José en Egipto; a Moisés ante faraón; a Daniel en Babilonia; e hizo que Elías fuera capaz de resistir ante Achab en aquel oscuro tiempo. Y yo estoy agradecido de que estos que he mencionado fueran hombres de pasiones semejantes a las nuestras. Fue Dios quien los hizo tan grandes. Lo que el hombre necesita es mirar a Dios. La fe real y verdadera consiste en la debilidad del hombre reposando en la fortaleza de Dios. Cuando el hombre no tiene fuerza, si se apoya en Dios él se hace poderoso. El problema es que tenemos demasiada fortaleza y confianza en nosotros mismos.

De nuevo en Hebreos 6:17-20.

«Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo, los que nos acogemos a trabarnos de la esperanza propuesta: La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que entra hasta dentro del velo;

Donde entró por nosotros como precursor Jesús, hecho Pontífice eternalmente según el orden de Melchîsedec.»

El temor de no «sostenerse»

Entonces, estos son preciosos versículos para aquellos que temen caer, que temen que nos se sostendrán. Es la obra de Dios sostener. Es la ocupación del Pastor mantener la oveja. ¿Quién escuchó alguna vez de la oveja que va a traer de regreso al pastor? Las personas tienen una idea de que ellas deben guardarse a sí mismas y también a Cristo. Esta es una falsa idea. Es el trabajo del Pastor vigilar, y cuidar a aquellos que confían en Él. Y Él ha prometido hacerlo. Una vez escuché que cuando un capitán de barcos de mar estaba muriendo él dijo: «Gloria a Dios; el ancla se mantiene firme.» Él confiaba en Cristo. Su ancla se había aferrado a la roca sólida. Un irlandés dijo, en una ocasión, que «él tembló; pero la Roca nunca lo hizo.» Nosotros queremos tener un fundamento seguro. En 2 Timoteo 1:12 Pablo dice:

«Yo sé a quien he creído, y estoy cierto que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.»

Esa era la convicción de Pablo.

Durante la pasada guerra de la rebelión, uno de los capellanes, yendo por los hospitales, llegó a un hombre que estaba muriendo. Encontrando que era un cristiano, le preguntó a que persuasión, [convicción o creencia], pertenecía, y él dijo: «a la persuasión de Pablo.»

«¿Es un metodista?» preguntó; porque los metodistas siempre aluden a Pablo.

«No.»

«¿Es un presbiteriano?» porque los presbiterianos hacen una especial referencia a Pablo.

«No», fue la respuesta.

«¿Pertenece a la Iglesia Episcopal?» porque todos los hermanos episcopales sostienen que tienen un lugar especial para el principal Apóstol.

«No», él no era un episcopal.

«Entonces, ¿a qué persuasión pertenece?»

«Yo ‘estoy cierto que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.'»

Esta es una gran persuasión; y ésta dio descanso al soldado agonizante en una hora mortal.

Que aquellos que temen que no serán sostenidos vayan al versículo 24 de la Epístola de Judas:

«A aquel, pues, que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros delante de su gloria irreprensibles, con grande alegría.»

Luego miren a Isaías 41:10:

«No temas, que yo soy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo: siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.»

Luego vean el versículo 13:

«Porque yo Jehová soy tu Dios, que te ase de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudé.»

Es Dios quien guarda

Ahora bien, si Dios ha aferrado mi mano derecha con la suya, ¿no puede Él sostenerme y guardarme? ¿No tiene Dios el poder para guardarme? El gran Dios que hizo los cielos y la tierra puede guardar a un pobre pecador como usted y como yo si confiamos en Él. Privarse de confiar en Dios por temor a caer, sería semejante a un hombre que rehusara perdón por temor a ir a prisión otra vez; o a un hombre ahogándose que rehusara ser rescatado, por temor de caer en el agua otra vez. [N. del tr.: Creemos oportuno esquematizar aquí en forma simple que el cristiano está salvado de la eterna condenación de una vez y para siempre desde que ha confiado en Cristo, pero por otro lado debe procurar mantener constantemente su comunión por medio de la misma gloriosa gracia de Dios en Cristo que Él siempre nos está proporcionando y por la fe en lo que Cristo ya es para él. Toda nuestra vida surge de Cristo; así como fuimos salvados por Él , ahora vivimos en comunión con Dios también por Él. Es decir que podemos estar tranquilos de que Dios nos ha salvado de una vez y para siempre desde que nos hemos apropiado de Cristo como Salvador en algún punto de nuestras vidas y también de que Dios quiere y puede capacitarnos por su gracia para tener una vida en comunión con Él. La salvación y la comunión son dos cosas diferentes, la primera es algo totalmente consumado desde que la persona ha creído en Cristo como su Salvador personal, mientras que la comunión debe procurarse durante toda la vida del cristiano ya salvado. Pero ambas tienen en común que se fundamentan en la obra mediadora y la gracia de nuestro Señor Jesucristo.]

Muchos hombres miran al futuro de la vida cristiana, y temen que no tendrán fuerzas para sostenerse hasta el fin. Ellos olvidan la promesa de que:

«como tus días será tu fortaleza» (Deuteronomio 33:25).

Esto me hace acordar del péndulo del reloj que se desalentó al pensar que tenía que viajar tantas miles de millas; pero cuando reflexionó que la distancia debía ser cubierta por medio de «tick, tick, tick», tomó nuevas fuerzas para continuar su diario viaje. Así es el especial privilegio del cristiano entregarse al cuidado de su Padre celestial y confiar en Él día por día. Es algo reconfortante saber que el Señor no comenzará la buena obra sin también finalizarla.

Dos clases de escépticos

Hay dos clases de escépticos: una clase con sinceras dificultades; y otra clase que se deleita sólo en la discusión. Yo solía pensar que esta última clase siempre sería una espina en mi carne; pero ellos no me aguijonean actualmente. Espero encontrarlos durante toda la travesía. Los hombres de esta clase acostumbraban rondar cerca de Cristo para enredar sus discursos. Ellos vienen a nuestras reuniones para mantener una discusión. A todos los tales les recomendaría el consejo de Pablo a Timoteo:

«Empero las cuestiones necias y sin sabiduría desecha, sabiendo que engendran contiendas» (2 Timoteo 2:23).

¡Cuestiones necias! Muchos jóvenes convertidos cometen un lamentable error. Ellos creen que deben defender toda la Biblia. Yo conocía muy poco de la Biblia cuando era recién convertido; y pensaba que tenía que defenderla de principio a fin ante cualquiera; pero un infiel de Boston me desestabilizó, derribó todos mis argumentos en el acto, y me desalentó. Pero he superado eso ahora. Hay muchas cosas en la Palabra de Dios que no pretendo entender.

Cuando se me pregunta que hago con ellas,

yo digo: «No hago nada.»

«¿Cómo las explica?»

«Yo no las explico.»

«¿Qué hace con ellas?»

«Oh, yo las creo.»

Y cuando se me dice: «Yo no creería nada que no entendiera.»

Respondo simplemente que yo sí lo hago.

Hay muchas cosas que eran oscuras y misteriosas hace cinco años, sobre las cuales he tenido desde entonces un diluvio de luz; y espero estar descubriendo nuevas cosas sobre Dios durante toda la eternidad. Procuro no discutir pasajes difíciles de la Escritura. Un antiguo teólogo ha dicho que algunas personas, si quieren comer pescado, comienzan por sacar las espinas. Yo dejo esas cosas hasta que tengo luz sobre ellas. No estoy obligado a explicar lo que no comprendo.

«Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios: mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos por siempre» (Deuteronomio 29:29);

y estas tomo, y como y me alimento de ellas, a fin de obtener fortaleza espiritual.

Buen consejo

Luego hay un pequeño sano consejo en Tito 3:9:

«Mas las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y debates acerca de la ley, evita; porque son sin provecho y vanas.»

Pero ahora aquí viene un escéptico sincero. Con él trataría tan tiernamente como una madre con su hijo enfermo. No simpatizo con aquellas personas quienes, porque un hombre es escéptico, lo abandonarán y no harán nada por él.

Yo estaba en una reunión de consultas, hace algún tiempo, y encomendé a una dama cristiana a alguien que había conocido hace poco, una escéptica. Mirando alrededor poco después, noté que la consultante se marchaba de la sala. Yo pregunté: «¿Porqué la ha dejado ir?» «¡Oh, ella es una escéptica!» fue la respuesta. Corrí hasta la puerta y la alcancé y la detuve, y le presenté a otro obrero cristiano quien pasó una hora en conversación y oración con ella.

Él la visitó a ella y a su esposo; y en el curso de una semana, aquella inteligente dama abandonó su escepticismo y llegó a ser una activa cristiana. Tomó tiempo, tacto, y oración; pero si una persona de esta clase es sincera, debemos tratar con una así como el Maestro lo haría con nosotros.

Aquí están unos pasajes para los que dudan y buscan:

«El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la doctrina si viene de Dios, o si yo hablo de mí mismo» (Juan 7:17).

Si un hombre no desea hacer la voluntad de Dios, no conocerá la doctrina. No hay ninguna clase de escépticos que sean ignorantes del hecho de que Dios desea que abandonen el pecado; y si un hombre está presto a salir del pecado y a recibir la luz y a agradecerle por lo que Él le da, y no espera tener luz sobre toda la Biblia de golpe, él obtendrá más luz día a día; progresará paso a paso; y será llevado directamente fuera de la oscuridad a la clara luz del cielo.

En Daniel 12:10 se nos dice:

«Muchos serán limpios, y emblanquecidos, y purificados; mas los impíos obrarán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero entenderán los entendidos.»

Entonces Dios nunca revelará sus secretos a sus enemigos. ¡Nunca! Y si un hombre persiste en vivir en pecado no conocerá las doctrinas de Dios.

«El secreto de Jehová es para los que le temen; Y a ellos hará conocer su alianza» (Salmos 25:14).

Y en Juan 15:15 leemos:

«Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: mas os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias.»

Cuando ustedes se conviertan en amigos de Cristo, conocerán sus secretos. El Señor dijo:

«¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?» (Génesis 18:17).

Entonces, aquellos que se asemejan a Dios, es sumamente probable que entiendan a Dios. Si un hombre no está deseoso de apartarse del pecado, él no conocerá la voluntad de Dios, ni Dios le revelará sus secretos. ¡Pero si un hombre está deseoso de apartarse del pecado, él se sorprenderá al ver cómo entrará la luz!

Por qué la Biblia era «seca»

Recuerdo una noche cuando la Biblia era para mí, el libro más seco y más oscuro del universo. Al día siguiente ello se volvió totalmente diferente. Pensé que tenía la clave de esto. Yo había sido nacido del Espíritu. Pero antes de conocer algo de la mente de Dios tuve que abandonar mi pecado. Creo que Dios encuentra a toda alma cuando ésta se entrega, cuando está gustosa en dejarse guiar y gobernar por Él. El problema con muchos escépticos es su autosuficiencia. ¡Ellos saben más que el Todopoderoso! Y no vienen con un espíritu dócil. Pero en el momento en que un hombre viene con un espíritu receptivo es bendecido; porque:

«Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no zahiere; y le será dada» (Santiago 1:5).


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