Un Divino Salvador (D. L. Moody)

«Tú eres EL CRISTO, el Hijo del Dios viviente» -Mateo 16:16; Juan 6:69.

ENCONTRAMOS una cierta clase de personas que buscan que no creen en la divinidad de Cristo. Hay muchos pasajes que darán luz sobre este asunto.
En 1 Corintios 15:47, se nos dice:
«El primer hombre, es de la tierra, terreno: el segundo hombre que es el Señor, es del cielo.»
En 1 Juan 5:20:
«Empero sabemos que el Hijo de Dios es venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero: y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.»
Nuevamente en Juan 17:3:
«Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado.»
Y luego, en Marcos 14:60-64:
«Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes algo? ¿Qué atestiguan estos contra ti? Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dice: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra de la potencia de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestidos, dijo: ¿Qué más tenemos necesidad de testigos? Oído habéis la blasfemia: ¿qué os parece? Y ellos todos le condenaron ser culpado de muerte.»

Lo que me llevó a creer en la divinidad de Cristo

Lo que me llevó a creer en la divinidad de Cristo fue esto: yo no sabía donde ubicar a Cristo, o que hacer con Él, si no fuera divino. Cuando yo era un muchacho pensaba que Él era un buen hombre como Moisés, José, o Abraham. Incluso pensaba que Él era el mejor hombre que alguna vez haya vivido sobre la tierra. Pero encontré que Cristo tenía una pretensión más elevada. Él afirmó ser el Dios-Hombre; ser divino; haber venido del cielo. Él dijo:

«Antes que Abraham fuese, yo soy» (Juan 8:58).

Yo no podía entender esto; y fui llevado a la conclusión -y desafío a cualquier ingenuo que niegue la deducción, o se oponga al argumento- que Jesucristo o es un impostor o un engañador, o Él es el Dios-Hombre, Dios manifestado en carne. Y por estas razones. El primer mandamiento es:

«No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Éxodo 20:3).

Miren a los millones en toda la cristiandad que adoraron a Jesucristo como Dios. Si Cristo no fuera Dios esto es idolatría. Todos somos culpables de quebrantar el primer mandamiento, si Jesucristo fuera un simple hombre -si fuera un ser creado, y no lo que Él reclama ser.

Algunas personas, que no admiten su divinidad, dicen que Él fue el mejor hombre que alguna vez haya vivido; pero si no fuera divino, por esa misma razón Él no debería ser reconocido como un buen hombre, porque reclamó un honor y una dignidad a la que estas mismas personas afirman Él no tenía derecho. Eso lo clasificaría como un engañador.

Otros dicen que Él pensó que era divino, pero que Él estaba engañado. ¡Como si Jesucristo hubiera sido motivado por una ilusión y un engaño, y como si hubiera pensado que era mas de lo que fue! Yo no podría concebir una idea más baja sobre Jesucristo que esa. Esto no sólo le hace parecer un impostor; sino como que hubiera estado loco, y como si no hubiera sabido quien era, o de dónde era. Entonces, si Jesucristo no fue lo que pretendió ser, el Salvador del mundo; y si no vino del cielo, Él fue un grosero engañador.

¿Pero cómo puede alguno leer la vida de Cristo y hacerle parecer a un engañador? Generalmente un hombre tiene algún motivo para ser un impostor. ¿Cuál fue el motivo de Cristo? Él sabía que el rumbo que estaba siguiendo le conduciría a la cruz; que su nombre sería despreciado como vil; y que muchos de sus seguidores serían llevados a poner sus vidas por causa suya. Casi todos los apóstoles fueron mártires; y fueron considerados como basura y deshecho en medio del pueblo. Si un hombre es un impostor, él tiene un motivo detrás de su hipocresía. ¿Pero cuál era el objetivo de Cristo? Lo que se registra es que Él «anduvo haciendo bienes» (Hechos 10:38). Esta no es la obra de un impostor. No permita que el enemigo de su alma lo engañe.

En Juan 5:21-23 leemos:

«Porque como el Padre levanta los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida. Porque el Padre a nadie juzga, mas todo el juicio dio al Hijo;

Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.»

Cómo resulta esto

Ahora bien, fíjese: por la ley judía, si un hombre era un blasfemo debía ser ejecutado, y suponiendo que Cristo fuera meramente humano, si esto no fuera blasfemia no sé dónde encontrará una.

«El que no honra al Hijo, no honra al Padre» (Juan 5:23).

Esa es una categórica blasfemia si Cristo no fuera divino. Si Moisés, o Elías, o Eliseo, o cualquier otro mortal hubiera dicho: «Ustedes deben honrarme como honran a Dios»; y se hubiera puesto al mismo nivel que Dios, ello hubiera sido una categórica blasfemia.

Los judíos mataron a Cristo porque dijeron que Él no era lo que dijo ser. Eso fue por aquel testimonio donde Él fue puesto bajo juramento. El sumo sacerdote dijo:

«Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, Hijo de Dios» (Mateo 26:63).

Y cuando los judíos le rodearon y dijeron:

«¿Hasta cuándo nos has de turbar el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.»

Jesús dijo:

«Yo y el Padre una cosa somos.»

Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle (Juan 10:24-33). Ellos dijeron que no querían oír más, porque eso era blasfemia. Fue por declararse el Hijo de Dios que Él fue condenado y matado (Mateo 26:63-66).

Ahora bien, si Jesucristo era un mero hombre, los judíos hicieron lo correcto, de acuerdo a su ley, al matarlo. En Levítico 24:16 leemos:

«Y el que blasfemare el nombre de Jehová, ha de ser muerto; toda la congregación lo apedreará: así el extranjero como el natural, si blasfemare el Nombre, que muera.»

Esta ley les obligaba a matar a cualquiera que blasfemara. El hacer la declaración de que era divino fue lo que le costó su vida; y por la ley mosaica Él debía sufrir la pena de muerte. En Juan 16:15 Cristo dice:

«Todo lo que tiene el Padre, mío es: por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.»

¿Cómo podría ser Él meramente un buen hombre y usar un lenguaje como ese?

Ninguna duda ha entrado jamás a mi mente sobre este punto desde que me convertí.

Una buena prueba

Una vez se le preguntó a un notorio pecador cómo demostraría él la divinidad de Cristo. Su respuesta fue: «Oh, Él me salvó; y esa es una prueba bastante buena, ¿no?»

Un infiel me dijo en una ocasión: «He estado estudiando la vida de Juan el Bautista, Sr. Moody. ¿Por qué no predica de él? Él fue una personalidad mayor que Cristo. Usted haría un mejor trabajo.»

Le dije: «Mi amigo, usted predique a Juan el Bautista; y yo le seguiré a usted y predicaré de Cristo: y veremos quien obtendrá el mayor resultado.»

«Usted obtendrá el mayor resultado», dijo él, «porque la gente es tan supersticiosa.» ¡Ah! Juan fue decapitado; y sus discípulos buscaron su cuerpo y lo enterraron. Pero Cristo se ha levantado de entre los muertos:

«Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad, Tomaste dones para los hombres» (Salmos 68:18).

Cristo ha resucitado

Nuestro Cristo VIVE. Muchas personas no se dan cuenta de que Cristo se ha levantado de la tumba. Ellas adoran un Salvador muerto, como María, que dijo:

«Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto» (Juan 20:13).

Ese es el problema con aquellos que dudan de la divinidad de nuestro Señor.

Vean luego Mateo 18:20:

«Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.»

«ALLÍ ESTOY». Bien entonces, si Él es un simple hombre, ¿cómo puede Él estar allí? Todos estos son poderosos pasajes.

Otra vez en Mateo 28:18:

«Y llegando Jesús, les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.»

¿Podía ser Él un simple hombre y hablar de esa manera?

«¡Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra!»

Luego otra vez en Mateo 28:20:

«Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.»

Si Él fuera un simple hombre, ¿cómo podría estar con nosotros? Sin embargo Él dice:

«¡Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo!»

Entonces otra vez en Marcos 2:7-9:

«Decían: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que pensaban así dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, y toma tu lecho y anda?»

Algunos hombres se encontrarán con usted y le dirán: «¿No levantó también Eliseo a los muertos?» Nótese que en las raras ocasiones en las que los hombres han levantado los muertos, lo hicieron por el poder de Dios. Ellos invocaron a Dios para hacerlo. Pero cuando Cristo estaba en la tierra Él no invocó al Padre para traer a la vida los muertos. Cuando fue a la casa de Jairo Él dijo:

«Muchacha, a ti digo, levántate» (Marcos 5:41).

Él tenía poder para impartir vida. Cuando estaban sacando al joven de Naín, Él tuvo compasión de la madre viuda y vino y tocó el féretro y dijo:

«Mancebo, a ti digo, levántate» (Lucas 7:14).

Él hablaba; y los muertos se levantaban.

Y cuando resucitó a Lázaro lo llamó con una fuerte voz:

«¡Lázaro, ven fuera!» (Juan 11:43).

Y Lázaro oyó, y salió.

Alguien ha dicho que estuvo bien que Lázaro fuera mencionado por nombre, o todos los muertos alcanzados por el sonido de la voz de Cristo se hubieran levantado inmediatamente.

En Juan 5:25 Jesús dice:

«De cierto, de cierto os digo: Vendrá hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios: y los que oyeren vivirán.»

¡Qué blasfemia hubiera sido esta, si Él no hubiera sido divino! La prueba es abrumadora, si usted simplemente examina la Palabra de Dios.

Cristo aceptó la adoración

Y luego otra cosa: Jamás ningún hombre bueno excepto Jesucristo ha permitido que alguien lo adorara. Cuando esto fue hecho, Él nunca reprendió al adorador. En Juan 9:38 leemos que cuando el hombre ciego fue encontrado por Cristo dijo:

«Creo, Señor; y adoróle.»

El Señor no le censuró.

Además, Apocalipsis 22:6-9 dice así:

«Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor Dios de los santos profetas ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que es necesario que sean hechas presto. Y he aquí, vengo presto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. Yo Juan soy el que ha oído y visto estas cosas. Y después que hube oído y visto, me postré para adorar delante de los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Y él me dijo: Mira que no lo hagas: porque yo soy siervo contigo, y con tus hermanos los profetas, y con los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.»

Aquí vemos, que incluso ese ángel no permitiría que Juan lo adorara. ¡Aún un ángel del cielo! Y si Gabriel viniera aquí desde la presencia de Dios, sería un pecado adorarle, o a algún serafín, o a algún querubín, o a Miguel, o a algún arcángel.

«¡ADORA A DIOS!» Y si Jesucristo no fuera Dios manifestado en la carne, somos culpables de idolatría al adorarle. En Mateo 14:33 leemos:

«Entonces los que estaban en el barco, vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.»

Él no les reprendió.

Y en Mateo 8:2 también leemos:

«Y he aquí un leproso vino, y le adoraba, diciendo: Señor, si quisieres, puedes limpiarme.»

En Mateo 15:25:

«Entonces ella vino, y le adoró, diciendo: Señor socórreme.»

Hay muchos otros pasajes; pero doy estos como suficientes en mi opinión para probar más allá de cualquier duda la Divinidad de nuestro Señor.

En Hechos 14 se nos dice que los paganos de Listra vinieron con guirnaldas y habrían hecho sacrificio de animales ante Pablo y Bernabé porque ellos habían sanado a un hombre paralítico; pero los evangelistas desgarraron sus ropas y dijeron a esta gente de Listra que ellos eran sólo hombres, y no debían ser adorados; porque eso era un gran pecado. Y si Jesucristo es un simple hombre, todos somos culpables de un gran pecado al adorarle.

Pero si Él es, como lo creemos, el unigénito y bienamado Hijo de Dios, rindámonos a sus demandas; descansemos en su perfecta obra de expiación [o de pago por nuestros pecados], y sigamos adelante para servirle todos los días de nuestra vida.


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