Lectura: Isaías 40:1-5
. . . bájese todo monte y collado. . . .
–Isaías 40:4.
Mantengo un vívido recuerdo de mi niñez cuando escalaba la duna de arena más alta de la costa del lago Michigan. La duna Pigeon tenía una altura de más de cien metros por encima de la entrada del lago Muskegon y cubría una extensión de catorce hectáreas. Escalar aquel magnífico montículo era un gran desafío.
Pero hoy, la duna Pigeon es sólo un recuerdo. La compró una empresa para usarla comercialmente. Dragas gigantes extrajeron su fina arena y la vertieron en unas correas transportadoras que luego la echaban en los depósitos de carga de buques de vapor de los Grandes Lagos. La arena se transportó barcada tras barcada a diferentes centros industriales para usarla como moldes en el proceso de fabricación de motores para vehículos y otros productos de hierro y mezclados.
Poco a poco desapareció aquella duna. Lo que una vez fue una escalada que reventaba los pulmones es ahora «una caminata en el parque».
La desaparición de la duna Pigeon me recuerda la gloriosa descripción de Isaías de la preparación para el regreso de Cristo (Is. 40:1-5). Las montañas bajarán, los valles se llenarán, y los caminos torcidos se enderezarán en el momento de la Segunda Venida de Cristo. Cristo regresará en gloria, y los días de pecado y sufrimiento se convertirán en un recuerdo vago y distante.
Mientras esperamos aquel maravilloso día exclamamos: «Sí, ven Señor Jesús» (Ap. 22:20).
Las cargas de esta vida parecerán pequeñas
cuando veamos a Cristo.
NPD/--DCE