Un Medidor De Crecimiento Espiritual (Stanley)

Un medidor del crecimiento espiritual
Escrito por Charles Stanley

El crecimiento espiritual es algo difícil de medir, y mucho más de definir. El llamado que tenemos en 2 Pedro 3.14 es: «Procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz». Con «diligencia», Pedro quiere decir que estemos siempre en guardia, con la mente enfocada en nuestro crecimiento en Cristo. Pero, ¿cómo podemos medir mejor ese crecimiento?

La verdad es que yo no pretendo saberlo por completo, pero después de décadas de estudio de la Palabra de Dios, y de haber sido pastor de miles de personas, identifico varios indicadores que son útiles para medir el crecimiento espiritual. Son cosas que podemos esperar que sucedan a medida que maduremos más en la fe.

Analicemos una lista de 13 indicadores espirituales diferentes que podemos usar para identificar nuestro avance hacia la madurez. Le animo a que, después de leer este artículo, no lo deseche. Tome una hoja de papel, escriba esta lista y consérvela en su Biblia. Esta guía puede ser un excelente recurso para los creyentes que anhelan agradar a su Padre celestial.

Un anhelo creciente de conocer a Dios
Si estamos madurando en nuestra vida cristiana, entonces seguramente tendremos un anhelo cada vez mayor de conocer a Dios. No estaremos satisfechos con cuánto lo conocemos a Él y a sus caminos.

Un deseo de conocer la verdad de la Palabra de Dios
Si estamos creciendo en el Señor, desearemos saber lo que Él dice acerca de todas las cosas. Una parte vital de nuestra madurez es comprender el poder y la importancia de la Palabra de Dios en cada área de nuestras vidas. Debemos tratar de descubrir lo que la Biblia dice acerca de la familia, las relaciones, los ministerios, las iglesias, la política, y todos los demás aspectos de la vida.

Permítame hacerle una pregunta: ¿Cuánto tiempo dedica usted a la lectura de la Palabra de Dios, en comparación con el tiempo que pasa viendo la televisión, leyendo revistas y periódicos, y visitando páginas web? Amigo, sé que es importante estar informados de los acontecimientos mundiales, pero debemos tener cuidado de no dedicar demasiado tiempo a cosas mundanas. Personalmente, prefiero mucho más saber lo que Dios dice, que lo que dicen los hombres.

Una conciencia creciente de nuestra pecaminosidad
A medida que nos acercamos más al Señor, más conscientes nos volvemos de nuestra necesidad de Él. Esto no significa, de ninguna manera, que los cristianos maduros deben verse a sí mismos como personas indignas. Más bien, esta conciencia significa que nuestro espíritu no tolerará los mismos pecados del pasado.

En el momento de la salvación, nos convertimos en nuevas criaturas (2 Co 5.17), pero mientras permanezcamos en el cuerpo mortal estaremos sujetos a las inclinaciones humanas y a los deseos de la «carne». Sin embargo, cuando nos apoyamos en el Espíritu Santo, estas cosas son sometidas a su control, y nos volvemos cada vez más conscientes de nuestras debilidades. Al reconocer estas «zonas de peligro», podemos protegernos más efectivamente de ellas.

Una respuesta rápida al pecado, con arrepentimiento sincero
Los creyentes inmaduros postergan, lo más que pueden, el enfrentar su pecado. Incluso, hay muchas personas que dicen: «Bueno, yo sé que Dios me perdonará de todos modos, así que voy a seguir con este pecado por un poco más de tiempo». ¡Qué uso tan equivocado de la gracia de Dios!

Si estamos creciendo espiritualmente, ya no podremos entretenernos en el pecado tan cómodamente. Por tanto, si pecamos, querremos llevar esa falta a los pies del Señor, y arrepentirnos lo más rápido posible.

Gozo en medio de intensas luchas espirituales
A medida que maduremos, nuestras luchas espirituales se intensificarán. Esto significa que nuestros problemas podrán aumentar y las tentaciones hacerse más atractivas. No obstante, porque confiamos en el Espíritu Santo podemos aun regocijarnos, ya que sabemos que Dios nos está ayudando a madurar. Cada vez que Dios nos saca adelante en una batalla, nos queda la seguridad de que no hay nada que su poder no pueda vencer.

Saber que las pruebas y las tentaciones son oportunidades para crecer
¿Cuándo cree usted que los cristianos crecen más: en tiempos de dificultades o en tiempos de éxito? La verdad es que, por lo general, aprendemos más acerca de Dios durante esos períodos en lo que todo parece perdido. Aunque la situación sea dolorosa, los creyentes maduros reconocen el potencial que hay en ella para que Dios se revele a sí mismo de una manera poderosa.

Cuando estamos entre la espada y la pared y no disponemos de otra opción que no sea confiar en el poder de Dios para que Él nos ayude en la prueba, descubrimos cosas sobre su carácter que no podríamos haber conocido de otro modo. Es aquí cuando descubrimos que, cuando tenemos luchas, los beneficios superan con creces los infortunios (2 Co 4.17).

Ver el servicio a Dios como un honor, no como una carga
Si estamos creciendo en el Señor, querremos servirle. Si usted ama el Señor, querrá demostrarlo dándole su tiempo.

Además, su servicio será motivado por amor, no por responsabilidad ni por obligación. Nadie le obligará a servir a Dios, por el contrario, disfrutará realmente el tiempo que pase a su servicio. Esto no significa que usted tendrá que mantener una vida de «afanes». Debemos recordar que, aunque somos llamados a servir, también estamos llamados a observar un día o un período de descanso. Dios quiere que estemos en buena forma, pero eso no podrá suceder si no descansamos, y si trabajamos hasta agotarnos.

Ver a lo bueno y a lo malo como proveniente del Señor
Muchas veces, cuando ocurre una tragedia, tratamos de proteger al Señor diciendo: «Bueno, sin duda Dios no tuvo nada que ver con esto». Amigo, Dios no necesita que lo protejamos o lo justifiquemos. Si queremos ser creyentes maduros, tenemos que reconocer la total y absoluta soberanía de Dios. En otras palabras, todo lo que sucede —bueno o malo— está bajo su control.

Pero, aunque no podamos entender los propósitos de Dios en ciertas cosas, tenemos que confiar en que su voluntad es perfecta, y en que Él puede sacar un bien de cualquier situación. Debemos creer lo que dice Romanos 8.28: que Dios puede hacer, y en efecto hace, que todas las cosas ayuden a bien a quienes le aman y le sirven.

Fe para pedir a Dios cosas más grandes
A medida que maduramos en Cristo, también lo hacen nuestra fe y confianza en que Dios responderá nuestras oraciones. El Señor quiere que le pidamos cosas grandes; no hay nada imposible para Él.

Por supuesto, su respuesta puede ser «No», pero a Dios le honra el tamaño de nuestras peticiones. Se necesita mucha fe para pedir algo que parece imposible. Los creyentes maduros demuestran confianza en Dios cuando le piden cosas cada vez más grandes, y le permiten al Espíritu Santo guiar sus peticiones.

Un anhelo de compartir a Cristo con los demás
Una de las señales de que usted está creciendo en el Señor, es que no puede quedarse callado. La inmensa gracia de Dios le ha atrapado de tal modo, que tiene que contarles a otros lo que Dios está haciendo en su vida.

A medida que nuestra fe madura, nuestro amor por las personas crece. Y puesto que sabemos lo que Dios ha hecho por nosotros, la manera más sincera de ayudar a otros es comunicarles las buenas nuevas de Jesucristo. Cuando nos domina esa necesidad, podemos estar seguros de que Dios está haciendo una obra poderosa en nuestras vidas.

Un ferviente deseo de dar a la obra del Señor
Una evidencia clave de la madurez de un creyente es lo que le sucede a su cartera. La Biblia nos advierte, una y otra vez, los peligros del dinero. ¿Sabía usted que Jesús enseñó más en cuanto a este tema, que sobre cualquier otro en la Biblia? Si somos infieles con algo tan temporal como nuestro dinero, ¿por qué debemos esperar que Dios nos confíe algo de valor eterno?

Nuestras carteras son pequeñas ventanas que permiten ver lo que hay dentro de nuestra alma. Si no somos fieles en este aspecto, todas las demás áreas de nuestra vida espiritual estarán distorsionadas. Mateo 6.21 dice que el corazón estará donde se encuentra nuestro tesoro. Si su corazón es para el ministerio, entonces dará de buena gana al trabajo del evangelio.

Una conciencia creciente de Dios en cada área de la vida
El creyente maduro es uno que está constantemente consciente de la presencia y de la actividad de Dios. Tesalonicenses 5.16-18 nos dice que un cristiano que está creciendo ora todo el tiempo. Esto no quiere decir que tenemos que andar cada minuto del día con los ojos cerrados y con la cabeza inclinada. Es, más bien, la enseñanza de que debemos estar en la presencia de Dios en todo momento.

El creyente verdadero no puede dividir su vida. Esto significa que la persona que es usted en la iglesia el domingo, será la misma persona durante la semana en la casa, el trabajo o la escuela. La fe no es un compromiso a tiempo parcial. Si somos creyentes, debemos ser fieles todo el tiempo.

La prioridad de una vida devocional
La parte más importante del día para un creyente maduro, es el tiempo dedicado exclusivamente para unirse más a Dios. Es entonces que nos llenamos de poder, dirección y paz. Nuestro tiempo devocional marcará la pauta para todo el día; si oramos precipitadamente, lo más posible es que tengamos también un día desordenado. Un cristiano que realmente está creciendo en el Señor, sin duda atesorará ese tiempo precioso con Él.

¿Y ahora, qué?
El propósito de esta lista no es darle un boletín de calificaciones para decirle si usted es o no un cristiano «maduro». Más bien, le dará un tipo de vara con la cual podrá medir su crecimiento espiritual.

Le animo a tener una copia de esta lista en su Biblia. Sáquela de vez en cuando, y hágase esta pregunta en cuanto a cada punto: «¿Estoy haciendo esto, Señor?» Mi oración es que, a medida que experimente este proceso, pueda descubrir que usted se está convirtiendo en la persona que Dios quiere que sea.


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